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Zelenski responde a Putin: Él puede venir a Kiev a reunirse conmigo

Posted on: septiembre 6th, 2025 by Super Confirmado

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, en una imagen de archivo. EFE/Miguel Gutiérrez

Berlín (EFE).- El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, rechaza ir a Moscú para reunirse con su homólogo ruso, Vladímir Putin, una propuesta del jefe del Kremlin que el mandatario ucraniano interpreta como un intento de prolongar la guerra y a la que responde que su enemigo puede viajar a Kiev a reunirse con él.

«Él puede venir a Kiev» a reunirse, señaló Zelenski en una entrevista a la cadena de televisión estadounidense ‘ABC’ desde Ucrania.
«No puedo ir a Moscú cuando mi país está a diario bajo ataque de misiles. No puedo ir a la capital de este terrorista», recalcó, en referencia a Putin.

Moscú no puede ser el lugar de una reunión

 

Putin solo negociará con Zelenski en Moscú y rechaza la presencia de tropas occidentales en Ucrania

Zelenski subrayó que el jefe del Kremlin es muy consciente de que Moscú no puede ser el lugar de una reunión entre los dos mandatarios.

«Él lo sabe», sostuvo, y repitió en varias ocasiones que Putin no busca un encuentro con él al continuar la guerra en Ucrania.
Después de mencionar a Moscú ya en China como lugar de una posible cumbre entre los dos presidentes, Putin reiteró la víspera en Vladivostok su propuesta.

«La próxima vez, si alguien quiere realmente reunirse con nosotros, estamos listos. El mejor lugar para ello es la capital de la Federación Rusa, la ciudad-héroe Moscú», afirmó Putin en el Foro Económico Oriental, donde también calificó de «gratuita» la propuesta de Kiev de que la reunión tenga lugar en un tercer país.

ZELENSKI RESPONDE PUTIN

Imagen del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. EFE/Octavio Guzmán

Al mismo tiempo, aseguró que a día de hoy no le ve sentido a dicha reunión, en gran medida debido a la supuesta falta de legitimidad de Zelenski como jefe de Estado ucraniano, ya que Moscú considera que expiró un mandato que la Constitución no le permite prolongar incluso en caso de guerra.

«No le veo mucho sentido. ¿Por qué? Porque llegar a un acuerdo con la parte ucraniana es prácticamente imposible sobre los asuntos clave. Incluso si hay voluntad política, lo que dudo, existen dificultades jurídico-técnicas», afirmó.

Rusia lanzó 1.300 drones y 900 bombas en una semana
Zelenski denunció este sábado que Rusia ha lanzado desde principios de septiembre más de 1.300 drones suicidas, cerca de 900 bombas aéreas guiadas y hasta cincuenta misiles contra el país, pese a afirmar en público que está dispuesto a buscar el fin de la guerra.

En un mensaje en la red social X, Zelenski dijo que anoche, la infraestructura civil volvió a ser atacada por Rusia y que en total durante la primera semana de este mes los rusos atacaron las regiones de Cherníguiv, Járkov, Odesa, Jersón, Kiev, Zaporiyia, Dnipró, Kirovogrado, Jmelnitski, Zhitómir, Volinia, Ivano-Frankivsk, Rivne y Leópolis.

«Las explosiones resonaron prácticamente en todas las regiones de Ucrania», sentenció.

«Rusia sigue prolongando esta guerra y busca convertir la diplomacia en una farsa absoluta. Y esto debe afrontarse con una respuesta unida: frente a los ataques y la destrucción, frente al desprecio por los esfuerzos diplomáticos y el diálogo civilizado», sostuvo Zelenski.

Indicó que el presidente de EE.UU., Donald Trump, «tiene toda la razón» cuando afirma que se necesitan restricciones efectivas al comercio de petróleo y gas ruso para que la diplomacia vuelva a encarrilarse.

«Debemos reforzar la presión de las sanciones, aumentar el suministro de armas a Ucrania y garantizar que invasiones como esta no puedan repetirse en el futuro. Una paz duradera requiere garantías de seguridad reales y funcionales»,dijo sobre las negociaciones que mantiene con sus socios occidentales para un nuevo paquete de sanciones y el apoyo posterior a un alto el fuego para velar por su cumplimiento.

