Aquí no hay quien coma

Aquí no hay quien coma


 
 Lo mejor que ha hecho este socialismo del siglo XXI es copiar y superar con creces los preceptos del capitalismo más salvaje, ese que potencia el libre mercado de la manera más violenta y que no interviene ni siquiera para controlar que la economía no sea afectada por las variables más abominables. Ningún extremo es bueno. Pero eso sí, todo bajo el discurso de que el pueblo es primero y que lo importante es la justicia social.

 

 

¿Qué es lo que hacen en Miraflores todo el día? ¿De qué se ocupan los ministros del régimen? Las respuestas son muy sencillas. Están estudiando detenidamente la volatilidad del sistema cambiario que los hace cada vez más ricos. Crean demandas ficticias, aumentan la ansiedad de la gente por hacerse de dólares y los billetes verdes ya no suben escaleras sino que van en ascensor sin parada.

 

 

Mientras tanto, una familia de cinco miembros necesita más de 320 dólares para adquirir la canasta alimentaria de un mes. Y no vale la pena que se saque la cuenta en bolívares ni que se diga cuántos salarios mínimos representa eso, porque para el momento en que lean este editorial, los datos estarán desfasados. Lo que sí está claro es que con el sueldo mínimo, ni con los “bonos de productividad”, ni con la limosna del sistema Patria ni con el rebusque del año, un venezolano puede comer, mucho menos darle de comer a los suyos.

 

 

Ya basta de decir que la economía está al borde del colapso, que el venezolano está al borde de la pobreza crítica, que Venezuela está a punto de caer. La realidad es que la ineptitud y la inoperancia de la cúpula rojita lanzó por el abismo a todo el país y resulta que el fondo es de arena movediza, pues parece que siempre se puede seguir cayendo.

 

 

Y el que considere que esta imagen que se usa para describir la situación del país es una exageración, basta recordarle que la firma Focus Economics advirtió hace unos días que la tasa de desempleo en Venezuela para cerrar 2021 podría ser de 33%, por supuesto, la mayor de la región. Si no hay trabajo, menos hay comida. Por eso mismo es que el Programa de Alimentos de las Naciones Unidas va a invertir recursos para darle de comer a una gran cantidad de niños. Pero se necesitaría mucha más ayuda, porque ya nadie se escapa del hambre en este país.

 

 

A cualquier político sensato le daría vergüenza que lo asociaran con un desastre económico de estas magnitudes, pues siempre tendrá presente que el capital de credibilidad y eficiencia que acumule es importante para su carrera. Pero a los del régimen eso les tiene sin cuidado; tomaron el poder con artilugios, siguen aferrados a él con trampas, poco les importa que los señalen como la tiranía más hambreadora de América Latina.

 

 

Editorial de El Nacional

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