Una cama estilo Hollywood. Sábanas de satén dorado. Sus manos revolotean por su cuerpo como dos tórtolas que aletean sobre su piel. Primero acarician su pecho blanco, su cuello, picotean los lóbulos de la oreja… Después pellizcan sus pezones erizados y endurecidos por laexcitación, se frotan entre sus labios entreabiertos que treman por el deseo, sus dientes mordisquean las yemas de sus dedos. Y esas manos descienden cuerpo abajo. Con más fuerza si cabe. El vello se le eriza. Amasan su pecho, su vientre como pan sin cocer, cada vez más abajo, un poco más. Juegan con el ombligo, el monte de Venus, deslizándose entre sus nalgas, por sus muslos, buscando una hendidura, que se humedece, hasta que, fortuitamente, se introducen en su cuerpo primero lentamente, después más rápido, y más rápido, más, más…
Su espalda se arquea. Su respiración se agita. La voz se quiebra. Se muerde. Sus dedos entran más profundamente. Más. El sudor recorre su columna, moja su nuca… Y vibra, y vibra, y vibra…
La mujer se levanta, con su cabello castaño claro desmadejado sobre los hombros, mira, sonríe a cámara, la cámara de su móvil, y lanzando un beso al aire, lo apaga. Mail. Seleccionar video. «Te va a gustar», escribe. «Hecho». Llaman a la puerta. «No puede ser…»
– ¿Olvido? ¿Estás ahí? ¡Olvido!
– Sí. Ya salgo.
– Te llaman del Ayuntamiento.
– Voy.
Y poniéndose una bata de seda azul, la concejal Olvido Hormigos sale de su dormitorio. Nada ha ocurrido. Su marido la espera para cenar. Ella, tras ordenar la cocina, se prepara el pleno del día siguiente. Una noche más en Los Yébenes, Toledo. Nada ha ocurrido. Nada. Pero, sí… pasó.
«Massima, una lectora nos ha hecho una pregunta y en la redacción hemos visto que suscita polémica. ¿Tú crees que mantener sexo por Internet si tienes novio es ponerle los cuernos o es una simple diversión? Haz un reportaje sobre al asunto, a ver si le podemos contestar y nosotras también nos aclaramos».
La redactora jefe me escribía este mail y a mí se me revolucionaba la orina porque, nenas, hay cosas a las que una no se quiere enfrentar. ¿Quién no ha tenido un escarceo de este tipo? ¿Lo de Olvido Hormigos era tan raro? ¿De verdad? ¿Quién no se ha escrito, yo qué se, por WhatsApp con un amigo y ha notado que la conversación se elevaba hasta un tono que te llevaba el corazón al borde del desbordamiento y cuando digo corazón, digo…? Y que luego no te haya entrado un sentimiento de culpa que estás flagelándote 15 días.
En resumidas cuentas, el sexo por Internet, teléfono, chat, fax… ¿cuenta? A ver, no soy mema, claro que cuenta. Relaja los chakras cuanto menos y te destensa que te deja nueva. Quiero decir, ¿el cibersexo cuando tienes pareja se puede considerar infidelidad? O sea, ¿del cibersexo vendrían los cibercuernos? No pongáis careto.
Según una encuesta realizada en el año 2014, el 60% de los hombres solteros y el 40% de las mujeres solteras han practicado sexo virtual por lo menos una vez. No soy tan rara. Y digo más. Sexole, un conocidísimo portal de cibersexo, realizó el primer estudio sobre conductas y preferencias sexuales de usuarios de Internet en España, revelando que las mujeres son más infieles que los hombres (50% frente al 44%). De hecho, según otro estudio de Journal of Couple and Relationship Therapy, entre un 45 y un 55% de las mujeres casadas son infieles.
¡Zasca! Psicólogos de parejaaround the world te sueltan como un mantra algo que se convierte en axioma universal: que el cibersexo sea una infidelidad depende únicamente de cada pareja. O sea, cibersexo sí, vale, pero consensuado. Ahora, ¿tu pareja está dispuesta a aceptarlo? ¿Sí? ¿Está preparado y se siente capaz? Fabuloso. Pero ¿es tan fácil decirlo en voz alta?, ¿verbalizar que te has hecho un Olvido Hormigos no supondría un duro golpe a la confianza de pareja? En realidad, ¿significa tanto que te masturbes delante de un ordenador?