Ucrania derriba 68 de 91 drones suicidas
Las defensas antiaéreas ucranianas derribaron en las últimas horas 68 drones de un total de 91 lanzados por Rusia sobre el país, según el parte diario de la Fuerza Aérea de Ucrania.

Según el boletín de este sábado, en la pasada noche Rusia atacó Ucrania con drones de ataque tipo Shahed y drones señuelo de distintos tipos desde territorio ruso.

La mayoría de los drones fueron derribados por la aviación, las tropas de misiles antiaéreos, las unidades de guerra electrónica y sistemas no tripulados, así como por los grupos móviles de fuego de las Fuerzas de Defensa de Ucrania.

No obstante, se registraron impactos de 18 drones de ataque en ocho localidades y la caída de fragmentos de drones derribados en cuatro.

Rusia derriba 34 drones ucranianos
La defensas antiaéreas rusas derribaron anoche un total de 34 drones ucranianos sobre cinco regiones del país y las aguas del mar Negro, informó hoy el Ministerio de Defensa de Rusia.

«Desde las 23:00 de la pasada noche hasta las 07:00 (GMT+3) el 6 de septiembre los sistemas de defensa antiaérea interceptaron y destruyeron 34 drones de ala fija ucranianos», se afirma en el parte castrense, publicado en Telegram.

Según el mando militar ruso, los aparatos no tripulados fueron abatidos sobre las regiones de Smolensk (ocho), Briansk (cinco), Bélgorod (tres), Krasnodar (tres) y Kaluga (uno).

Los catorce drones restantes fueron derribados sobre las aguas del mar Negro.

Editorial La Nación: El buen uso del lenguaje

Posted on: septiembre 6th, 2025 by Super Confirmado

La lengua es una creatividad colectiva en la que no caben discriminaciones ni la posibilidad de que el poder público imponga formas de hablar

“Cambiamos, cuando constatamos los cambios”, dijo durante su reciente visita a Buenos Aires, Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia España(RAE), la institución con más de trescientos años de existencia en velar por la unidad y la lógica estructural de la lengua española.

Curiosa e interesante resulta la construcción de aquella frase. El verbo “constatar”fue por largo tiempo de empleo corriente en las conversaciones y textos escritos por argentinos. Sin embargo, solo después de los años ochenta de la última centuria, la Academia legitimó en sus registros ese verbo afrancesado, incorporándolo a su diccionario. Hasta entonces era considerado un galicismo de cuya utilización se privaban instituciones como este diario, apegadas por un criterio elemental a lo que dijeran en Madrid los maestros y custodios de la lengua. Desde hace un cuarto de siglo, la RAE trabaja en común con las otras academias de la lengua en la preservación de ese gran patrimonio cultural.

Pasó largo tiempo, también, hasta que nuestros editores y correctores admitieran que, si algo había pasado sin ser visto o sin ser tomado en cuenta, era porque había sido “desapercibido”. “Desapercibir”, en la antigua usanza del idioma, no era como hoy sinónimo de inadvertido; era haber dejado sin sanción un acto acreedor al castigo: des-apercibido, quedar sin apercibimiento por sus actos o acciones.

En tales ejemplos, entre tantos otros que tal vez recuerden los más viejos lectores del diario, se percibe la movilidad natural de la lengua, su dinamismo, su estado en permanente gestación y con modificaciones que crujen en lo más profundo de la sociedad. La lengua es una creatividad colectiva en la que no caben las discriminaciones, pues a toda edad, desde todo nivel social, cultural o profesional, se pueden realizar aportaciones a un caudal lexicográfico que ha llegado hoy a alcanzar 94.000 palabras y 191.000 acepciones.

Se trata de una tarea lenta y repetitiva que culmina cuando un vocablo demuestra haber cumplido acabadamente con las dos condiciones que le abrirán las puertas del diccionario compartido por igual en los 23 países que tienen al español por lengua madre. Otros idiomas carecen de esa virtud de comunicar a quienes lo hablan y escriben como sucede con el español.

Una condición esencial para lograr su legitimidad por las academias es que la palabra sea utilizada durante un tiempo suficientemente prolongado, como prueba de que no ha sido capricho de temporada en parte alguna; la otra, que integre el vocabulario de la población en un espacio geográfico que de algún modo pueda mensurarse. Ahí está la voz “pibe”, proveniente del dialecto genovés, que la RAE registra como afincada en el habla de los rioplatenses; o sea, entre argentinos y uruguayos y, por lo tanto, en un ámbito caracterizado por la influencia cultural incuestionable de la inmigración italiana.

