John Bolton, el hombre qe mueve los hilos venezolanos en Washington por órdenes de su jefe, es decir, del presidente Donald Trump, no ha tenido pelos en la lengua para revelar el contenido de las conversaciones que mantiene para encontrarle solución a la tragedia que aquí padecemos. Ya se sabe lo que procura en sus afanes hemisféricos, pero apenas se tiene idea sobre los interlocutores que frecuentan su despacho para ayudarle en la faena. Pero ahora nos ha soltado detalles dignos de consideración, que merecen el comentario que se hace de seguidas.
No solo se reúne con portavoces de la oposición, lo cual es lo más lógico del mundo. Si quiere deshacerse del usurpador, es lógico que hable largo y tendido con los que procuran el mismo objetivo. La novedad consiste en que ha comunicado que también recibe a personeros del gobierno, con los cuales abunda en detalles sobre el mismo asunto. ¿Qué quiere decir esto?
Que no los recibe para hablar de los resultados de las grandes ligas, porque esto se sabe a través de canales regulares accesibles, no sobre el estado del tiempo, tema igualmente conocido por cualquiera sin mayor esfuerzo. Los recibe para hablar de lo mismo que trata con los opositores, es decir, para darle el esquinazo a Nicolás. Ya es un dato elocuente, que adquiere proporciones olímpicas porque agrega Bolton que los figurones del oficialismo no le solicitan audiencia con el respaldo del hombre central de una disputa que hace tiempo se volvió internacional, sino por su cuenta y riesgo a escondidas de quien les paga el sueldo y los mantiene en las alturas del poder.
No da nombres el halcón, por supuesto, porque es ducho en el manejo de eso que llaman habitualmente información sensible, pero desembucha el dato de la presencia de esos curiosos e inesperados visitantes para que nos informemos del deterioro del poder que experimenta el usurpador, para que sintamos que cada vez está más solo y que es lo más parecido a un mandamás abandonado en el desierto. Abandonado por los suyos, por los habitantes más íntimos de su casa, desde luego, porque el pueblo le marcó distancias indiscutibles desde hace tiempo y los líderes de la oposición no ocultan su empeño ya antiguo en darle la patada que merece.
¿Está el capitán Diosdado Cabello en la lista de esos insólitos visitantes, de esas personas que en la calle se desgañitan gritando su apoyo al dictador y después no dudan en jugarle sucio a escondidas? Hacemos la pregunta porque se ha dicho que se ha acercado sigilosamente a los agentes del protervo imperio, sin que él lo haya desmentido categóricamente.
Editorial de El Nacional