Argentina se enfrenta hoy contra Suiza, en octavos de final, en la primera piedra de las cuatro que le quedan aún por el camino para darle la tercera corona a su país.
A mediados de 2004, con 17 años recién cumplidos y desde los 13 en La Masía, los «gambeteos», filigranas y obras de arte en forma de gol de un tal Leo Messi provocaban la admiración y el asombro del mundo de fútbol. Tal era el eco de lo que aquel joven argentino estaba haciendo en las categorías inferiores del Barcelona, que la propia Federación Española de Fútbol se puso en contacto con su padre y representante, Jorge Messi, para proponerle una llamada con la sub-17. Pero entonces, a alguien dentro de la FEF se le fue la fuerza por la boca y la posible convocatoria de la «Pulga» con España se esfumó. Marcelo Bielsa y Hugo Tocalli, seleccionador de la absoluta y responsable de las categorías inferiores de Argentina por aquel entonces, convencieron a Julio Grondona, presidente de la AFA (Asociación del Fútbol Argentino) para que organizara un amistoso dentro de una fecha FIFA con el único objetivo de llamar a Messi y «hacerle» albiceleste de hecho y de derecho. Y así fue. El 29 de junio de 2004, en el estadio Diego Armando Maradona de Argentinos Juniors, y ante apenas 25 espectadores, Leo jugó por primera vez con su país en un partido de la sub-20 contra la sub-22 de Paraguay y lo hizo a lo grande: gol y asistencia.
A pesar de su gran debut, las cosas no le han ido muy bien a Leo cuando ha cruzado el charco. En estos diez años, las sombras se han impuesto a las luces. Dos fracasos Mundialistas (Alemania 2006 y Sudáfrica 2010) y otro par en la Copa América (2007 y 2011). Solo el oro olímpico en Pekín 2008 y el Mundial sub-20 logrado en Holanda en 2005 maquillan su palmarés con Argentina a la espera del gran éxito: levantar la Copa del Mundo el próximo 13 de julio en el mítico estadio de Maracaná.
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