La lengua, ha dicho Santiago Muñoz Machado, es lo que más nos une como pueblo

De modo que Muñoz Machado bien pudo decir que los cambios en la administración del lenguaje común confiado a la institución a su cargo se producen cuando, por testimonios de naturaleza coloquial o por lo que se escribe, los investigadores de la RAE concluyen que ha habido un cambio por el uso constante de una palabra nueva, por cómo se emplea y en qué contexto.

Durante el último gobierno militar, una autoridad oficial de la provincia de Córdobahabía prohibido la palabra “vector”, cuya primera acepción, según indica el diccionario de la RAE, corresponde, en el habla técnica, al agente que transporta algo de un lugar a otro. Como “vector” había sido identificada con alguna regularidad en documentaciones de los movimientos insurreccionales de la época, se la prohibió. Fue un escándalo: desde este mismo diario, tan ajeno y contrario al terrorismo de la época, se hizo un llamado a la cordura de los funcionarios de la provincia. Por decirlo en palabras de Muñoz Machado, aplicadas en general a la manipulación disparatada de la lengua: “El poder público no puede imponer formas de hablar”.

“Vector”, como era natural que ocurriera, retomó pronto su legalidad entre los hispanohablantes de Córdoba.

La RAE ha contribuido mucho, en su función docente sobre el habla, a cortar las modestas alas de quienes pretendieron en las últimas décadas llevar al extremo la moda woke en cuestiones de género. Ya suena a enojoso asunto de un pasado reciente y delirante el haber procurado amortiguar modalidades supuestamente machistas y anular así algunos masculinos genéricos con la eliminación de la “e” y su reemplazo prepotente por una “x”, o una “@” de imposible vocalización.

La lengua, ha dicho Muñoz Machado, es lo que más nos une como pueblo. Debemos cuidar, pues, a ese capital intangible, pero de enorme valor que nos vincula con los más de quinientos millones de hispanohablantes en el mundo y potencia de tal forma nuestros saberes y producciones en la sinergia entre las habilidades de los hispanohablantes dispersos por el planeta.

Los académicos no crean la lengua. En todo caso la prestigian con su autoritas. En esa materia, en verdad, todos tenemos por acción o por omisión aportes por hacer. El director de la RAE, es lamentable decirlo, dejó la Argentina con la rara sensación de que por lo que más preguntas recibió aquí fue por las palabras malsonantes. Le sonó extrañísimo.

¿Haremos entre todos el esfuerzo cívico de usar la lengua común para el entendimiento y la discusión que se entabla en términos cordiales, en lugar de blandirla como arma que propende a dañar a quienes no piensan como nosotros?

Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española

 

Silvia Hopenhayn: Borges y Cortázar

Posted on: septiembre 6th, 2025 by Super Confirmado

En el terreno de las palabras y los libros, a veces se plantea un antagonismo entre Borges y Cortázar. Los borgeanos suelen repudiar al autor de Rayuela; los cortazarianos al autor de El Aleph. Argumentos como “chabacano”, “antiacadémico”, “infantil”, “izquierdoso”, para descalificar a Cortázar; “difícil”, “para eruditos”, “muy conservador”, “lejano”, a Borges. ¡Qué ganas de desechar, arrinconar, desabastecerse! Son dos caras de una misma biblioteca. Fantásticos autores, que nos dan letra en cada uno de sus cuentos. La vida se vuelve amplia, pensante, misteriosa. Las palabras forman parte de nuestro metabolismo. Son nutrientes en serio, profundos. André Gide hablaba de ciertos “alimentos terrestres” necesarios para el espíritu. Ambos escritores lo son, por elevación y cercanía; humor y nostalgia. Con mucha discreción, llegaron a admirarse. A tal punto que Borges publicó el cuento “Casa tomada” en Los Anales de Buenos Aires, en 1946, cuando la dirigía, y Cortázar escribió un poema en la India, dedicado a Borges.

