La falta de educación y de asesoría en materia de violencia por razones de género convierte las relaciones sentimentales en un campo minado
Podrían ser… es allí donde la historia da un giro trágico, porque todas ellas fueron asesinadas por sus parejas, que eran funcionarios policiales, militares.
Carla Marina Cruz Chaparro (34) fue asesinada por su expareja, un policía que no aceptaba que la relación había terminado, él luego se suicidó.
El 19 de marzo, Nazareth Marín fue a la playa con unos amigos y desapareció. Cuatro días más tarde, su cadáver con signos de violencia sexual fue localizado flotando cerca del puerto de La Guaira. Entre los presuntos asesinos fue detenido un Cicpc.
Elizabeth María Bremo (27), mamá de dos niños de cuatro y seis años de edad, fue acribillada por su esposo, un PNB, quien luego se disparó en la cabeza.
El 13 de junio Yosmary Márquez, de 18 años, luego de una discusión fue estrangulada por su expareja, un Polinacional. El sujeto fue detenido.
Fabiola Parra, de 36 años, se estaba sepando de Henry José Briceño, oficial de la Policía de La Guaira. El 31 de julio fue con su hijo y un amigo a buscar unas cosas en su casa. Cuando salía, Briceño la asesinó, le disparó a su hijo y al amigo y se suicidó.
Todos estos crímenes han ocurrido este año.
La antropóloga Aimeé Zambrano, coordinadora del Monitor de Femicidios del colectivo Utópix, destaca que la violencia por razones de género “es la forma en que hombres machistas intentan imponer discipina cuando una mujer decide confrontarlos”.
Agregó que en los casos de policías, militares y escoltas, “son profesiones donde más se ve el ejercicio del poder, de la fuerza y donde con más facilidad se puede dar el abuso de poder. Esto puede trasladar una escalada de violencia hasta el hogar”.
Aunque las cifras disfrazan el drama, al reducir la violencia a números. Debemos destacar que en Caracas entre 2017 y 2023 al menos 334 mujeres murieron de forma violenta. De ellas, 101 fueron asesinadas por militares, policías, colectivos y escoltas. De esas 101, diez mujeres murieron en hechos de violencia por razones, según datos del Monitor de Víctimas.
Por su parte Utopix recopiló información sobre 17 femicidios perpetrados por agentes de seguridad en 2022, poco más del 7% de los 240 asesinatos registrados ese año.
Hasta junio de 2023 Utopix recopiló data de ocho femicidios cometidos por uniformados… la cifra continúa subiendo.
La psicóloga clínica y autora del blog La culpa es tuya Gisela Galeno resalta que en esencia los funcionarios policiales y militares tienen una mayor propensión a la violencia porque “además del poder, tienen las armas”.
“Entre los uniformados, el ejercicio de la violencia, tiene un componente más estructural que circunstancial. Están posiciones de poder social y pueden tener mayor propensión a ejercer la violencia en su vida privada”.
Subrayó que policías y militares viven en un ambiente en el que hay superiores y subordinados, o inferiores imaginarios. En muchos casos llevan ese concepto a su hogar, donde los supuestos inferiores son su pareja, hijos.
La psicóloga destaca que aunque no es una excusa, “las víctimas de violencia o de abuso en su infancia tienen la propensión a repetir patrones de violencia en su vida adulta”.
Acota que llama la atención que a pesar de que policías y militares en teoría están entrenados para tomar decisiones vitales en momentos de crisis o de emergencia, eso no se ve en sus relaciones sentimentales “cuando deberían actuar racionalmente, terminan actuando dominados por emociones básicas”.
Dañado no sirve
La psicóloga Evelyn Carreño, especializada neuropsicología, psicología clínica, por su parte, destacó que policías y militares son personas sometidas a enormes cantidades de estrés. A momentos de violencia que derrumbarían a cualquiera; cuado la vida pende de un hilo. Viven situaciones traumáticas de alta presión psicológica y la constante exposición a ellas es causa del Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT).
“Muchos policías sufren de ideas delirantes, amenazantes, sienten que les van a hacer daño, que los persiguen, temen ser asesinados o atacados, se vuelven muy nerviosos y reactivos, sufren de insomnio, de terrores nocturnos, son secuelas de las situaciones a las que están expuestos día tras día”.
Luego arrastran ese pesar a sus hogares donde explotan injustificadamente, hemos atendido a niños y mujeres muy maltratados por padres y esposos que son policías y militares.
“Lo grave es que para las instituciones, la salud mental no es una prioridad. Aunque cuentan con servicio psicológico, por lo general solo lo usan para procesos de ingresos, no para sus funcionarios”.
“Los oficiales son atendidos solo cuando el trastorno es demasiado avanzado. Cuando desarrolló una patología psiquiátrica o emocional grave y ven que se convirtió en un peligro y así dañado no les sirve. Es entonces cuando buscan a los especialistas en salud mental para “evaluar e informar”, si pueden continuar o van o ser incapacitados.
Mientras que para el organismo la salud mental no es el primer orden, para los oficiales el psicólogo o el siquiatra no son ayuda, sino el clavo para el ataúd de sus carreras, no asisten y terminamos viendo las terribles consecuencias.
Medidas necesarias
Ambas analistas consideran que es necesario tomar medidas para atacar este problema que acumula decenas víctimas.
Zambrano considera que es necesario educar al hombre contra la violencia, “se habla de las medidas que debe tomar la mujer para protegerse, pero poco se dice sobre la necesaria educación del hombre”
“Son necesarias campañas dirigidas a los hombres, para desmontar falsas premisas sobre la masculinidad. La UNES y las universidades militares deben tratar el tema de la violencia de género y diseñar un plan de emergencia en esta materia”.