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Artículo 20 de la Carta Democrática para Venezuela

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Artículo 20 de la Carta Democrática para Venezuela

 

Octubre de 2014 en Venezuela, calor abrasador, se escuchan sirenas y un tumulto a la distancia. El sol candente golpea una pequeña ventana a través de diez barrotes verticales atravesados por otro perpendicular. Un hombre fuerte, con barba, de espaldas, con pantalones cortos y remera de baloncesto se inquieta por el tumulto. Se aferra a las barras encima de su cabeza, pone los pies contra la pared en un espacio muy estrecho y cual Tarzán en los árboles trepa hacia la luz de la ventana.

 

 

Encaramado, conversa con una voz lejana, indómita y rebelde que se escucha a la distancia. Grita. Se aferra a las barras de cuclillas, cara al sol y grita. Toma un palo con la derecha, sigue aferrado con la mano izquierda a las barras y las golpea con el palo. Y sigue gritando. La voz amiga grita más fuerte. El hombre con la imagen delineada por la luz está preso pero no para de gritar, está recluido pero sin miedo, está encarcelado pero más libre que nunca.

 

 

Claramente este no es un mero cacerolazo de protesta. El hombre tras las rejas es el símbolo de la libertad latinoamericana, el luchador democrático que no se rinde. Está en la prisión militar de Ramo Verde, se llama Leopoldo López y grita por su patria. La voz lejana es la del valeroso Daniel Ceballos, su compañero en una causa épica que cambiará la historia de Venezuela.

 

 

Daniel Ceballos ve el tumulto que no se divisa, se escuchan sirenas y a viva voz vocifera: “El motín no está en Ramo Verde, el motín está en las colas (de los mercados)…. el motín está en la escasez, el motín está cuando no hay luz“. Tiene razón. Venezuela vive una mezcla explosiva de debacle económica, corrupción descomunal, represión autoritaria y se acerca raudamente a una catástrofe humanitaria.

 

 

Leopoldo, tras los barrotes, responde “…por una Venezuela donde todos los derechos sean para todas las personas (…) que no se abuse del poder.” Ambos corean una frase que Leopoldo leyó alguna vez: “Estamos del lado correcto de la historia”.

 

 

Sí. Están del lado correcto de la historia, luchando contra un autoritarismo corrupto e inepto, contra criminalidad que reina en las calles e inflación que devora bolsillos, contra una administración que despilfarró los petrodólares y dejó su pueblo sin comida ni medicamentos. Están peleando contra un gobierno que conculca libertades, demuele el derecho, tritura la democracia y practica contra Colombia lo que Trump amenaza hacer contra México.

 

 

La comunidad internacional guarda un silencio cómplice. EE.UU., Cuba y el Vaticano privilegian el descongelamiento de las relaciones entre los dos primeros. Colombia parece rehén del régimen venezolano y opta por privilegiar su loable proceso de paz, a costa de la defensa de la democracia vecina, como si fueran excluyentes y no complementarias. Otros callan de manera cómplice.

 

 

La fecha de la derrota electoral del régimen está marcada: 6 de diciembre, por eso los gobernantes de Venezuela están empeñados en robarse esta elección o cancelarla. Para ello deben evitar la presencia de testigos internacionales y por eso no extienden la rutinaria invitación a la misión de observación electoral de la OEA.

 

 

El nuevo Secretario General de la OEA, Luis Almagro, se juega el futuro de esta organización y el suyo propio en Venezuela. Al jurar prometió “’más derechos para más gente”, casi parafraseando la frase de López siete meses antes.

 

 

La OEA espera una invitación de Maduro que no llegará. Sólo resta un camino, aplicar el artículo 20 de la Carta Democrática de la OEA -firmada por el extinto Hugo Chávez- que señala: “En caso de que en un Estado Miembro se produzca una alteración del orden constitucional que afecte gravemente su orden democrático, cualquier Estado Miembro o el Secretario General podrá solicitar la convocatoria inmediata del Consejo Permanente para realizar una apreciación colectiva de la situación y adoptar las decisiones que estime conveniente”, después agrega que se puede hacer gestiones diplomáticas y enviar una misión de buenos oficios al país en cuestión.

 

 

En Venezuela tenemos alcaldes destituidos y encarcelados en guarniciones militares o sus casas; periodistas procesados por reproducir noticias internacionales; jóvenes acribillados por protestar y tuiteros detenidos por 140 caracteres que no le gustan al gobierno; jueces sometidos y la magistrada Afiuni presa y violada por no acatar dictámenes del régimen; parlamentarios inhabilitados por la vía administrativa; y un gobierno dispuesto a generar un conflicto externo para cancelar elecciones parlamentarias que sabe que tiene irremediablemente perdidas.

 

 

El orden constitucional venezolano está siendo alterado, violado y pisoteado. La situación se deteriora aceleradamente, dia tras dia. ¿Cuándo se debe aplicar este artículo 20 de la Carta Democrática de la OEA? Ahora. ¿Dónde? En Venezuela.

 

 

Es hora de responder al clamor de todo un pueblo y poner a la OEA del lado correcto de la historia.

 

 

 

El País 

@tutoquiroga

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