Quizá los hermana la dedicación. Una entrega amorosa, rigurosa, a la literatura. Ahí es cuando las diferencias se aúnan, en la fortaleza de una dedicación. Cuentos de uno o de otro –y de tantos y tantas más, pero aquí se trata abolir una distancia– revelan rincones de nuestra historia, de lo cotidiano, de las calles, de la filosofía, el amor y la muerte. Cómo no exaltarse con la frase –casi una estaca– en medio del cuento “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”, de Borges: “Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento, el momento en que el hombree sabe par siempre quién es” o en Cortázar, su microrrelato “Amor 77”, cuando escribe “Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son”. Y lo genial es que escribieron tal cantidad de cuentos que parecen reproducirse. Hojas de un mismo árbol, donde podemos descansar del “bardo” actual, del agobiante repudio.

No deja de ser gratificante pensar que los dos son argentinos. Me resulta imposible considerar a uno solo, habiendo ellos mismos, al escribir, considerado a tantos.
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Escritor. Dijo en una entrevista que el argentino, a diferencia de otros, no se identifica con el estado. | cedoc

Ramón Guillermo Aveledo: Contrataciones públicas transparentes

Posted on: septiembre 6th, 2025 by Super Confirmado

Sigo de cerca la política activa, con legítima preocupación ciudadana que no admite indiferencias, pero la docencia es mi trabajo principal en estos años. Desde la cátedra me dedico a fortalecer capacidades, despertar inquietudes, contribuir a colocar en la agenda pública temas de importancia presente y futura en nuestra realidad, en el espíritu de promover en legisladores nacionales, estadales y municipales, así como en gobernantes locales, principios y prácticas que aseguren transparencia, ética y eficiencia en la gestión pública cuya razón de ser es el servicio al bien común. Bien común, prescripción de la razón que a fin de cuentas es el fin común, el propósito por el cual las personas se reúnen en sociedad, lo que en su “Alegoría” pintara en el siglo XIV Ambrogio Lorenzetti en el Palacio Público de Siena, alegoría del Buen Gobierno con sus virtudes y para que nunca lo olvidemos, también del Mal Gobierno con sus nefastas consecuencias sociales.

La transparencia, consustancial a un gobierno responsable ante sus mandantes es, junto a la eficiencia y la competencia libre, parte del trío principista de un sistema de compras públicas. En ellas está la clave.
El tema de las adquisiciones y contrataciones públicas no es coyuntural ni atiende a una “moda” legislativa o gerencial pública. Se trata de un problema real, así que la preocupación es tan vieja como justificada, primero con un sentido finalista: garantizar a los ciudadanos mejores bienes y servicios públicos al menor costo y con la mayor eficiencia y no por adjetivo menos importante, por ser potencialmente propicio para oportunidades de corrupción.

La procura de soluciones al problema se viene generalizando cada vez más, con la ayuda que las tecnologías de información y comunicación pueden ofrecer en la ejecución exitosa de marcos legislativos que tomen todas las previsiones necesarias sin convertirse en factores de innecesaria lentitud que demoren respuestas al punto de hacerlas ineficaces.

Cada realidad nacional tiene su especificidad, pero los objetivos son ciertamente comunes: dar a los ciudadanos mejores bienes y servicios públicos al menor costo con la máxima eficacia mediante procedimientos que eviten la corrupción o la detecten y permitan oportunamente su control y sanción.

En Estados Unidos se organizó en 1995 la GSA Advantage, servicio de compras federales en línea. Legislación posterior que extiende esa posibilidad a gobiernos estadales y locales, sustenta un servicio con fines de transparencia y eficiencia. En Europa, las normativas de compras y contrataciones públicas deben estar en consonancia con las pautas de la Unión. La tendencia es a compras públicas sostenibles al contemplar factores ambientales, sociales y económicos y los beneficios sociales y medioambientales. La Ley de Contratación Pública del Reino Unido regula un amplio ámbito que representa alrededor de un tercio de todo el gasto público británico.  En sus objetivos: tomar en cuenta la importancia de proporcionalidad calidad-precio, la maximización del beneficio público y la integridad; la igualdad en el trato a los proveedores con las salvedades que circunstancias específicas justifiquen, evitando desventajas o ventajas injustas; así como considerar las barreras de participación a enfrentar por empresas pequeñas y medianas y analizar si pueden ser removidas o reducidas.

