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Detrás de la enfermedad de Chávez, sufrimiento, secretos y palabras finales

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Detrás de la enfermedad de Chávez, sufrimiento, secretos y palabras finales

«Yo no quiero morir, por favor, no me dejen morir.»

 

Las últimas palabras de Hugo Chávez son las de un hombre que temía a la muerte, no las del mito que crece hora tras hora al calor de la despedida multitudinaria en Caracas. Palabras de rebeldía contra el cáncer que padecía desde 2011: un leiomiosarcoma en la vejiga se escondía en su cuerpo, un tumor maligno tan agresivo que los enfermos que lo padecen no superan los dos años de esperanza de vida.

 

El jefe de la Guardia Presidencial, José Ornella, era uno de los militares más cercanos a Chávez. Lo acompañó durante años de revolución. También cuando le llegó la muerte por un «infarto fulminante» , según describió Ornella, que se encargó de descubrir al mundo cómo expiró su admirado líder, tal vez en el único capítulo transparente en su agonía.

 

El presidente, tras varios días en estado crítico , fue desconectado a las 15 de la ventilación asistida que lo mantenía con vida, según dijo el periodista Nelson Bocaranda. Sólo aguantó hasta las 16.25. «No podía hablar, pero lo dijo con los labios. El cáncer que estaba bastante avanzado lo venció», explicó Ornella.

 

Una historia contada en pequeños y atrevidos capítulos por periodistas como Bocaranda, bajo el oscurantismo y las mentiras del gobierno. Fue un dolor de rodilla en los primeros meses de 2011 el que advirtió que algo no iba bien con su salud. Ya en esos días Chávez no quiso creer a dos médicos que le advirtieron de la gravedad de su mal.

 

Continuó su agenda hasta que en junio de ese año, en La Habana, apareció el comandante de la revolución cubana. «No fue difícil para Fidel darse cuenta de algunos malestares, que yo había venido tratando de disimular desde semanas atrás. Fue así como se detectó una extraña formación en la región pélvica, que ameritó una intervención quirúrgica de emergencia», describió el propio Chávez.

 

Los médicos cubanos fallaron en su primer diagnóstico: no se trataba de un absceso pélvico. En la segunda intervención, el 20 de junio de 2011, se le extrajo un tumor como «una pelota de béisbol», que ya había sobrepasado el interior de la vejiga. Se cree que en esa operación se le quitó todo el órgano.

 

La estrategia gubernamental ya estaba en marcha. Se decretó el secreto de Estado, a imagen y semejanza del aplicado en Cuba desde 2006 con la enfermedad de Fidel. ¿Por qué? Maduro confesó en diciembre que la información sobre la enfermedad siempre estuvo determinada por la «lucha de ideas». Una batalla política que contemplaba las elecciones presidenciales a un año vista. Y una dolencia que afectaba directamente al «superhombre» Chávez.

 

Así se mantuvieron en secreto el tipo de cáncer, los órganos afectados, las operaciones quirúrgicas realizadas, la extensión y metástasis por el cuerpo. El país se defendió del oscurantismo desplegado por el gobierno con rumores que durante 21 meses tomaron sus calles.

 

El 23 de septiembre de 2011, Chávez acabó la quimioterapia y se declaró «libre de cáncer». No era verdad. En febrero del año siguiente, volvía a ser intervenido en La Habana de la primera recidiva en la misma zona afectada. Más radioterapia, más tratamiento y siempre el manejo informativo. Los primeros médicos que atendieron a Chávez conocían el avance de la enfermedad.

 

Pero Chávez, y la revolución, se enfrentaban a unas elecciones generales, que, por primera vez en 13 años, podían perder. El opositor Henrique Capriles recorría el país entre el fervor de la gente. Debilitado por el cáncer, Chávez apuró el paso.

 

La fotografía bajo la lluvia, al final de su último mitin en Caracas, es la de un hombre acosado por el dolor. Una imagen que para muchos puede convertirse, con el tiempo, en la fotografía símbolo del comandante.

 

Fue una victoria, aquel 7 de octubre, que jamás pudo disfrutar. Unas elecciones a las que concurrió con una promesa imposible: que estaba «totalmente libre de cáncer».

 

Los mismos expertos médicos desaconsejaron la última operación en La Habana. Sólo se podía paliar el dolor. Comas inducidos por el dolor, insuficiencia respiratoria aguda y paros respiratorios, con traqueotomía incluida, se fueron sucediendo mientras el oficialismo inventaba discusiones «de viva voz», reuniones maratónicas de cinco horas y un viaje de retorno en la madrugada «por seguridad».

 

La gran mentira, tantas veces repetida, es que Chávez se mantuvo al frente del gobierno, algo imposible para un enfermo en estado crítico. La historia se encargará, o no, de absolver a políticos como Nicolás Maduro.

Fuente: La nación

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