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#Análisis | Precios, mercado y dinámica competitiva: Caso gasoil y productos importados

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#Análisis | Precios, mercado y dinámica competitiva: Caso gasoil y productos importados

Los precios en mercados medianamente eficientes, estructurados, completos e informados suelen reflejar la valoración social de bienes y servicios, y permiten apuntar a un uso eficiente de los recursos.

Asimismo, los precios pueden reflejar distorsiones, toda vez que suelen ser el resultado de la dinámica competitiva de los mercados y de los sectores económicos, y pueden incorporar sobrecostos e ineficiencias.

Por lo general cuando hablamos de un nivel de precios en un mercado, este forma parte de una dupla que la completa el nivel de oferta de dicho bien o servicio en el mercado (para un nivel de precios habría una cantidad del producto o el servicio en el mercado).

Es así como cuando se dice que el precio de equilibrio de un mercado competitivo es eficiente socialmente, se entiende que la cantidad ofertada y demanda coincidentes, resultan las socialmente deseables (maximizan el Bienestar Social).

En el caso de una distorsión en el mercado podríamos ver una dupla precio-cantidad donde el primero podría resultar muy bajo -por ejemplo, producto de una regulación- determinando una cantidad ofertada y finalmente disponible muy baja, desde la perspectiva social, mientras podría presentarse el caso de precios tan elevados -por ejemplo, producto de un ejercicio de poder de mercado- que generen una cantidad finalmente demandada muy baja, desde la perspectiva social.

Dos declaraciones recientes en el país nos permiten reflexionar y valorar las aseveraciones anteriores referidas a la importancia de los precios en los mercados eficientes como señales sociales referidas a valoraciones de bienes, servicios y recursos, e incluso, alternativamente, como señales e indicios del mal funciomiento de ciertos mercados.

1.- El primer hecho se refiere al clamor por parte de representantes del sector privado de una oferta insuficiente de combustible, específicamente de gasoil utilizado fundamentalmente para el transporte de mercancías. Reclaman la necesidad de una oferta suficiente de los combustibles aún cuando esto suponga ajustes en sus precios.

En este sentido, representantes del sector privado asoman que el precio del gasoil posterior al último ajuste, correspondiente a 0,50 US$/lts, no representaría mayor problema para el sector privado sino la insuficiencia de la oferta del combustible. De hecho, aseveran que ante la insuficiencia del combustible, se forma un mercado negro en el cual se termina pagando un precio superior a 0,50 US$/lts incluso 1 US$/lts, sin que ello suponga una expansión de la oferta primaria de los combustibles porque constituyen simples mercados de arbitraje o de búsqueda de rentas de escasez.

Un precio subsidiado termina beneficiando al demandante que efectivamente termina accediendo al producto, en la medida que parte del financiamiento de la oferta del producto recae sobre terceros -los contribuyentes atomizados, la empresa estatal petrolera o todos los venezolanos vía un mecanismo de déficit-inflación-.

Ahora bien, en la medida que la ausencia de oferta implique un costo de oportunidad para el sector privado en términos de actividad económica no realizada o más concretamente dificulte o imposibilite movilizar bienes e insumos la cosa cambia.

Un ajuste en el precio del combustible ante un nivel actual de actividad económica constreñida por la insuficiencia en la oferta de dicho recurso, incide por medio de dos efectos: el primer efecto negativo consiste en un incremento de costos sobre el nivel de actividad económica actual; y un segundo efecto expansivo positivo, en la medida que un ajuste del precio del combustible permita expandir la oferta de bienes e insumos transportados, inclusive, a un menor márgen producto del aumento de costos del combustible o, eventualmente, de un aumento de la oferta de los bienes transportados (ante el supuesto extremo de que los oferentes de bienes se enfrenten a una demanda con pendiente negativa y no resulten precio aceptantes).

Así las cosas, las declaraciones por parte del sector privado constituirían un indicio que el segundo efecto superaría al primero, haciendo que la insuficiencia en la oferta del combustible represente un costo de oportunidad para el sector privado (y eventualmente para la sociedad!!!).

La misma dinámica perversa podría estar ocurriendo con otro tipo de insumos como los servicios públicos -electricidad, telecomunicaciones, agua, etc.-, respecto a los cuales el sector privado también clama por una gestión y fijación de tarifas apegadas a la sostenibilidad de los operadores que; permitan una oferta oportuna, suficiente y eficiente de los mismos.

Es de esta manera que los precios de bienes y servicios deben respetar un principio referido a respetar como mínimo un nivel o una estructura de precios -en el caso que se oferten menús diferenciados, bien por resultar multiproducto el oferente o porque el mercado pudiera ser segmentado- que permitan la sostenibilidad del operador o el oferente.

Ahora bien, precios con márgenes positivos sólo incitan la oferta en la medida que no existan barreras a la entrada para nuevos competidores, porque en caso contrario, justamente un monopolio podría tener los incentivos de restringir la oferta como ejercicio de poder de mercado, o en el caso de ser un monopolio público, su gestión ineficiente podría asimismo limitar su capacidad de ofertar los productos.

