Sin tener ni una bola de break a favor, el español se impone 7-6 y 7-6 en la final de Cincinnati a Isner y recupera el número dos, con lo que evitará a Djokovic hasta una hipotética final del Abierto de EEUU
La victoria se decide en un par de fogonazos, apenas en unos pocos peloteos. Cuando Rafael Nadal celebra 7-6 y 7-6 el título del Masters 1000 de Cincinnati ante John Isner acaba de domar un partido angustioso. El estadounidense compite con una precisión robótica y una cadencia de saque alienante —ace, saque ganador, ace—; y tiene dos pelotas de set al resto en la primera manga que marcan el partido a fuego.
El español las supera empuñando el bastón de mando, atacando, y entonces se dedica a aplicar el plan que finalmente le lleva hasta la victoria. Pese a que en todo el duelo no goza de una sola bola de break, Nadal se acula contra la valla y gana tiempo y espacio para observar la trayectoria de las bombas de Isner. Pone muchos saques en juego. Obliga a su contrario a un esfuerzo tras otro y le desgasta hasta que el mallorquín canta el gordo: en el primer saque de Isner en el tie-break de la segunda manga, coloca un resto cortado, à la Ferrer, gana el punto y ya nunca mira atrás.
Fue más que otro título. Fue más que la vuelta al número dos del mundo, lo que le permitirá evitar a Novak Djokovic hasta una hipotética final del Abierto de Estados Unidos, que comienza el próximo lunes. Fue un golpe en la mesa, un mensaje gritado a los cuatro vientos: al día de hoy, Nadal, el rey del ritmo, no le teme a nada sobre cemento. Tampoco a los sacadores. Para celebrar en dos semanas los trofeos de Montreal y Cincinnati, su quinto Masters 1000 del curso, igualando el récord de Novak Djokovic en 2011, el español desarboló a los dos bombarderos más prestigiosos del circuito, Isner (Cincinnati) y Raonic (Montreal).
Estas son las credenciales de los dos norteamericanos, estos los datos que fotografían lo inspirado que ha estado el español al resto durante su verano de fuego.
Isner, de fluida y plástica técnica, es el tenista del circuito que más aces produce, el que más puntos de break salva (71%) y el segundo en puntos ganados con primer servicio (79%). Raonic, menos estético, más violento en el golpeo, es el que más suma en esa última estadística (80%) y el que lidera la de juegos ganados al saque (90%), seguido por… Isner (89%).
Ninguno de los dos fue capaz de ganarle un set al español o de hacerle un break en sus respectivas finales. El canadiense, además, perdió cuatro servicios.
Un 2013 increíble
Nadal suma nueve títulos en lo que va de temporada, lo que convierte a 2013 en el segundo curso más productivo de su carrera. Solo ganó más en 2005 (11).
En los 12 torneos disputados tras volver en febrero de una lesión de siete meses ha jugado once finales. Perdió a la primera en Wimbledon.
El de Cincinnati es su 26º título de la categoría Masters 1000. Nadie tiene más. El siguiente en la lista es el suizo Roger Federer, con 21. Novak Djokovic tiene 14.
¿Cómo se enfrentó el español a esos partidos que le negaron el ritmo? ¿Cómo afrontó la final ante Isner tras dos semanas agotadoras que fueron consumiendo sus reservas emocionales y exigiendo hasta el límite a su mente de hierro?
“Puse mi mejor actitud”, dijo el campeón de 12 grandes. “Fui paciente a la espera de mis oportunidades y estuve concentrado para intentar no darle oportunidades con mi saque”, continuó. “Si John sigue sacando así y golpeando derechas como esas, tendrá la oportunidad de ganar torneos como este”.
Una vez más, Isner demostró que es más que un saque. En la mejor tradición estadounidense, el gigantón es un competidor nato, que maximiza sus virtudes y minimiza sus debilidades. Al chico le gustan los partidos calientes y las emociones fuertes. Capaz de tumbar durante la semana al número uno (Djokovic) y el número siete (Del Potro, tras superar punto de partido), Isner demostró ante Nadal que también tiene mucho que decir con la pelota en juego. De derechazo en derechazo, el número 22 del mundo hizo mucho más que dejar algunos pelotazos llameantes. Enseñó que su juego está en constante evolución, que su revés ya no es de plastilina, y que puede visitar con asiduidad la red para cerrar los puntos que lanza con la ventaja de su tremendo servicio. Incluso dejó algunas defensas impensables en un hombre con su percha (2,08m), como la que a punto estuvo de darle el break en el 3-3 de la segunda manga.
Frente a eso, Nadal salió con la lección aprendida. Pelotas cortadas para doblar el espinazo del gigante, obligado a agacharse. Control de los puntos desde el fondo de la pista. Capacidad de ajuste sobre la marcha: viendo que Isner aprovechaba su insistente ataque al revés para rodear la pelota y golpear la derecha, Nadal atacó por el otro flanco. En seguida supo observar que su contrario se apoyaba hacia la izquierda para defenderse, lo que dejaba descubierta la orilla de su drive.
Como un corsario, el español se lanzó al abordaje y castigó a su contrario. A Isner le faltó malicia. El español tuvo que jugar un par de segundos saques en momentos críticos. El estadounidense, esperando que le atacara el revés, cedió pista para golpear con la derecha. Solo encontró el aire: inalcanzable, la pelota de Nadal, uno al que sí le sobre colmillo retorcido, voló hacia donde no estaba.
El español llegará al Abierto de EE UU (desde el 26 de agosto), en una situación inmejorable. Nunca había ganado los dos masters 1000 de la gira estadounidense de verano, porque jamás se había impuesto en Cincinnati. Jamás soñó con estar en esta posición cuando perdió a la primera en Wimbledon y empezó el verano con un aparatoso vendaje rodeando su rodilla izquierda.
En el camino hacia sus tres títulos sobre cemento de 2013 (Indian Wells, Montreal y Cincinnati) han caído Novak Djokovic, Roger Federer, Juan Martín del Potro o Tomas Berdych, lo que sitúa al español como máximo favorito a ganar el último grande del año, donde podría recuperar el número uno. Con ese peso sobre los hombros, las piernas carcomidas por más partidos que nunca y el ánimo espoleado por dos triunfos gloriosos llegará Nadal a la gran manzana, donde no compitió en 2012 por lesión. En la ciudad que nunca duerme, un español puebla las pesadillas del resto de favoritos.
Fuente: El País