En el nuevo Parlamento Europeo, el Partido Popular sigue siendo el grupo mayoritario, los eurodiputados volvieron a ser elegidos con un porcentaje de abstención que ronda el 57% y las dos grandes familias ideológicas se preparan ya para forjar grandes acuerdos en torno a las cuestiones fundamentales. Hasta aquí, todo muy 2009, muy ‘business as usual’, muy antes de que la crisis electrificase del todo el espinazo de la UE y los 27 (ahora 28) dieran un salto de gigante en su integración a través del dolor.
Pero, como decía el lema del Parlamento Europeo, «esta vez es diferente». Bastan unos cuantos titulares para comprender la complejidad del panorama político europeo:
El Frente Nacional, primera fuerza de Francia. Uno de cada cuatro votantes les otorgaron su confianza.
Syriza, la izquierda radical, es con el 26,5% de los votos la primera fuerza política de Grecia, país ‘rescatado’ por la solidaridad europea.
UKIP, partido xenófobo y antieuropeo, es la primera fuerza del Reino Unido, con el 30% de los votos.
El Partido Popular de Dinamarca, xenófobo y antieuropeo, es el primer partido de Dinamarca, con el 26% de los votos.
En Alemania, un partido de corte neonazi (NPD, Partido Nacional Democrático) logra un escaño y uno abiertamente euroescéptico (AfD, Alternativa por Alemania), 7 sillas y el 7% de los votos.
El Partido de la Libertad (FPO) llega en Austria al 20,5% de los sufragios, mientras que los partidos de extrema izquierda o nacidos del descontento con el sistema avanzan posiciones.
Ya están aquí. Ya no son una amenaza ni una tormenta que se huele en el aire. Los partidos que cuestionan abiertamente la construcción europea y los de los extremos del espectro ideológico han logrado su objetivo. Son alrededor de un centenar de diputados, casi 1 de cada 7 en una cámara de 751.
LOS PARTIDOS TRADICIONALES SALEN VIVOS, PERO TOCADOS
Todo ha ocurrido ante la cara congelada por el pavor de unos partidos tradicionales, motores de la Europa actual, que siguen siendo mayoría pero cada vez son más pequeños. Según la proyección de resultados de la Eurocámara, el Partido Popular Europeo y los Socialistas y demócratas han perdido juntos un buen pellizco de confianza, algo que en países como España les ha hecho perder 30 puntos y más de 5 millones de papeletas.
«Es extremadamente importante destacar, al analizar los resultados, que los partidos políticos que han liderado la respuesta a la crisis, especialmente las fuerzas representadas en el Ejecutivo comunitario, han ganado las elecciones», ha dicho el presidente saliente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso.
La participación se ha quedado en el 43,09% en el conjunto de la Unión, nueve centésimas más que en 2009. En España fue del 45,84%, casi un punto más que en 2009. Es la primera vez desde 1979 que la participación resiste e incluso repunta un poco, algo que a última hora de este domingo el Parlamento Europeo reivindicaba como un éxito propio pero que probablemente se deba al entusiasmo de los partidos que quieren dinamitar desde dentro los cimientos de la UE.
GRANDES COALICIONES CON PARTIDOS MÁS PEQUEÑOS
Según Brice Hortefeux, exministro del Interior en Francia y miembro de la UMP, el partido de Nicolas Sarkozy, los grandes partidos han hecho política con «razón», pero los eurófobos y extremistas la han hecho con «pasión». La UMP es hoy el segundo partido en Francia, pero superado en votos por el de Marine le Pen. Mientras, el primer ministro, el socialista Manuel Valls, describe los resultados como un «shock, un seísmo». Su partido es, en estos momentos, el tercero y casi uno de tantos.
El aumento del euroescepticismo y el extremismo deparará una Eurocámara aún más poliédrica, algo que tiene su traslación en el panorama de países como España, donde hay casi el doble de partidos con escaño.
Sin embargo, el Parlamento Europeo nunca ha tenido mayorías monocolor y tanto socialdemócratas como democristianos llevan a gala pactar las cuestiones fundamentales.
Será más difícil llegar a acuerdos, pero esos acuerdos serán cada vez más importantes frente a unos euroescépticos que en realidad no tienen un programa para Europa.
La pregunta de cómo va a influir este nuevo Parlamento en la vida de la gente queda, por lo tanto, en el aire, ya que aunque los eurófobos y extremistas le han pegado un buen mordisco a los grupos que se imponían en las votaciones, éstos siguen siendo capaces de conformar mayorías más ajustadas y dispares pero basadas sustancialmente en los mismos pilares.
LA ELECCIÓN A PRESIDENTE DE LA COMISIÓN COMIENZA AHORA
La primera de esas cuestiones, como siempre, es conformar una mayoría que respalde la elección del presidente de la Comisión Europea. «Quiero ser el próximo presidente de la Comisión porque el PPE ha ganado de manera clara estas elecciones», ha dicho Jean-Claude Juncker en rueda de prensa tras conocerse los resultados.
«No sé si un partido que ha perdido 60 escaños puede decir que tiene derecho a presidir la Comisión», ha advertido por su parte Martin Schulz en referencia al PPE.
Los demás grupos de la cámara se convierten, ante esta falta de acuerdo, en cruciales. Los liberales de Guy Verhofstadt tendrían 70 y los Verdes 55, pero la composición de estos grupos es aún incierta. Por ejemplo: UPyD, que hasta ahora estuvo en el grupo de los no adscritos, tiene ahora 4 y podría integrarse en el grupo de los liberales.
EL MANUAL DE INSTRUCCIONES POST 25M
El manual de instrucciones es el siguiente: este martes, los jefes de Gobierno se reunirán para analizar los resultados y sondear el nombre del próximo presidente de la Comisión. Aunque la Eurocámara y los grandes partidos incidieron mucho en que de estas elecciones saldría un presidente, el proceso se demorará semanas. Corresponde al Consejo Europeo de los Gobiernos proponer un nombre. Sobre él tendrán que decir «sí» o «no» los eurodiputados, pero basta un veto de algún Gobierno (como el Reino Unido) para que los candidatos conocidos hasta ahora cambien.
Aunque Juncker parte con más posibilidades, deberá tejer alianzas con otros grupos hasta conseguir la mayoría y lograr que nadie lo vete en el Consejo, donde además de ese cargo, hay un gran bombo donde entran el de presidente del Consejo y el de Alto Representante para la Política Exterior.
«Estad vez es diferente», pero por los eurófobos y extremistas. Lo demás sigue siendo tan complicado como siempre.
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Fuente:EL HUFFINGTON POST