24 años

De todas las “fiestas patria chavistas”, la que debería celebrar su ascenso al poder el 6 de diciembre de 1998 ocupa el último lugar de su particular escalafón. En el top está el intento golpista del 4 de febrero de 1992, seguido de los días del Caracazo de 1989, el 27N del 92 (su otro golpe, aún más violento y también fallido) y la del 13 de abril de 2002.

 

 

La primera victoria electoral de Hugo Chávez, de la que ahora se cumplen 24 años, se produjo bajo el marco de la Constitución de 1961, elaborada y aprobada con el retorno de la democracia tras el derrocamiento de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez.

 

 

Bajo la letra de ese texto constitucional se realizaron elecciones presidenciales cada 5 años, con una altísima participación que nunca bajó de 80% entre 1963 y 1988, con el máximo de 96,7% en 1968 cuando Acción Democrática –el partido gobernante durante los dos primeros períodos de la era democrática– entregó el poder al opositor partido Copei, que se impuso por tan solo 33.000 votos de diferencia.

 

 

Un sistema confiable, por tanto, que disipó cualquier sombra de duda sobre quién iba a detentar el poder, incluso en esa elección del 98 que ganó con amplitud Chávez, a pesar de sus antecedentes golpistas y su dudosa convicción democrática, para muchos, aunque insuficientes.

 

 

Aquella noche del 6D, en el éxtasis de su triunfo electoral, y aun cuando su discurso fue de tono moderado, Chávez recordó para sus votantes y los desprevenidos lo que era: “Ustedes saben que lo que yo soy es un soldado y ahora como presidente de Venezuela nada va a cambiar mi condición…”.

 

 

Y reivindicó no solo quién era sino de dónde venía: “Yo vengo aquí en esta medianoche –dijo– como vine también a Caracas otra medianoche, hace ya varios años, cuando por aquí pasamos alzados en rebelión militar, era el amanecer del 4 de febrero de 1992, cuando comenzó todo esto, porque verdaderamente lo que hoy está pasando en Venezuela es la continuación del 4 de febrero de 1992”.

 

 

Una conexión, también, con otro día, el 14 de diciembre de 1994, cuando ante las barbas de Fidel Castro y su sonrisa socarrona, en la Universidad de La Habana, el soldado Chávez recién salido de prisión por su intento golpista sostuvo que la vía de las armas no estaba desechada y que esperaba volver a Cuba para “extender los brazos” de un proyecto revolucionario común.

 

 

Las armas del 4F, convertidas en partido militar gobernante, y la soberanía entregada al envejecido y oportunista régimen cubano, han marcado el devenir de estos 24 años de un “proyecto revolucionario” que no quiere saber nada de elecciones legítimas y en las cuales todos los venezolanos pueden elegir y ser elegidos: la única forma para reencontrar el camino de la institucionalidad democrática y rescatar el país hundido.

 

 

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Editorial de El Nacional

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