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A quién se le puede creer

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A quién se le puede creer


 
No han dejado de sonar los tambores de guerra en Ucrania, con manipulaciones rusas a la orden del día y poca claridad en Occidente. 

 




La tensión que se vive en Europa Central, ante la posibilidad de que se presente la anunciada invasión a Ucrania por parte de Rusia, ha caído en la dinámica de una campaña de desinformación, en la cual es difícil saber qué lado tiene la razón. Si la primera víctima de la guerra es la verdad, como lo señala la manida frase, en estos últimos días se han presentado versiones contrarias de un mismo hecho. Las mismas van desde el anuncio de fecha de la invasión por parte de Estados Unidos, sin que sucediera nada, hasta el inicio del retiro de las tropas, por parte de Moscú, que ha sido desmentido por Washington y la OTAN. Mientras tanto, el conflicto sigue escalando con la expulsión del segundo diplomático de la embajada norteamericana en Rusia.

 

 

En este juego de información y desinformación, que se está presentando con respecto a Ucrania, tanto en la Casa Blanca como en las capitales europeas se señala a Vladimir Putin y la táctica rusa de filtrar hechos como si fueran ciertos, mientras que en la realidad sucede lo contrario. Dentro de este juego de ajedrez, con el fin de generar la confusión necesaria en la opinión pública, al final lo que va a quedar no es la realidad de lo que está aconteciendo, sino dos verdades sobre las cuales va a ser difícil ponerse de acuerdo. De esta manera, los países occidentales se van a alinear con Estados Unidos y Europa, mientras que Rusia tendrá los apoyos de China, India y Corea del Norte, así como de sus satélites fronterizos. Como hecho paradójico, ha sido el propio presidente de Ucrania, Volodomir Zelenski, el que ha tenido que salir a pedir mesura con respecto a los señalamientos de una inminente acción militar por parte de su vecino.




El anuncio hecho por Moscú de retirar sus tropas al inicio de esta semana pareció comenzar a bajarle tensión al problema. En ese momento, y ante la voluntad expresada por Vladimir Putin de mantener el diálogo con Estados Unidos, se pensó que la diplomacia, como era lo deseable, sería la forma lógica de resolver el conflicto. Sin embargo, el moderado optimismo duró unas horas ante informaciones en Washington y Bruselas, sede de la OTAN, según las cuales no solo no se habría producido el retiro de las tropas, sino que Rusia habría colocado 7.000 soldados más en su frontera con Ucrania, elevando el número total de efectivos a 150.000. Además, el presidente Joe Biden volvió a insistir ayer sobre la “muy alta” amenaza de que se lleve a cabo la invasión y que lo que está sucediendo no es distinto a un paso más en la escalada que tiene lugar. El Kremlin, por su parte, ha negado las acusaciones e insiste en que no existe voluntad de llevar a cabo una acción militar y que sus tropas se han retirado a cientos de kilómetros de la frontera, luego de terminar sus ejercicios militares.

 

 

La amenaza rusa ha sido reiterada por Biden desde hace varias semanas, señalando incluso que desde Moscú están preparando un incidente que sea el que desencadene las acciones militares contra Ucrania. La posibilidad de que esto suceda podría darse en la región del Donbás, donde Putin aspira a que las llamadas República Popular de Donetsk y la República Popular de Luhansk, que reciben todo su apoyo, sean reconocidas como autónomas, es decir, que queden bajo su influencia directa. Allí el ejército ucraniano viene adelantando operaciones militares contra los rebeldes separatistas, lo que Moscú ha denunciado como una actitud agresiva por parte de Kiev en contra del legítimo derecho de sus habitantes a lograr la independencia.

 

 

De momento prima la incertidumbre. El martes se llevaron a cabo ciberataques dirigidos contra sitios web oficiales. Mientras tanto, un alto miembro del Parlamento mencionó que la histeria con respecto a la posibilidad de una invasión le costaba al país entre US$2.000 y US$3.000 millones mensuales. Aunque la apuesta continúa siendo por una solución diplomática, se mantienen los vientos de guerra.

 

Editorial de El Espectador

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