La legislación de 1997 en Singapur con desarrollos a partir de 2014, enfatiza transparencia, relación calidad-precio, competencia abierta y justa, solidez financiera y garantía ofrecida por la casa matriz. Más cerca, cabe destacar progresos interesantes como el sistema ChileCompra establecido en 2003 y el portal PANAMACOMPRA de la Dirección General de Contrataciones Públicas de la nación del istmeña. En el blog de la CAF y en estudios publicados por el BID puede verse el estado de la cuestión en América Latina.

Entre nosotros, incumbe al Poder Legislativo, en el período a iniciarse en enero de 2026, evaluar el cumplimiento de la ley de 2014, de la Providencia Administrativa de mayo de 2016 y la incidencia que prácticas, legislación y otras normas posteriores han tenido en la discrecionalidad gubernamental en la materia y sus consecuencias en desenvolvimiento de la vida nacional, siempre con el ánimo constructivo de corregir, mejorar, perfeccionar lo necesario y contemplar lo imprevisto.

Para la Cátedra Libre Andrés Bello de Ética Cívica en la Legislación y la Administración Local es un verdadero honor publicar Compras Públicas y Buena Gobernanza: innovación y transparencia en la gestión pública coordinada por los jóvenes investigadores Jaiber Núñez Urdaneta, Roselis Díaz De Freitas y Anselmo Coelho Hernández, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UCAB. Impreso se presentará en noviembre, pero en digital ya está disponible gratis en www.eticacivica-ab.com.

 
Ramón Guillermo Aveledo   

Ruby Osman y Dan Sleat: Los límites de la asociación “sin límites” de Xi Jinping y Vladimir Putin

Posted on: septiembre 6th, 2025 by Super Confirmado

A pesar de la obvia dependencia económica de Rusia de China, los chinos aún no están dictando los resultados, y Rusia no está actuando como un socio menor. Los factores políticos, históricos y geográficos de cada lado aseguran que nada en la relación sea simple o directo.

Mucho ha cambiado desde la última vez que el presidente chino, Xi Jinping, y el presidente ruso, Vladimir Putin, estuvieron juntos en la Plaza de Tiananmen en 2015. Cuando volvieron a reunirse allí esta semana, supuestamente lo hicieron en pie de igualdad. Pero, por supuesto, la realidad es mucho más compleja.

La opinión generalizada es que China ha consolidado su posición como socio dominante, especialmente desde la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia en febrero de 2022. Después de todo, ahora es el mayor socio comercial de Rusia -representó más de la mitad de las importaciones rusas en 2023-, mientras que Rusia ni siquiera figura entre los cinco primeros socios de China. Rusia depende de que China compre aproximadamente la mitad de sus exportaciones de crudo, pero estas compras representan apenas el 17,5% de las importaciones de petróleo totales de China. En pocas palabras, Rusia necesita a China para que su propia economía siga funcionando.

Sin embargo, a pesar de toda esta dependencia, China no dicta los resultados y el Kremlin no actúa como un socio menor. Consideremos la guerra de Ucrania. Si bien tiene algunas ventajas significativas para China -sobre todo el desvío de recursos estadounidenses del escenario del Pacífico-, no cabe duda de que Putin es quien decide el momento, el alcance y el desenlace.

En los papeles, China puede tener la influencia necesaria en la política rusa. Pero es difícil imaginar un escenario en el que Ucrania pudiera obligar a China a apelar a ella. Hacerlo no solo pondría en peligro las relaciones de China con un socio clave, sino que también iría en contra de su propio principio básico de política exterior de “no injerencia”. Putin lo sabe mejor que nadie.

Demostraciones de fuerza en la nueva Guerra Fría

Aunque China se ha presentado sistemáticamente como un “pacificador”, ese papel lo han desempeñado otros países, como Turquía y Arabia Saudita; y ahora, el presidente estadounidense, Donald Trump, y Putin han demostrado ser capaces de comprometerse mutuamente sin necesidad de un intermediario.

Los límites de la influencia china son aún más sorprendentes alrededor de sus propias fronteras, donde la creciente asociación de Rusia con Corea del Norte está haciendo saltar las alarmas. China puede ver con buenos ojos la intromisión rusa en Europa, pero desestabilizar potencialmente la península de Corea es algo totalmente distinto.

