Joe Biden ha dado un paso al costado. “Ha sido el mayor honor de mi vida ser su presidente. Y si bien ha sido mi intención buscar la reelección, creo que lo mejor para mi partido y para el país es que me retire”.
Es la decisión que los demócratas reclamaban cada vez más con el paso de los días desde el desastroso debate con Donald Trump a finales de junio. Una decisión lúcida, comentan medios, aunque quizás tardía en una carrera en la que el expresidente republicano, a pesar de los juicios en su contra y su verbo encendido, o por su verbo encendido, lleva la delantera para las elecciones presidenciales del próximo noviembre.
En su comunicado de despedida electoral, Biden recuerda los “grandes avances” de su país en los últimos tres años y medio, los de su mandato, iniciado luego del tumultuoso ataque, jamás visto, al Capitolio para impedir su proclamación.
“Hoy -escribió- Estados Unidos tiene la economía más fuerte del mundo. Hemos realizado inversiones históricas para reconstruir nuestra nación, reducir los costos de los medicamentos recetados para las personas mayores y ampliar la atención médica asequible a un número récord de estadounidenses. Hemos brindado atención críticamente necesaria a un millón de veteranos expuestos a sustancias tóxicas. Se aprobó la primera ley de seguridad de armas en 30 años. Nombrada la primera mujer afroamericana para la Corte Suprema. Y se aprobó la legislación climática más importante en la historia del mundo. Estados Unidos nunca ha estado mejor posicionado para liderar que hoy”. Pero la memoria es frágil o se deja arrullar por otros cantos.
A los demócratas se les abre ahora un complejo período para concretar la sustitución candidatural. En menos de un mes, exactamente el 19 de agosto, se instala su convención en Chicago, de la que se deberá salir con un candidato ratificado por los delegados.
The New York Times, tras consultar a dirigentes y estrategas demócratas, sintetiza el proceso en dos posibilidades: una, designar a Kamala Harris, la vicepresidenta que cuenta con el respaldo de Biden, como “fuerza unificadora en tiempos de crisis”. Sería la salida rápida y fácil, y, además, dispondría de la cuenta bancaria de la campaña Biden-Harris; la otra opción, por la que abogan sectores del partido, es un proceso de selección más democrático que requeriría que otro candidato ingresara en la contienda.
El diario estadounidense asoma una lista de posibles candidatos: un grupo de gobernadores como Gretchen Whitmer de Míchigan, Josh Shapiro de Pensilvania, Gavin Newsom de California, J. B. Pritzker de Illinois y Andy Beshear de Kentucky. También, Pete Buttigieg, secretario de Transporte, que ya disputó la candidatura a Biden en el año 2020, y los senadores Amy Klobuchar, por Minnesota, y Cory Booker, por Nueva Jersey.
El tiempo apremia. El 22 de agosto el nominado o nominada tendrá que pronunciar su discurso en la clausura de la convención demócrata. ¿Habrá oídos suficientes para escuchar y apoyar la propuesta demócrata para otros cuatro años en la Casa Blanca o solo cuenta una oreja? La incertidumbre también encontró su lugar, y desde hace tiempo, en la primera democracia del mundo.
Editorial de El Nacional