De un día para otro surge pérdida de control de alguna zona del cuerpo: la persona puede dejar de mover una pierna o alguna otra extremidad, puede presentar fatiga y lentitud crónica (cansancio por solo dar pocos pasos al caminar) o alteraciones en la sensibilidad, pérdida de control de esfínteres, disminución de funciones motoras y de capacidades cognitivas como: la memoria, atención, el habla. Todos estos síntomas, que afectan profundamente el desarrollo de la vida de un individuo y la rutina de sus familiares, pudiesen ser causados por una enfermedad que perjudica el sistema nervioso central de la persona afectada, llamada Esclerosis Múltiple.
La Esclerosis Múltiple es una patología que se caracteriza por ataques recurrentes del propio sistema inmune a la mielina -sustancia que recubre una parte de las neuronas- generando inflamación del tejido cerebral afectado. La carencia de mielina causa daños en las neuronas y puede originar manifestaciones en muchas partes del cuerpo, al ocasionar fallas en las conexiones de la red que compone el sistema nervioso central. Por estas razones, es conocida como una enfermedad desmielinizante, neurodegenerativa y crónica.
Estos ataques a la mielina son conocidos como brotes o recaídas de la enfermedad y bajo ciertas condiciones –fiebre, baños de agua caliente, fumar cigarrillos, exposición al sol y estrés, entre otros- pueden empeorar las crisis. En el presente, todavía se discute qué causa la patología, pero se conoce que con ella definitivamente los mecanismos autoinmunes propios están asociados.
El deterioro cognitivo y los daños en la locomoción de los pacientes con Esclerosis Múltiple causan trastornos en su estilo de vida, especialmente porque se presenta con mayor incidencia en personas con edades comprendidas entre los 20 y 40 años, en la plenitud de la vida productiva. En el presente, la enfermedad no tiene cura. Sin embargo, tratamientos pueden retrasar el avance de la patología, haciendo menos frecuentes las recaídas.
