Una veintena de proyectos de inversión ha anunciado el jefe del régimen como consecuencia de la promulgación de la Ley Antibloqueo que su brillante intelecto inventó. No puede menos que estar feliz porque los bolsillos de la cúpula rojita pronto verán dólares nuevecitos.
El que espere que el mandante le aclare cuáles son los sectores en los que se harán esas inversiones, que se busque una silla bien cómoda. Y el que imagine que el dinero va al sector salud, al sector hidrocarburos o al sector educación, que consulte con un psiquiatra porque tiene alucinaciones.
De acuerdo con el mismo bodrio legal, el jefe del régimen no tiene la obligación de informar ni siquiera a sus más cercanos acólitos cuánto dinero ha entrado, de dónde proviene o hacia dónde va. Tiene la potestad absoluta de guardarse el secreto, nadie puede reclamarle y ni siquiera debe dar cuentas.
¿Esto qué quiere decir? Tan sencillo como que Venezuela puede estar recibiendo dinero sucio de gobiernos poco escrupulosos o incluso de organizaciones al margen de la ley. No es que el asunto sea nuevo, pues la ayuda que obtiene el régimen es de países como Irán o incluso apoyo de grupos como las FARC.
Pero también puede decir que el líder del PSUV está entregando el país por parcelas, que las industrias del Estado pueden ser objeto de remate y que seguirán ocurriendo situaciones tan terribles como el ecocidio en las zonas mineras.
Esta es una ley para terminar de raspar la olla, es un parapeto cuya intención es institucionalizar la gran mentira de que en el país existen garantías para los que quieran invertir y que el régimen tiene el control de la legalidad. Es una fantasía con la que lograron una vez más el cometido de distraer a los venezolanos con el debate sobre una normativa que no está dirigida a solucionar los problemas más urgentes que los agobian.
Es muy difícil que un empresario, un inversionista serio quiera hacer negocios con un régimen señalado de graves delitos. Todos están esperando que se acabe la pesadilla para intervenir en la reconstrucción del país.
La felicidad que demuestra el sucesor de Chávez cuando afirma que está llegando dinero es porque sus bolsillos se siguen llenando, así de simple.
Editorial de El Nacional