«Sin Venezuela democrática no hay paz posible en Colombia. Una democracia sin votos contados no es una democracia»
Andrés Pastrana anda por el Medio Oriente y desde allí, haciendo un alto en su agenda viajera, confirmó y profundizó su advertencia, en carta enviada al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, la semana pasada , sobre «el sacrificio de la democracia venezolana en el altar de su reelección» (la de Santos). Pero, aun más grave es su convencimiento de que Santos ha puesto esa reelección en las manos de un mandatario venezolano cuya legitimidad en entredicho, por lo que llama un fraude electoral, lo coloca «ante la peor de sus crisis».
-Cuando usted critica al presidente Santos «por entregar al chavismo y sus aliados la cabeza de la democracia venezolana»¿no debería incluir en esa critica a los mandatarios de Uruguay, Argentina y Brasil, por citar sólo tres países visitados por Maduro recientemente?
-Hace apenas unos días el analista Moisés Naim denunciaba, poniendo al Brasil como ejemplo, lo que él denomina la «cruel indiferencia» de tantos países ante las libertades venezolanas hoy en peligro. Para el caso colombiano, más como análisis que como crítica, he recordado al país que por primera vez se da un proceso de reelección presidencial simultáneamente con unas conversaciones de paz, y esto implica obvios riesgos. El hermano del presidente Santos ya ha dicho que sin reelección no hay paz posible. Ante esto he sugerido preguntar si el as en la manga de las FARC no es que sin paz firmada no habría reelección posible. Sin embargo, el riesgo más evidente para Colombia es haber montado el proceso de paz sobre el aval de Hugo Chávez para acabar en manos de un Nicolás Maduro en entredicho, a quien le conviene más un proceso lento y enredado para ganar el tiempo que hoy tanto necesita. El riesgo evidente para Venezuela es que el Gobierno de Colombia, vecino y hermano, se coloque con otros del lado del fraude, fracturando la cohesión en torno del compromiso fundamental del Sistema Interamericano con la defensa de la democracia. En este sentido, Unasur ha dado señales equívocas y peligrosas al admitir esguinces antidemocráticos que contradicen y amenazan la razón misma de ser de la OEA.
-¿A qué atribuye el hecho de que buena parte de la comunidad internacional y sobre todo de la región se haya hecho la vista gorda con Chávez y ahora lo haga con Maduro?
-Naim, en el mismo escrito, pone de presente cómo los autócratas se disfrazan de demócratas y cómo muchas veces los demócratas caemos en la trampa de admitir, sin más, formalidades democráticas que no son más que pretextos para montajes en contrario. Tras la votación en Venezuela, el bloque de los autócratas disfrazados de América ha salido fortalecido por el silencio de las grandes democracias ante el fraude. Hay quienes en su momento se hicieron los de la vista gorda frente a Venezuela por razón de afinidades políticas y ventajas económicas. Pero otros, a pesar de sus serias reservas sobre el rumbo de la democracia en Venezuela, reconocían en el proceso revolucionario un trasfondo y unos antecedentes de insatisfacción popular que Chávez capitalizó a su favor. El golpista Chávez sacó ventaja del hecho de, tras recibir un indulto, ser alternativa democrática en esa coyuntura. Después habría de dar el giro autocrático para atornillarse en el poder.
-El hecho de que el presidente Santos le atribuya tanta importancia al papel venezolano en las conversaciones de La Habana, al punto de hacerse cómplice, como usted lo sugiere, de una dictadura en potencia, ¿no constituye la aceptación tácita de una alianza que en el pasado conspiró contra la democracia colombiana?
-El presidente Santos -viejo enemigo y nuevo mejor amigo de Chávez- no ha dejado campo para otra interpretación. El Presidente de Colombia ha confirmado esa alianza con la esperanza de utilizarla a favor de la paz. Lo que apenas comenzamos a vislumbrar es el costo que dicho pacto cuando le llega a Santos el turno de pagar favores en circunstancias que evidentemente no estaban presupuestadas. Es entonces cuando nos debemos preguntar si Maduro no ha exigido la cabeza de la democracia venezolana como contraprestación por cumplir lo pactado con Chávez.
-Si Chávez se valió de su papel de mediador entre el Gobierno de Uribe y las FARC, para favorecer los intereses de estas últimas, ¿porqué no habría de hacerlo ahora Maduro con Santos?
-Nunca descarté la buena fe de Chávez, aún cuando he insistido en que la paz de Colombia no tiene que pasar por Venezuela. La paz de Colombia la hacemos los colombianos. Chávez quiso ir al Caguán y ser parte del proceso buscando algún protagonismo. Nunca se lo permití y eso nunca afectó nuestra relación. Pero el presidente (Álvaro) Uribe cometió el error de meter en el tema de la paz l presidente Chávez, lo que desembocó en el choque de personalidades y la profunda ruptura que aún tras su muerte persiste. En cuanto a Maduro, sospecho que el fraude difícilmente le permitirá gobernar. Pero como nuevo padrino político de las FARC, Maduro tiene sus antenas en La Habana, una chequera petrolera y una frontera larga y porosa. Es decir, tiene aún en sus manos elementos muy fuertes y eventualmente perturbadores para incidir en el proceso de paz.
-¿Es Santos un rehén del chavismo?
-Santos es rehén de sí mismo por la reelección que busca tan angustiadamente y que, en buena parte, ha puesto en manos del chavismo al jugarse la paz como carta electoral. Ese socio, tras la muerte de Chávez y el proceso electoral, ha entrado en la peor de sus crisis.
-Ahora, si en La Habana se echan las bases de un acuerdo de paz, ¿no estaría justificada la actitud de Santos con quienes antes de ser sus mejores amigos, eran sus peores enemigos?
-Personalmente prefiero mil veces una auténtica paz hecha en Colombia por colombianos con espíritu nacional, a un acuerdo derivado de crisis ajenas y afanes electorales. La guerrilla parece haber captado la debilidad fundamental de un equipo negociador excluyente y sectario. Tal vez por ello, tras dos años de contactos y conversaciones, las FARC ni siquiera han evacuado el primero de treinta sub puntos de una agenda prevista para la firma del presidente-candidato en noviembre.
-Escribe usted que «la frágil democracia venezolana está al borde del abismo». ¿De qué manera incidiría sobre Colombia el entronizamiento en nuestro país de un régimen no democrático?
-Sin Venezuela democrática no hay paz posible en Colombia. En este sentido la descalificación de Capriles para acompañar el proceso colombiano por parte de sus contradictores es absurda. Capriles ha dado sobradas muestras de ponderación, serenidad y voluntad de paz en su país en las circunstancias políticas y personales más difíciles. Este es el temple de un verdadero estadista y estas son cualidades bienvenidas como garantía en cualquier proceso de negociación.
-¿Cree usted, tomando en cuenta el cuestionamiento a su legitimidad, que el gobierno de Maduro es viable?
-Democracia sin votos contados no es, ni será nunca, democracia.
-¿Cuando usted rechazó la invitación del CNE para asistir a las elecciones del 14 de abril, sospechaba que ocurriría lo que ocurrió? ¿Pensó que lo podían utilizar para legitimar los resultados?
Con cuatro de cinco miembros cargados hacia un candidato, todo podía suceder y todo sucedió, como lo han demostrado los hechos.
Fuente: El Universal
Periodista Roberto Giusti