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A sus deudos (que son muchos)

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A sus deudos (que son muchos)

 

 

Sus familiares, todos los trabajadores sindicalizados, todos los que viven de su esfuerzo para ganarse el pan de cada día, cumplen con el penoso y doloroso deber de informar de la muerte de: Juan Salario

 

 

Su fallecimiento se produjo en la ciudad de Caracas el Primero de Mayo de 2023  tras una larga enfermedad.

 

 

Ha sido su última voluntad que sus restos ―sus menguados restos consumidos por más de una década (hasta dos y media) de medicinas contraindicadas, desatención hospitalaria e intervenciones sin el menor sentido común contra la propiedad y el trabajo― sean colocados junto al de compañeros ―y compañeras― de sus abnegadas luchas por el bien de sus semejantes, y que expresamente indicó mencionar:

 

 

Dignidad, bella joven a la que todos ―y todas― cortejaban, quien murió en el propio palacio de desgobierno, en vivo y en directo, por exceso de palabreo, atragantada de verborrea y convertida en harapos.

 

 

Empoderamiento, un chamo impetuoso, con ganas de comerse el mundo, que creyó ilusamente que el poder (en su barrio, en su escuela, en su taguara) era de tantos como él y le permitiría echar pa’lante y producir bienestar para los suyos y para los suyos de otros.

 

 

Moralidad, fallecida de muerte prematura, siempre se negó a ser consagrada en papeles y proclamas grandilocuentes porque intuía (no tuvo tiempo para más) que su existencia era un asunto del corazón y de las almas libres de zarandajas.

 

 

Descentralización, un hombre maduro, con canas en las sienes, reformista, ajeno al alboroto, que soñaba en la municipalización del poder para desde abajo construir una nación de ciudadanos.

 

 

Votación, él, ella o elle, según los casos, irreversible producto de la voluntad popular, víctima fatal del secretismo, que dejó de latir ante la ausencia de “glasnot” y fue sepultada por supremos tribunales sin ley ni principios.

 

 

Libertad, encarcelada en reglamentos y disposiciones, torturada en soledad y luego desaparecida, sin que nadie asome pistas de su rastro.

 

 

Juan Salario ordenó, por último, donar su cestaticket de 40 dólares y su bono de guerra de la mitad al mandón de Miraflores para que siga comiendo bien y lo siguiente.

 

 

 Editorial de El Nacional 

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