El líder de Wikileaks cumple este miércoles doce meses de encierro en la embajada de Ecuador en Londres
El ministro de Exteriores de Ecuador, Ricardo Patino, pedirá mañana a su homólogo británico «que le dejen al señor Assange disfrutar del buen tiempo y del sol porque no ha sido capaz de hacerlo desde hace un año». En efecto, el miércoles se cumplirán doce meses desde que Ecuador anunció que había concedido el llamado asilo diplomático al líder de Wikileaks, que vive desde entonces en una habitación con escasa luz natural en un bajo del edificio de propiedad qatarí en el que el país latinoamericano tiene su embajada, y que alberga también la Agregaduría de Defensa española.
El ministro británico, William Hague, ha aceptado recibir mañana al titular ecuatoriano para discutir un embrollo diplomático que implica a al menos cuatro países desde que Assange decidió buscar refugio para evitar su orden de extradición a Suecia, dictada en última instancia por el Tribunal Supremo británico el 14 de junio del año pasado. «Se está restringiendo su derecho a la intimidad, a la movilidad, y a una vida normal», declaraba esta semana Patino. La postura británica, sin embargo, ha sido implacable: «detener a Assange en cualquier circunstancia».
Londres tiene la obligación de extraditarle a Suecia, donde la fiscalía acusa a Assange de cuatro delitos sexuales desde agosto de 2010, tras la denuncia de dos mujeres con las que habría mantenido relaciones sexuales.
El líder de Wikileaks se ha mostrado siempre dispuesto a ser enviado al país nórdico, pero con la condición de que Suecia rechace expresamente la posibilidad de una ulterior entrega a Estados Unidos, donde Assange podría seguir una suerte similar a la de Bradley Manning, su «garganta profunda», que se enfrenta a 21 delitos, incluido el de «ayudar al enemigo» al transmitir información clasificada a Wikileaks a sabiendas de que podría terminar en manos de Al Qaida.
Cuando llegó, el australiano durmió durante varias semanas en un colchón hinchable, que habría sustituido ya por una cama individual más estable ante la perspectiva de una larga estancia.
Usa un baño compartido y dispone de un pequeño rincón-cocina, aunque suele almorzar con el personal de la embajada. «No creo que persona fácil sea una descripción adecuada», explicaba recientemente su anfitrión, el cónsul Fidel Narváez, a un columnista de «The Guardian».
«Me lo puedo imaginar siendo muy exigente con la gente que trabaja para él, pero es un buen “inquilino” y respetuoso con el personal de la embajada», asegura. En las escasas entrevistas concedidas (la petición de ABC para este reportaje no ha sido atendida), Assange ha explicado que trabaja «17 horas al día» en el pequeño cuartel general que ha instalado en su cuarto, con varios ordenadores portátiles y teléfonos móviles con los que coordina, dice, las actividades de su organización.
«El enemigo es despiadado»
«Vive en una habitación pequeña con gran modestia y disciplina», explicó el director de cine, Oliver Stone, tras visitarle en abril. «Tiene una mente fuerte, nada de sol, amigos que le visitan y mucho trabajo», explicó en Twitter el realizador, conocido por su simpatía hacía líderes como Fidel Castro y el difunto Hugo Chávez.
«Es un poco como estar en una estación espacial», explicaba Assange al «Daily Mail» a finales del año pasado. En mayo, con una leve barba canosa, camisa blanca y chaqueta oscura, el líder de Wikileaks se mostró optimista en una entrevista para el programa «Salvados» de La Sexta.
Pero se siente cercado. «El enemigo es despiadado, es como librar una guerra de trincheras en pleno monzón», aseguraba al «Daily Mail». Y lo está. En torno a la embajada, un elegante edificio detrás de los conocidos almacenes Harrods, este viernes podía verse la habitual presencia de al menos tres agentes: uno en las escalinatas de acceso, otro cerca del ascensor que conectaría la legación, en el segundo piso, con la calle y el tejado, y un tercero en el exterior. Se estima que el dispositivo cuesta unos 13.000 euros al día.
El «héroe Snowden»
A pesar de estar atrapado en su «estación espacial», Assange se mantiene activo.Acaba de escribir una canción con el grupo Calle 13. Quiere presentarse como candidato al Senado australiano en los comicios del 24 de septiembre, con la esperanza de que un escaño forzara a Gran Bretaña, Suecia y EE.UU. a bajar las armas.
En mayo, publicó en el «New York Times» una dura reseña al nuevo libro de Eric Schmidt, presidente de Google, a quien acusa de «implementar la profecía de George Orwell», en referencia a su obra «1984».
Y ha calificado de «héroe» a Edward Snowden, el exanalista de la CIA huido en Hong Kong tras revelar las actividades de vigilancia telefónica y digital de la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU. (NSA). «Ha desenmascarado el estado de vigilancia masiva en el que vivimos», dijo Assange.
Con Snowden desaparecido y Manning en el calabozo, los defensores de las libertades civiles tienen otras prioridades que seguir el encuentro mañana entre Hague y Patino sobre una tediosa saga judicial.
Fuente: ABC