Si China no está dispuesta a influir en el desenlace en Ucrania y es incapaz de disuadir una posible inestabilidad en su propia vecindad, eso sugiere que las relaciones entre China y Rusia son algo más que una simple asociación entre un socio menor y uno mayor. Aunque la relación económica puede haber cambiado, la política todavía no se ha puesto al día.

Históricamente, China ha sido durante mucho tiempo el socio menor de su vecino del norte -y, a veces, su víctima-. La Rusia zarista fue una de las potencias imperiales que se repartieron el territorio chino en el siglo XIX, apoderándose de aproximadamente 1,5 millones de kilómetros cuadrados en el noreste de China -un área que equivale aproximadamente a una sexta parte del territorio actual de China-. Y más tarde, en 1969, las disputas sobre la misma frontera provocaron un conflicto de siete meses con la Unión Soviética.

China exhibe su poderío militar y sus aliados

En consecuencia, en Beijing se considera que los últimos 30 años de relaciones sólidas son una excepción, no la regla. Los líderes chinos siguen mostrándose reacios a redefinir la relación, especialmente cuando la postura actual reporta valiosos beneficios, como energía barata. Dada esta combinación potente de beneficios económicos y ansiedad política, es poco probable que ejerzan una presión significativa sobre el Kremlin.

A Rusia, por su parte, le cuesta aceptar la idea del dominio chino. Sigue resistiendo en las negociaciones sobre el gasoducto Power of Siberia 2 y rechaza las exigencias de China de que venda gas a su nivel de precios internos, fuertemente subvencionados. Rusia también ha impuesto importantes “tasas de reciclaje” -que funcionan de forma similar a los aranceles- para contrarrestar la multiplicación por siete de las importaciones de automóviles chinos tras la salida del país de los fabricantes de automóviles occidentales.

Mientras tanto, la derecha rusa ha sido cada vez más vehemente a la hora de instar al Kremlin a resistirse a la dependencia de China. Teniendo en cuenta que el escasamente poblado Extremo Oriente ruso se encuentra en una situación incómoda junto a la vasta población china, los comentaristas nacionalistas advierten que los chinos no han olvidado sus “territorios perdidos” y que sin duda codician las materias primas y los recursos energéticos baratos de Rusia. Sus argumentos se basan en la historia y la identidad, no solo en la economía, para reforzar una política que rechaza el papel de suplicante.

Rusia también parece mantener a China a distancia en el Ártico, donde China aspira a imponerse como “estado casi ártico”. Y, en Corea del Norte, cuanto más combustible, alimentos y asistencia técnica proporcione Rusia, menos influencia tendrá China sobre Kim Jong-un.

Vladimir Putin desafió a Zelenski a una reunión bilateral en Rusia: “Si está listo, que venga a Moscú”

Sin embargo, hay algunos ámbitos en los que China se está volviendo más audaz. Está entrando cada vez más en la tradicional esfera de influencia de Rusia en Asia Central, prometiendo más de 25.000 millones de dólares en inversiones en la región solo en el primer semestre de este año. Xi recientemente también asistió a la segunda Cumbre China-Asia Central en Astana -una clara señal de las prioridades chinas, dado que venía limitando sus compromisos internacionales.

Estas realidades, y no las declaraciones sinceras de una asociación “sin límites”, ofrecen el mejor indicador de las relaciones bilaterales. Los vínculos entre China y Rusia no están en absoluto al borde del colapso, pero su evolución reflejará las limitaciones políticas, históricas y geográficas, no los volúmenes comerciales.

China sigue albergando un profundo temor a la inestabilidad a lo largo de sus fronteras, alimentado en parte por la propia historia de agresiones territoriales de Rusia. Por eso es la vecina Corea del Norte, y no Ucrania, la que tiene más potencial para servir de cuña entre ambas. También es la razón por la que China considera que la caída del régimen de Putin y el caos que podría producirse a lo largo de su frontera es un desenlace intolerable.

Para Rusia, la misma mentalidad que impulsó la invasión de Ucrania también moldea su visión de China. El Kremlin lucha por reconciliar la creciente dependencia económica con su imagen de gran potencia duradera. La derecha nacionalista sostiene que las sanciones occidentales han obligado a Rusia a ser más autosuficiente y que no debe renunciar a esa “autonomía” que tanto le ha costado conseguir. La idea de que el futuro de Rusia pueda estar dictado por las condiciones de China también es anatema para la élite política del país.

