En 1978, Chile y Argentina casi se fueron a la guerra por la soberanía del Canal Beagle. Desde ahí, aunque las dictaduras eran parecidas ideológicamente, la relación nunca volvió a ser lo mismo. Ante todos nuestro país tomó una postura de neutralidad, pero por debajo hizo lo posible para dañar a su vecino. «Personalmente digo que sin esa colaboración no habríamos ganado la guerra», reconocen desde la Real Fuerza Aérea.
Hoy se cumplen 40 años del inicio de la guerra de las Malvinas, conflicto que enfrentó a Argentina y Reino Unido por más de dos meses en 1982.
Por casi 30 años el papel de la dictadura chilena en ella fue manejado y ocultado bajo lo que se conoció como un “fuerte silencio diplomático”.
El régimen chileno prestó apoyo logístico clave a las fuerzas del Reino Unido en desmedro de su vecino.
En el conflicto el control aéreo austral resultaba fundamental para la cobertura de las islas al sur del Atlántico.
A juicio de historiadores consultados por EFE, el intercambio de información, uso de territorio para instalación de radares y vuelos de reconocimiento facilitados por Augusto Pinochet inclinaron la balanza a favor del dominio inglés.
“Recién en la década pasada el rol de Chile en la Guerra de Malvinas empezó a ser un poco más público y claro”, dijo a EFE el director del Observatorio de Historia Reciente de Chile y América Latina de la Universidad Diego Portales, Claudio Barrientos.
“Durante mucho tiempo tuvo un silencio diplomático bastante fuerte donde ambos países sudamericanos decidieron mirar para otro lado porque a ninguno le convenía un conflicto por esto”, añadió.
Chile y Argentina, una relación compleja
A principios de la década de 1980, tanto Chile como Argentina vivían bajo brutales dictaduras militares consolidadas y con miles de casos de violaciones a los Derechos Humanos que incluyeron ejecuciones sumarias, secuestros, torturas y la desaparición forzada de opositores políticos, principalmente militantes de izquierda.
La afinidad ideológica de ambos regímenes, encabezados por Pinochet y Leopoldo Fortunato Galtieri en Argentina les llevó incluso a coordinar la represión a nivel continental – junto a las dictaduras de Paraguay, Uruguay, Brasil y luego Perú y Ecuador – en una serie de crímenes cómplices conocidos como “Operación Cóndor”.
Pero pese a esa afinidad, basada en un anticomunismo inyectado en Latinoamérica por Estados Unidos, los conflictos territoriales pesaban también mucho entre ambas tiranías, tanto que la soberanía del Canal Beagle, en la Patagonia, casi desemboca en un conflicto armado.
“Si pensamos en el contexto histórico, Chile venía saliendo de una casi guerra con Argentina en 1978 producto del conflicto del Beagle y las islas del sur”, apuntó Barrientos.
“Las relaciones diplomáticas no eran buenas, esto es crucial para entender este rol ambivalente de Chile: públicamente asumió una neutralidad política y bélica, pero en términos estratégicos jugó un papel importante en favor de los ingleses”, detalló.
Para el mundo, Chile mantuvo imparcialidad ante el estallido de la guerra por Malvinas, pero según publicó un antiguo oficial de la Fuerza Aérea (RAF) británica, sin el favor de Pinochet el conflicto habría sido otro.
“Sin esa colaboración no habríamos ganado” la guerra de las Malvinas
Sidney Edwards ya era un experimentado oficial de la Fuerza Aérea inglesa cuando la primera ministra, Margaret Thatcher, ordenó a la flota emprender rumbo a los mares australes para repeler la “invasión argentina”.
Pocos meses antes de desencadenarse la campaña, su dominio del español y fogueo en el combate aéreo lo hicieron el candidato perfecto para tender puentes con la Junta chilena y buscar apoyo, detalles que narró en su libro My Secret Falklands War publicado en 2014 tras 30 años de silencio.
“Personalmente digo que sin esa colaboración no habríamos ganado la guerra. Esa es mi opinión. Estoy muy agradecido de los chilenos, fueron muy amigables y ayudaron mucho”, señaló Edwards en una entrevista en 2014.
“Creo que lo más importante fue la información sobre el despegue de los aviones de ataque argentinos de la base en el sur del país, y pudimos contar con la información de radares en Punta Arenas y de otro radar que teníamos instalado en el sur de Chile, lo que mejoró la cobertura de las bases argentinas”, señaló
“Así, la flota británica conocía por adelantado (la posición) de las naves argentinas. Eso fue absolutamente crucial para ganar la guerra”, agregó Edwards, quien trabajó directamente en ese entonces con Fernando Matthei, el jefe de la FACh.
Devolver el favor
En 1978, el deterioro de la imagen de Chile empezaba a ser un hecho: el hallazgo de cuerpos calcinados en Lonquén, correspondientes a detenidos desaparecidos, abrió un flanco de duros cuestionamientos por crímenes de lesa humanidad y la comunidad global se aprestaba a aislar a Pinochet.
“Matthei viaja a Inglaterra tras asumir Thatcher en 1980 con un gobierno conservador y proclive a Pinochet, pensando en desbloquear las barreras diplomáticas y económicas para que Chile adquiera armamento”, detalló Barrientos.
“Ella desbloquea las relaciones de intercambio con Chile y por tanto desde el 80 ya mantenía un flujo de inteligencia con Inglaterra. Eso está documentado”, resaltó.
Esa complicidad vivió su último capítulo 16 años después: en 1998, Pinochet fue arrestado en Londres, pero los conservadores ingleses se opusieron a su extradición, pedida por el juez español Baltazar Garzón.
EFE