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Amén

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Amén

 

Se esperaba que la Iglesia hablara y habló. De su Carta Pastoral extraemos tres enunciados que consideramos fundamentales y que reproducimos textualmente:

 

 

La Iglesia tiene el derecho, al cual no puede renunciar, a intervenir en la solución del problema social.

 

Nadie osará afirmar que esa riqueza (la del Estado venezolano) se distribuye de manera que llegue a todos los venezolanos, ya que una inmensa masa de nuestro pueblo está viviendo en condiciones que no se pueden calificar de humanas.

 

No es en la revolución, sino en una evolución armónica donde está la salvación y la justicia. La violencia nunca ha hecho más que derribar en vez de levantar; encender las pasiones en vez de calmarlas; acumular odios y ruinas, en vez de hermanar a los combatientes.

 

Estas palabras, que sorprenden por su atinada y dolorosa vigencia, fueron pronunciadas por monseñor Rafael Arias Blanco en ocasión del primero de mayo de 1957, cuando el general Marcos Pérez Jiménez ejercía de dictador desde Miraflores y parecía que nada, ni nadie, lo sacaría del poder (lo que se produciría unos meses después).

 

 

Esa Carta Pastoral de Arias Blanco, que es un documento de nuestra historia y ciertamente lee en los renglones de este presente sin futuro, marcó la entrada de la Iglesia, no en el terreno de la pugna política, pero sí en el de dejar oír su voz con nitidez frente a las problemas acuciantes del país vistos desde la óptica moral y religiosa.

 

 

Y lo siguió haciendo durante la vida democrática que se inició en 1958 y tampoco renunció a ello en estos «tiempos recios» de autoritarismo y dictadura: que no solo se alargan más del doble de tiempo del oscuro período perezjimenista, sino que son también doblemente oprobiosos y ni siquiera pueden mostrar una obra física de las que sí se vanagloriaba el último general derrocado.

 

 

Siguiendo esa tradición, los arzobispos y obispos de Venezuela han dado difusión a su Carta Pastoral de inicios del año 2023 «dirigida a todos los hombres y mujeres de buena voluntad (…) porque Venezuela es nuestra casa común». Parece ayer, pero es hoy.

 

 

De ella resalta:

 

 

La situación de penuria económica, con una de las inflaciones más altas del mundo, la devaluación continua de la moneda y el éxodo que no cesa de venezolanos.

 

Una sociedad paralizada por la inercia y la resignación, por la desesperanza, por la experiencia acumulada de múltiples carencias, contradicciones reiteradas, violación impune de derechos fundamentales, mentiras flagrantes, promesas incumplidas.

 

La urgencia de la búsqueda de una unidad nacional mayor que logre la reinstitucionalización democrática del país, recuperando ese terreno de encuentro común que debe ser el texto y espíritu de la Constitución.

 

El texto de la Pastoral católica está recorrido por la idea del propio compromiso personal –a pesar de todas las terribles vicisitudes– para despojarse de la resignación, la indiferencia y el egoísmo.

 

 

“Es el momento de despertar”, dicen los arzobispos y obispos. Para pasar de la lamentación a la acción liberadora. Para promover una forma de hacer política basada en el bien común y no en intereses particulares o en fines ideológicos. Amén.

 

 

Editorial de El Nacional

 

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