..”Un día que permite tomar conciencia de la verdadera importancia que tienen los principios de libertad, justicia y la paz en el mundo..”
El 26 de noviembre de 2007, la Asamblea General de Naciones Unidas declaró que el 20 de febrero de cada año es el Día Mundial de la Justicia Social, un día que permite tomar conciencia de la verdadera importancia que tienen los principios de libertad, justicia y la paz en el mundo, consagrados en la Declaración de los Derechos Humanos, en línea con el necesario reconocimiento de la igualdad de todos ante ley que establece el artículo 14 de la Constitución Española.
Porque un día como el 20 de febrero, en el que se celebra el Día Mundial de la Justicia Social, debe hacernos reflexionar sobre cómo superar definitivamente, y como sociedad, cualquier atisbo de discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social, que pueda existir hacia algún miembro de la comunidad.
En consecuencia, el espíritu de este día que persigue “apoyar la labor de la comunidad internacional encaminada a erradicar la pobreza y promover el empleo pleno y el trabajo decente, la igualdad entre los sexos y el acceso al bienestar social y la justicia social”, debe ser aprovechado en aras de avanzar hacia una verdadera sociedad de todos y para todos.
Superar barreras y desbloquear oportunidades para la justicia social
El tema de este año se centra en las recomendaciones de Nuestra Agenda Común para reforzar la solidaridad mundial y restablecer la confianza en los gobiernos bajo el lema «Superar barreras y desbloquear oportunidades para la justicia social». Así pues, la celebración del día este 2023 sirve para fomentar el diálogo con los Estados miembros, la juventud, los interlocutores sociales, la sociedad civil, las organizaciones de las Naciones Unidas y otras partes interesadas sobre las medidas necesarias para fortalecer el contrato social que se ha visto fracturado por el aumento de las desigualdades, los conflictos y el debilitamiento de las instituciones destinadas a proteger los derechos de los trabajadores. A pesar de estas múltiples crisis, hay muchas posibilidades para construir una coalición en favor de la justicia social y desencadenar mayores inversiones en empleos dignos, con especial atención a la economía verde, digital y del cuidado, y a los jóvenes.
Una Coalición Mundial para la Justicia Social
La pobreza y las desigualdades dentro de los países y entre ellos están aumentando en muchas partes del mundo. Las crisis económicas y sociales de los últimos años se han visto agravadas por las consecuencias de la pandemia de COVID-19, los desastres naturales resultantes de la aceleración del cambio climático, las tensiones geopolíticas y los conflictos armados. Estas crisis, al margen de las tragedias humanas que provocan y su impacto en el mundo del trabajo, han puesto de manifiesto las interrelaciones y dependencias de las economías y sociedades en todo el mundo y la imperiosa necesidad de adoptar medidas concertadas para poder afrontarlas a nivel mundial, regional y nacional.
Esto ha ocurrido entre grandes transformaciones como las crecientes perturbaciones en las economías vinculadas a la globalización y la tecnología, importantes cambios demográficos, crecientes flujos migratorios y situaciones prolongadas de fragilidad. El mundo del trabajo no ha salido indemne de estas convulsiones. La aparente falta de respuesta satisfactoria a estos múltiples desafíos y cambios ha suscitado en muchos países un creciente descontento y desconfianza con respecto a las instituciones establecidas y los responsables de la vida pública.
Ante esta compleja situación, el sistema multilateral también se ha esforzado por adaptarse al entorno cambiante y dar respuestas concretas y coordinadas a muchos de los desafíos más acuciantes a los que se enfrenta el mundo. La creciente discordancia entre los compromisos internacionales asumidos y los logros concretos obtenidos ha fragilizado la acción multilateral y su credibilidad, dando pie a críticas abiertas o desinterés. Ahora más que nunca, es urgente que el sistema multilateral cumpla con sus compromisos y contribuya a aportar soluciones a los problemas cotidianos de las personas de manera más eficaz y coherente.
Este sentimiento de urgencia ha sido compartido entre muchos, entre ellos, el Secretario General de las Naciones Unidas quien, en su informe Nuestra Agenda Común alerta sobre las crecientes brechas actuales y aboga por una forma de multilateralismo más interconectada e inclusiva, que vuelva a apostar por la solidaridad mundial y renueve el contrato social entre los Gobiernos y la población y dentro de cada sociedad, basándose en una concepción amplia de los derechos humanos.
La justicia social hace que las sociedades y las economías funcionen mejor y reduce la pobreza, las desigualdades y las tensiones sociales. Desempeña un papel importante en la consecución de vías de desarrollo socioeconómico más inclusivas y sostenibles y es clave para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, especialmente cuando estamos lejos de alcanzar tales objetivos.
Ahora es más importante que nunca que el sistema multilateral se una en torno a un conjunto de valores y objetivos comunes y determine los medios para responder a las aspiraciones y necesidades de los pueblos. Así pues, la justicia social tiene que convertirse en una de las piedras angulares del multilateralismo renovado que se necesita; un objetivo aglutinador, pero también un instrumento significativo para un sistema multilateral más eficaz, que garantice la coherencia en toda una serie de ámbitos políticos.