Según la psicóloga Margot Zubieta, «tener una relación vía Internet es una estrategia generalmente usada por personas tímidas e introvertidas, deseosas de llenar un vacío producido quizá por una mala experiencia amorosa o simplemente por su carácter». Mmmm. ¿Es siempre así? No necesariamente tienes que estar sola, ser una friki, estar a disgusto con tu pareja o sentirte insatisfecha. Quizá pueda ser una fantasía sexual, una estimulación visual, sin ninguna implicación emocional. Como el porno. Si el consumo de pornografía está comúnmente aceptado y nadie te diría que estás siendo infiel a tu chico con Rocco Siffredi, lo mismo podría ocurrir con el cibersexo, ¿no? Porque ¿qué te lleva a buscar satisfacción sexual en Internet? Sin duda el anonimato mola. Allí nadie puede juzgarte porque nadie sabe quién eres, puedes desempeñar el rol que desees o incluso inventarte una identidad distinta en cada conexión. Sin preámbulos. Ni antes. Ni después. Solo apagar el ordenador. No importa lo que al otro lado de la pantalla hayan pensado de ti. Ah, pero ¿ha pensado en mí? ¿Resulta inevitable crear cierto vínculo con la persona de detrás de la pantalla? No me digáis que eso también hay que aclararlo. ¿Más complicaciones? ¿El sexo sin más no existe? ¿Una relación sea del género que sea siempre excede las fronteras del virtualismo?
Creo que en vez de aclarar, oscurezco, pero, chicas, no soy el juez de Veredicto, pero mira, os voy a soltar una serie de casos reales, para que ya, os quedéis locas.
«Descubrí que mi pareja abrió una cuenta de correo inventada con el fi n de tener cibersexo y chatear con otras mujeres, cuando se fue a estudiar fuera durante un año. Lo enfrenté diciéndole que ya no podía confiar en él y me dijo que lo hizo porque se sentía solo y que era su escaparate, sin sentimientos. Traté de comprenderlo y después de una larga pelea le sugerí que si quería tener cibersexo que lo hiciera conmigo… De cualquier forma, él ya eliminó esa cuenta y pronto volverá a casa…» Mirta J.
«Era viernes. Y pronto. Estaba solo. Había dejado a mi novia en casa porque tenía un examen el sábado. No sé cómo caí en una chat room… Era una chica guapa. Empezamos a tontear. Los dos sabíamos donde íbamos a parar. Nos masturbamos. Yo me despedí, cerré el ordenador y cuando me acosté, empecé a pensar… si lo descubriera Cris, ¿qué pasaría? Para mí fue como ver una porno, pero en realidad, no me importaría repetir. La chica era de Las Palmas, o sea, que ni nos encontraríamos, pero, ¿creería Cris que significaba algo para mí?» Daniel R.
«Lo hice a propósito. Empecé a mensajearme con un chico, pero no fui cuidadosa. Si era deseable para él, lo podría ser para otros hombres… De hecho, así era. Era deseable. Pero mi marido no se daba cuenta. No estábamos bien y descubrir que él tenía lo que otros solo podían ver por la webcam le hizo recapacitar. Seguimos juntos y el sexo, después de 7 años, vuelve a ser fabuloso». Elena S.
Y ahora, datos:
•Un 50% de las mujeres estima que el sexo por Internet no es infidelidad, coincidiendo con un 80% de hombres que piensan lo mismo.
•Un 81% de las mujeres confiesa que coquetea con sus compañeros de trabajo, y dos de cada tres de ellas aseguran que tienen pensamientos sexuales con ello.
•Un 20% de las mujeres españolas declara que no engaña a su pareja «pero estaría dispuesta a hacerlo si tuviera la oportunidad».
•Según otras encuestas, el 56% de los hombres aceptan tener un affaire apenas se les presenta la oportunidad, en cambio, solo el 35% de las mujeres acepta haber cometido una infidelidad, admitiendo que muchas veces lo hacen con la intención de vengar o denigrar a su compañero «porque no las valora realmente».
Y finalmente, la voz de los supertacañones.
Según el psicólogo Daniel Arce Aquino, el cibersexo siempre podría ser interpretado como una infidelidad, ya que pese a que no exista un contacto físico el tener una relación sin el conocimiento de la pareja formal implicaría un daño a esa relación y la vulneración de los sentimientos del otro. Es decir, estás destruyendo un vínculo de confianzaentre ambos. Y recuerda: el cibersexo no es real y estás emocionalmente ligado a una persona que sí lo es. Pero, si no es real, ¿por qué preocuparse? Porque dejando las disyuntivas morales y los cuernos, ¿qué desventajas genera el cibersexo? Una, que alguien saque a la luz esas interacciones sexuales, vamos, que no siempre la persona con la que sexinteractuamos es de fiar y puede que le chifle lo de ponerte tacones para el techo en YouTube. O también puede ocurrir que haya un desaprensivo hacker que te robe impunemente tu vídeo prohibido.