Esto hace que la propia visión del futuro de Rusia resulte inaceptable para China, que quiere consolidarse como potencia tecnológica y eje de la economía global, no unirse a una alianza de actores rebeldes aislados y deliberadamente desestabilizadores.

Diez años después del anterior encuentro de Xi y Putin en Tiananmen, las imágenes de unidad no pueden ocultar la desconfianza histórica y los intereses divergentes a largo plazo de sus países.

(*) Ruby Osman es asesora política sobre China en el Instituto Tony Blair. Dan Sleat es asesor principal sobre Rusia y Ucrania en el Instituto Tony Blair.
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Ricardo Hausmann:¿Los economistas son arquitectos o auditores?

Posted on: septiembre 6th, 2025 by Super Confirmado

CAMBRIDGE – ¿El mundo debería tener dentistas o abogados? Obviamente, necesita a ambos, dado que cada profesión cumple diferentes propósitos. Pero cuando se trata de la economía, la cuestión es más complicada, porque el campo se enfrenta a una crisis de identidad interna sobre qué tipo de economistas debería producir: ¿arquitectos de políticas o auditores de programas?

La distinción trasciende el ámbito académico. Los auditores cumplen las reglas de manera metódica. Llegan con listas de chequeo, verifican su cumplimiento y advierten sobre desviaciones de las normas establecidas. Su trabajo es cuidadoso, preciso y esencialmente conservador; se centran en garantizar que los sistemas funcionen según normas predeterminadas, no en imaginar nuevas posibilidades.

Los arquitectos, en cambio, son creativos y están para resolver problemas. Deben conciliar objetivos contrapuestos mientras respetan restricciones espaciales, materiales y financieras complejas. Su trabajo es, en sí mismo, innovador -imaginan lo que aún no existe.

Estos arquetipos profesionales atraen a personalidades y sensibilidades diferentes, y exigen competencias distintas. Sin embargo, con el tiempo, la economía ha ido abandonando cada vez más la mentalidad del arquitecto en favor de la del auditor, cambiando no solo quién entra a la profesión, sino también qué pretenden lograr.

Este cambio tiene su origen en una interpretación errónea, aunque frecuente, del primer teorema fundamental de la economía del bienestar de Kenneth Arrow y Gérard Debreu, que afirma que, en ausencia de fallas de mercado, el mercado libre logra resultados eficientes. Aunque el propio Arrow creía que las fallas de mercado son generalizadas, el teorema fomentó una postura profesional defensiva: si los mercados normalmente funcionan, entonces el trabajo de los economistas es protegerlos de cualquier interferencia.

El problema de este enfoque es que convierte a los economistas en detractores profesionales. Cuando la carga de la prueba recae enteramente sobre quienes abogan por la intervención, la inacción se convierte en la opción preferida y sin riesgo. Como resultado de ello, los economistas ya no son solucionadores de problemas del mundo real, sino guardianes armados de objeciones teóricas, más dedicados a rechazar las malas ideas que a generar nuevas.

Como reconoció Arrow, las fallas de mercado -externalidades, asimetrías de información y escasez de bienes públicos- no son infrecuentes. Aunque los manuales de economía los abordan por separado, en realidad suelen ocurrir de manera simultánea e interactuar de formas complejas e impredecibles.

Desafíos como el crecimiento urbano, la diversificación industrial, el cambio climático y la disrupción tecnológica están impulsados por una serie de factores que ningún modelo por sí solo puede captar plenamente: fallas de mercado superpuestas, restricciones políticas, dinámicas sociales y limitaciones prácticas. En lugar de un tratamiento estandarizado, exigen diseños imaginativos -precisamente lo que la economía ha evitado cada vez más.

El auge de los ensayos controlados aleatorizados (ECA) ha reforzado aún más la mentalidad de auditoría. Tomados de la medicina, los ECA ponen a prueba intervenciones asignando aleatoriamente a los participantes a grupos de tratamiento y de control, y luego midiendo las diferencias en los resultados.

