Vaciado de poder
«La izquierda se divide cuando discute porque pretende crear un nuevo mundo, no sólo administrar el existente» Simone de Beauvoir
S in resignarse al desplome del desopilante magnicidio proclamado a todo dar por Jorge Rodríguez, el diputado Cabello lo reactivó hace una semana. Con el aire seguro que suele adoptar cuando se dispone a embaucar inocentes, anunció no sin solemnidad que a más tardar el martes presentaría las pruebas más contundentes del magnicidio.
-No les quedará sino correr, se jactó.
Siguiendo la lógica del chivo Vladimir Acosta puede uno decir: si no las presentó al reiterar la acusación, es que no existen.
¿A qué fin serviría mantenerlas ocultas? Pues bien, como lo esperaban hasta los más ingenuos nadie corrió el martes ni los días siguientes. Nadie correrá nunca jamás por infundios de ese tipo, lo que dará nuevas razones para dudar de la cordura del gobierno revolucionario. Y no es únicamente cuestión de desorden mental.
El caso muestra adicionalmente la profundidad de la crisis del bloque político gobernante. Los conflictos internos del PSUV se dirimen como en un ring de boxeo. Queriendo ganar credenciales en la lucha interna, los contendientes se adornan de legitimidad revolucionaria calumniando hasta desgañitarse a los líderes de la disidencia.
2 El misil disparado por Jorge Giordani contra Maduro mantiene esa pauta. Sigue, claro está, con la lata de la inestabilidad fascista «amamantada» desde Washington. Ignora deliberadamente lo que sea fascismo, sabe que el cognomento apunta más bien a las prácticas de la sedicente revolución, pero como se enfila a fondo contra el sucesor no le va mal valerse de pecadillos conceptuales. Para quienes se acostumbraron a destruir la memoria histórica y rehacerla conforme al interés de la causa, esos pequeños disparates no tienen importancia. La verdad no siempre es revolucionaria.
La carta de Giordani traslada al plano ideológico el enorme descontento militante desatado por la pandemia de la corrupción, la entronización de las cúpulas boliburguesas, el despojo del derecho de elegir y ser elegido en el esquema de la maloliente dedocracia, que por cierto- promueve serviles en lugar de revolucionarios. El Hombre Nuevo, digámoslo con Ernesto Guevara.
Por Giordani confirmamos que esas quejas fragmentarias traducen un raizal enfrentamiento ideológico. La historia nos advierte que cuando la izquierda radical discute a fondo sus diferencias se hacen casi inevitables las escisiones o las expulsiones masivas. Los más decentes dividen. Los más indecentes aplastan al otro y lo persiguen. Cuando Maduro llama «traidor» a un profesional de tan íntima relación política con el caudillo, principal ideólogo de sus socorridas tesis, y más fiel de sus amigos, acusa el golpe vomitando oxígeno; y lo peor: revela que no se trata de una crisis temporal, susceptible de solventarse con el soborno social o la compra de conciencias.
Degradaciones de ese género tienen, en casos como estos, eficacia cada vez más limitada. No es cosa de adquirir en subasta un par de diputados o tales o cuales dirigentes siempre dispuestos. La cuestión pasa a ser la confrontación alrededor de dos temas hirientes, cardinales, de fondo: el primero, el socialismo encomendado por el caudillo y articulado en buena parte por Giordani; el segundo, quiénes son consecuentes con ese legado del comandante eterno y quiénes en los hechos lo están aniquilando.
3 Sin contenerse, sin la menor consideración hacia el tenaz colaborador de su amado líder, Maduro lo llama lisamente traidor. ¿Cómo pudo ser tan ciego el comandante para retener un alevoso a su vera durante trece largos años? Porque o Giordani es un indigno felón y en consecuencia el comandante será un certificado incompetente, o no lo es y por ende la felonía bien podría devolverse contra quien la invoca. No me corresponde a mí decidir semejante dilema, pero sí a la masa de los chavistas. Ahora, en o después del Congreso del PSUV.
La crítica del zar económico contra el presidente Maduro es dura pero sin epítetos. La reacción de éste ha sido destemplada hasta la desesperación. ¿Qué se mueve en el fondo de estas turbulencias? Caben dos explicaciones.
Una, existencial. Aparecen nuevas pruebas de la ineptitud del sucesor y de su alejamiento del sacro legado. Con la reconocida autoridad del acusador pueden esperarse repercusiones intensas en el Congreso que elegirá la dirección del partido.
No parece fácil evitarlas.
La otra, emocional. Dos palabras mágicas saltaron a la palestra. «Vacío, Poder».
En el discurso oficialista esas palabras brotaron dos veces. La primera, a raíz de la renuncia del caudillo y el pronunciamiento del TSJ descartando que hubiera ocurrido un golpe. Fue «un vacío de poder», sentenció. El presidente renunció. La renuncia es causal de ausencia absoluta. El artículo constitucional 233 es implacable. La renuncia consagra- ocasiona la extinción del mandato presidencial. Al no darse con el paradero del vicepresidente Cabello, se creó un «vacío, sí, de poder» pero también se produjo un «golpe de Estado». Sólo que quien lo propinó fue el Alto Mando con la vocería del general Lucas Rincón, estrecho aliado del presidente. Carmona nunca debió ocupar el cargo, pero así transcurrió aquella comedia de equivocaciones.
«Much ado about nothing», que dijera Shakespeare.
Aunque lo intentó, el presidente no pudo convertir en epopeya aquel desairado momento.
-No renuncié, fue una maniobra, clamó.
Hábil quizá, pero no épico. Allende prefirió morir, a renunciar. Chávez renunciar, a morir.
Cada vez que alguien evocaba los malditos vocablos, le caía la maquinaria pesada del gobierno, hasta ahora cuando los trae Giordani, turbándole el sueño al angustiado sucesor.
¿Desliz? ¿Dardo untado de curare? Dígalo usted, Padre Tiempo.
Américo Martín
Editorial de Tal Cual