Teóricamente, no se concibe un gobierno sin un Poder vigoroso y fuerte, pero fundamentalmente respaldado legalmente con una suprema capacidad rectora y una ilimitada capacidad coercitiva, de donde se origina el abuso.
En el Ejecutivo, la fuerza del Poder se logra, mediante un conjunto de atribuciones de mando asignadas por la Ley y el respaldo de un vigoroso e institucionalizado Poder de Policía, que incluye la subordinación clara e incondicional de las Fuerzas Armadas, cuyo ejercicio funcional está totalmente subordinado al mando supremo del Presidente de la República, jefe del Estado y del Ejecutivo, cuya legislación incluyen también la Jurisdicción Penal y Administrativa militar.
En cuanto al Legislativo, el Poder contempla la figura de la inmunidad parlamentaria, que hecha para proteger a los miembros del Congreso de la interferencia de las otras dos ramas del Poder Público, es utilizada por los usufructuarios como «patente de corso», para el abuso oral o delictivo, personal y de partido.
Más limitado es el Poder en el campo Judicial, por cuanto la autonomía individual, la necesaria mayoría para las decisiones jurídicas en los Tribunales colegiados, las competencias por jurisdicción y por materias y las instancias, dificultan el ejercicio del poder abusivo, que generalmente es personal.
Adicionalmente, tenemos los poderes Moral y Republicano, con los que se complica el ejercicio del poder, por cuanto no existe una forma real de hacer la conjunción gubernamental cuando el ejercicio del poder está ligado al poder político, que aun no siendo fundamentado en la ley, es usado sin ambages por el poder público o gubernamental.
Teóricamente hemos referido que, Rudolf Kjellen, científico y político sueco, a quien se le atribuye la acuñación del término «geopolítica«, comparó el Estado con un organismo viviente, cuyo centro rector sería un gobierno con fundamento legal y administrativo. Como él, estamos convencidos de que el poderío del Estado depende de la perfecta armonía y grado de relación entre los órganos que lo integran, pues, al igual que cualquier organismo, el predominio de alguno de ellos produce desequilibrios en su funcionamiento, cuya seriedad y magnitud puede dar al traste con su existencia o vida. Sostuvo Kjellen, que «el principal atributo del Estado es el Poder, el cual le permite subsistir y progresar, afirmando que él es más importante para su existencia que la Ley, ya que ésta solo subsiste con su respaldo».
Este análisis permite entender la necesidad del Poder en el Estado y la orientación funcional de los órganos que lo ejercen; pero el morbo subyacente en los gobernantes, lo transforman en un fin en sí mismo, haciendo culto de él de donde se deriva el resultado de cada gobierno. Alejando Magno, con su Política del Poder, unificó a Grecia y logró la consolidación del imperio más grande de la antigüedad, pero sorprendentemente, éste se derrumbó con su muerte. Julio César en cambio, utilizó el poder para la sobrevivencia del pueblo, logrando superar y crecer su cultura, que se mantiene hasta nuestros días.
Este introito nos permite iniciar una serie de escritos relacionados con el ejercicio del poder y de la política que lo dirige, ya que a nuestro entender, el pueblo venezolano se ha culturizado bajo una orientación político-partidista, que al multiplicarse los partidos hasta minipartidizarse, ha logrado un placer para el logro de lo que hemos llamado “cardo del desequilibrio”, para no llamarlo “cultura de la ignorante partidocracia”, esa política en la que degeneró el sistema surgido después del 23 de enero de 1958.
@Enriqueprietos