“Yo lucho allí al frente con los muchachos de la resistencia, con los padres, con las madres, con todos, porque creo que este país vale la pena, yo lucho al frente porque creo que nosotros podemos vivir en una Venezuela mejor. Cada vez que cae un compañero herido, cada vez que asesinan a un hermano, porque todos esos muchachos que están allí son hermanos míos también, no queda sino secarse las lágrimas y seguirle dando. Yo marcho cada día con la convicción de que nosotros vamos a sacar a esta dictadura”.
Esas son palabras de nuestro Juan Requesens. Y lo escribimos con el sentido de que es un dirigente que salió de la máxima casa de estudios, la que tanto odia el gobierno chavista; un joven conmovido por lo que sufre su país, que puede ser hijo de cualquier venezolano porque se siente hermanado con todos los muchachos que protestaban en aquel nefasto 2017, como él bien lo dijo en una intervención en la Asamblea luego de la muerte de un activista de la resistencia.
Pues bien, el gobierno chavista le tiene mucho miedo y por eso su justicia roja le impuso la pena de ocho años de cárcel por delitos que no pudieron probarle. Vale la pena rememorar de dónde salió la acusación. Ayer precisamente se cumplieron cuatro años del supuesto atentado del cual lo responsabilizan. Asistía Nicolás Maduro al acto de celebración por el 81 aniversario de la Guardia Nacional Bolivariana en la avenida Bolívar de Caracas cuando de repente un dron explotó en el aire. Al escuchar la detonación los agentes de seguridad cubrieron al mandamás de Miraflores con unos protectores y salió ileso del lugar. Una particularidad que muchos recuerdan fue la estampida que causó entre la tropa que estaba formada y los invitados de la tarima.
Requesens enfrentaba dos cargos por homicidio frustrado y otros cinco por tenencia de arma de fuego, terrorismo, traición a la patria, asociación para delinquir e instigación pública. Su abogado, Joel García, afirmó que el Ministerio Público no pudo probarle absolutamente nada. ¿Por qué la condena? Porque la justicia está al servicio ni siquiera del Poder Ejecutivo, del PSUV. Este joven político es peligroso libre, pues tiene la capacidad de encender los ánimos con sus palabras. Podría despertar a los venezolanos adormecidos por el peso de la sobrevivencia y de una dirigencia política que en su mayoría, utilizando palabras del secretario de la OEA, ya se ha dispuesto a cohabitar con el gobierno chavista.
Fueron condenados Emirlendris Benítez y Yolmer Escalona también por el mismo caso de supuesto magnicidio, pero ellos llevan una pena de 30 años de cárcel. Y además pidieron la extradición de Julio Borges, que actualmente reside en Colombia; esto queda en suspenso pues no se sabe cómo procederá el nuevo presidente del vecino país.
Requesens en la actualidad cumple arresto domiciliario, que le fue dictado en agosto de 2020, pero seguramente no ha dejado de pensar en el futuro de Venezuela. “Yo me niego a arrodillarme frente a quienes hoy pretenden quebrar nuestra moral. Muchos hermanos de nosotros están fuera del país, otros bajo tierra, porque los mataron. Porque los mataste, Nicolás. Los que todavía podemos estar aquí vamos a seguir poniéndole el pecho”.
Es otro preso del gobierno chavista porque decidió permanecer en Venezuela y continuar la lucha. Ojalá su coraje y entrega puedan inspirar a muchos otros. El país necesita este tipo de determinación.
Editorial de El Nacional