Hasta hace algunos años el hecho de que asaltaran a un templo era visto como algo fuera de lo común, pues por tratarse de un espacio sagrado era respetado. Los antisociales se metían con establecimientos comerciales y viviendas, pero no se atrevían a tocar la casa de Dios. Hoy día los hechos delictivos dentro de estos espacios dejaron de ser casos esporádicos para convertirse en una costumbre.
La semana pasada tres iglesias en diversas regiones del país fueron blanco del hampa. Según el comisario Argenis Guillén, asesor en materia de seguridad, de cada 10 robos y hurtos que se registran en el país, al menos cuatro se registran en templos, dos en establecimientos comerciales y cuatro en inmuebles. Por lo general estas acciones son cometidas en grupos y los ataques son reiterativos. «Actualmente en la Gran Caracas hay seis organizaciones delictivas dedicadas a robo y hurto que tiene entre sus víctimas: la casa de Dios.
Estas bandas, conformadas entre ocho y diez sujetos, operan de la siguiente forma: acuden a varias misas para visualizar qué tantos recursos recaudan las iglesias por las colaboraciones, tomando en cuenta el número de feligreses; así como también detallan el entorno para detectar objetos de valor que podrían llevarse», destacó Guillén.
Agregó que en el caso de hurtos, estos grupos cuentan con un campanero: la persona que «les canta la zona» al resto de los antisociales para que ingresen sin inconvenientes y otro sujeto encargado de cargar con el botín, una vez que saquean el centro religioso.
«Los templos en su mayoría carecen de equipos sofisticados de seguridad. Además no cuentan con suficiente cantidad de custodios. A lo sumo disponen de un vigilante que al igual que el párroco, son fáciles de someter al momento de perpetrar un robo porque están desarmados. La mayoría de las acciones delictivas cometidas contra las iglesias son hurtos.
«Hay quienes aprovechan la cantidad de personas que ingresan a estos centros para colarse entre la multitud y llevarse objetos de valor. Otros atacan en horas de la madrugada. Se han registrado, aunque en menor grado, robos que en la mayoría de los casos, esperan que los templos se desocupen de feligreses para ingresar y someter al sacerdote y el resto del personal que allí labora», explicó el experto.
Por su parte, Manuel Díaz, párroco de la Iglesia Caridad del Cobre en Santa Paula, la cual fue objeto de robo el año pasado, manifestó que los sujetos que incurren en este tipo de delitos contra los templos son jóvenes con edades comprendidas entre 15 y 22 años. Destacó que hay dos modalidades de este tipo de delito. Por una parte están las llamadas sustracciones anónimas que ocurren con frecuencia, semanalmente se reporta un hurto este tipo en alguna iglesia en el país. La segunda modalidad es planificada con antelación y, en varios casos, los antisociales cuentan con la ayuda de algún trabajador del templo.
«Este problema no se ataca con incorporar más policías en la calle, ni con educación. Va más allá y tiene que ver con la ausencia de valores familiares y de principios éticos y morales. La mayoría de los jóvenes que incursionan en este delito, provienen de hogares destruidos y su entorno tampoco ayuda; están rodeados de personas acostumbrados a obtener las cosas por la vía más expedita: el robo».
El Universal