Brandy Ledford, la Penthouse que se hizo famosa con Los vigilantes de la playa y por la serie de ciencia ficción Stargate Atlantis vio cómo su trío con un cantante y una actriz porno se convertía en un hit de las redes. Y a nadie se le pasó el momento del vibrador… Pobre.
A Kim Kardashian también le ocurrió. Vamos, que para ella ni el bisturí ni el látex ni el porno casero tienen secretos. En 2006, se filtró su faena con su novio de entonces. A Paris, su abuela la desheredó por buscar en la entrepierna de un muchacho algo en plena playa. Y Pamela y Tommy Lee sobre la eslora de su barca es un clásico como El acorazado Potemkin.
La otra desventaja es la pulsión. Es decir, que no puedas parar. Quedaos muertas, la adicción al cibersexo entre los usuarios de Internet es superior al 7%, por lo que se estima que afecta a más de 12 millones de personas en el mundo, asegura Francisco Alonso Fernández, presidente de la Sociedad Europea de Psiquiatría Social y catedrático de la Universidad Complutense de Madrid. «Su poder de atracción», explica, «se sustenta en lo que podríamos llamar la triple A: acceso, garantizado en millones de lugares las 24 horas; apertura, por su carácter legal y bajo precio, y anonimato, porque permite preservar la identidad y le mantiene exento de contraer enfermedades de transmisión sexual». Y que el amante virtual es todo comodidad, ¿no? Es un confidente ideal que, cuando la pareja está pasando por un mal trance, puede ser un aliado peligroso. «Ni siquiera hay que salir de la casa para consumarlo». Alonso Fernández puntualiza que el 50% de los sexo adictos por Internet que tienen pareja estable llega con el tiempo a sufrir una anorexia sexual con su pareja ya que interrumpe las relaciones sexuales entre ambos: «Si la pareja descubre la adicción, es invadida por una mezcla de sentimientos de vergüenza, humillación e indignidad por traición. La consecuencia más rotunda es laruptura de la relación. El anoréxico sexual es adicto al cibersexo».
La terapeuta Stephanie Carnes, autora de Mending a Shattered Heart dice en su libro que la adicción al alcohol, al juego o a las drogas puede destrozar vidas, pero más controvertida y menos conocida es la abrumadora necesidad de satisfacción sexual, tan intensa que la compara con la cocaína. «El sexo, como la comida, es una necesidad primaria para los humanos. Con la llegada de Internet, es fácil de conseguir, ya sea cibersexo o citas acordadas mediante páginas web. Pero el cibersexo es más fácil de ocultar y negar que el consumo de alcohol y drogas. Sin embargo, las consecuencias pueden ser igual de graves: pérdida de empleo, daños en la salud, arruinarse y alejarse de la familia y amigos.» Y si no, que se lo digan al congresista estadounidense Anthony Weiner. Tuvo que dimitir por la presión de sus compañeros demócratas, incluido Barack Obama, tras admitir haber enviado a unas jóvenes mensajes sexualmente explícitos y fotos comprometedoras de sí mismo. Aseguró que estaba en tratamiento por un problema no especificado.
Lo del actor David Duchovny reconozco que le da puntos. Con esa carita de palo, era adicto al sexo e ingresó en un centro de rehabilitación para desórdenes sexuales en 2008.«El cibersexo es poco beneficioso para el organismo porque al momento de hacer el amor el cuerpo libera endorfinas, en tanto el cibersexo solo privilegia el proceso mental antes que el físico», recuerda psicólogo, Daniel Arce Aquino, el supertacañón, ¿os acordáis? Pues a lo mejor habría que hacerle caso. O no. Porque os confieso: mientras leíais este reportaje, yo estaba con El dormilón, de Woody Allen, que a anorexias sexuales no le gana nadie y en esa peli se inventaba un aparato futurista llamado ‘El Orgasmatrón’, en donde las personas del año 2173 tenían orgasmos en una especie de cabina telefónica sin siquiera quitarse la ropa. Limpio, ordenado y sin complicaciones. En el sexo no tenemos remedio. O quizás, ¿para qué tenerlo?
Cosmohispano