Es así como el sector privado clama por una apertura, un mercado de los combustibles más competitivo, una mayor cantidad de oferentes y una oferta superior de combustibles. ¿Pero dicha súplica se mantiene para todos los mercados y sectores económicos?

2.- El segundo hecho informado por el propio sector privado se refiere a la eventual diferencia de entre 30 y 40% entre los precios de productos nacionales versus los productos de origen importados.

Tal diferencia podría responder a diversas razones e hipótesis. Cuando menos dos pueden ser las explicaciones con repercusiones diametralmente distintas. La primera referida al grado de diferenciación de productos entre productos importados y los productos domésticos y la segunda, referida a restricciones en la cantidad de productos importados que pueden y entran efectivamente al mercado doméstico.

Antes de entrar a explicar cada una de ellas resultará útil un marco teórico referencial simple:

a. La teoría económica asoma que una competencia basada en precios cuando los productos son homogéneos arroja precios bajos que tienden a los costos marginales o unitarios. En estos casos si uno de los oferentes o una de las fuentes de la oferta posee ventajas de menores costos unitarios y no existe restricción de capacidad en su oferta, abastecerá totalmente al mercado (incluso a un precio superior a su costo unitario pero inferior a los costos unitarios de la competencia). En este último caso existiría un único oferente o una única fuente de oferta.

b. Por otra parte, los distintos oferentes podrían coexistir con precios de equilibrio distintos a los costos unitarios, mostrando márgenes positivos, e incluso con precios asimétricos entre sí, en la medida que los productos no resulten homogéneos (caso de productos diferenciados).

c. Asimismo, incluso en el caso que los productos resulten sustitutos entre sí, -productos homogéneos- en la medida que existan restricciones de capacidad en la oferta por parte de los oferentes; los precios podrían distanciarse de sus costos unitarios y asimismo coexistir más de un oferente (aún cuando uno de los oferentes detente una ventaja competitiva en costos unitarios).

d. En la medida que los productos nacionales e importados resulten buenos sustitutos entre sí -digamos sustitutos perfectos-, podría esperarse que los precios de los productos importados funjan como un Price Ceiling, si existiese suficiente oferta de dichos bienes (la segunda hipótesis tratará el relajamiento de dicho supuesto). Es decir, en la medida que los mercados internacionales resulten más competitivos, los precios de paridad de importación -sistema de Pricing FOB más transporte y adecuación comercial- podrían explicar los precios y/o constituir un Upperbound o un Price Ceiling.

e- Luego, más allá de los costos de transporte, si existe diferenciación de productos -como asomábamos de forma más general anteriormente-, podría ocurrir que aún siendo más competitivos los precios de los productos de origen importado, coexista una oferta de productos nacionales, por ejemplo, porque gozan de reputación, reconocimiento de marca y preferencias por parte de público. Aún así, los precios de los sustitutos imperfectos de origen importado disciplinarían al mercado doméstico aún cuando a través de una competencia en precios menos frontal.

Dicho lo anterior, la primera hipótesis que explicaría una diferencia entre 30 y 40% entre los precios de los productos domésticos versus los de origen importado partiría de suponer que los productos de origen nacional gozan de reputación y reconocimiento de marca, lo que les permitiría diferenciarse e imponer precios diferenciados con premium respecto a la competencia.

Lo anterior cobra racionalidad en la medida que el valor creado para el consumidor producto de la diferenciación y su captura por parte de la empresa, supere los costos en los que incurriría la empresa doméstica para llevarlo a cabo, así como en la medida que tal diferenciación -atendiendo a nichos- beneficie a la empresa que evita enfrentarse a una competencia basada en precios más feroz con un consecuente efecto precio de signo negativo que supera al efecto volúmen de no haberse diferenciado y ofertar un producto que atienda al consumidor medio.

El efecto neto sobre el Bienestar Social es ambiguo, porque la variedad de productos y la mayor valoración por los mismos entran en juego a la hora de valorar los efectos netos de dicha dinámica competitiva, y las estrategias de diferenciación de las empresas.

La segunda hipótesis parte de suponer que exista alguna restricción en la capacidad de entrada de los productos de origen importado, lo que le permite a la oferta doméstica explotar una demanda residual sin temor a que los productos de origen importado abastezcan completamente al mercado. En este segundo caso, obviando la arista de diferenciación, efectivamente existiría un costo social en términos de Bienestar Social no creado.

Este costo no sólo está conformado por el ejercicio de poder de mercado que genera la conocida pérdida de peso muerto (productos con precios alejados del nivel de competencia perfecta), sino que existe un costo producto de una asignación ineficiente de los recursos en la medida que uno de los oferentes -por ejemplo los domésticos- posean costos unitarios superiores y aún así se mantengan ofertando en el mercado.

Valga destacar que, todo lo descrito anteriormente se encuentra circunscrito exclusivamente al ámbito de estática comparativa sin valorar efectos dinámicos ( es decir, efectos futuros sobre el empleo y la actividad económica doméstica, etc.).

A fin de cuentas, todo lo anterior exige constatación empírica, y la orientación de un buen diseño de política pública, eventualmente dependerá de ello.

 

 

 

 

2001

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