Los ECA se diseñan para responder a preguntas concretas sobre intervenciones específicas en contextos particulares. Por ejemplo, ¿los rotafolios mejoran el aprendizaje escolar o ayuda a los prestatarioscambiar las condiciones de los contratos de microcrédito? Pero no pueden abordar problemas de diseño más amplios, como la estructura de los sistemas de seguridad social, los regímenes monetarios, las leyes fiscales o las estrategias industriales.

Asimismo, este enfoque desconoce el funcionamiento de los sistemas complejos. La mayoría de las intervenciones sociales operan en lo que el biólogo teórico Stuart Kauffman llama “paisajes accidentados” -es decir, entornos con innumerables configuraciones posibles donde los resultados dependen de la influencia combinada de numerosas variables-. Los ECA, en cambio, solo prueban dos o tres variaciones a la vez, y lo hacen a un ritmo lentísimo. Por eso se han utilizado cada vez más para evaluaciones ex post de los diseños de programas de otros. Como ha argumentadoLant Pritchett, los profesionales han abandonado en gran medida el campo de la estrategia de desarrollo nacional en favor de la evaluación de programas individuales.

Los problemas más urgentes de la actualidad, desde el estancamiento del crecimiento hasta el aumento de la desigualdad, son intrínsecamente complejos, de largo aliento y polifacéticos. No se prestan a ser explorados mediante ECA. Estos problemas requieren profesionales capaces de identificar y transitar la complejidad, utilizando cualquier fuente de información y datos a los que puedan recurrir. Estos expertos deben ser capaces de desarrollar un marco -un modelo- que dé cuenta del mayor número posible de observaciones relevantes. Con este marco, tienen que imaginar de qué manera los cambios en las políticas o acciones podrían encaminar el sistema en una dirección positiva.

Por otra parte, los expertos deben evaluar los efectos potenciales de los cambios políticos propuestos, valorando si son beneficiosos y viables desde una perspectiva técnica, política y administrativa. Como sugierenMatt Andrews y Pritchett, tienen que trabajar con muchos diseños posibles y adaptarlos durante la implementación -como harían los arquitectos.

Capacitar a profesionales capaces de afrontar estos desafíos exige que las instituciones educativas establezcan “hospitales universitarios” que ofrezcan experiencia práctica y oportunidades de investigación. Al colaborar con gobiernos y partes interesadas para explorar soluciones a problemas del mundo real, instituciones como el Growth Lab de Harvardofrecen un modelo valioso.

Sin duda, el enfoque de auditoría tiene su utilidad. Necesitamos evaluadores que determinen la eficacia de los programas, identifiquen las consecuencias imprevistas y garanticen que no se malgastan los recursos. Pero necesitamos urgentemente arquitectos dispuestos a enfrentarse a problemas complejos y a diseñar sistemas adaptativos que evolucionen y mejoren con el tiempo.

La cuestión, por ende, no es si la economía debería producir arquitectos o auditores; es si somos lo suficientemente valientes como para admitir que necesitamos a ambos, y lo suficientemente inteligentes como para preparar a cada uno de ellos para el trabajo que deben hacer. Pero es importante recordar que las empresas no ponen a auditores a cargo de la investigación y el desarrollo o de la estrategia -y por buenas razones-. Si queremos que el mundo confíe a los economistas el diseño y la implementación de políticas, debemos capacitarlos como arquitectos, no como auditores.

 

 

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Ricardo Hausmann, a former minister of planning of Venezuela and former chief economist at the Inter-American Development Bank, is a professor at Harvard Kennedy School and Director of the Harvard Growth Lab.

Enrique Krauze: Lecciones de Max Weber para las democracias asediadas

Posted on: septiembre 6th, 2025 by Super Confirmado

MÉXICO D.F. – ¿Cómo conciliar la política y la ética o, siendo más realistas, cómo manejar la tensión entre ambas? Esta es la pregunta que se planteó el sociólogo alemán Max Weber en “La política como vocación”, una conferencia que pronunció ante la Asociación de Estudiantes Libres el 28 de enero de 1919, durante la efímera Revolución de Múnich. Más de un siglo después, su ensayo sigue siendo un duro recordatorio de los peligros superpuestos de la demagogia, el liderazgo carismático y el fanatismo ideológico.

En el centro del ensayo de Weber hay una pregunta crítica: ¿Cuál es el fundamento ético de la política? Su respuesta radica en el ahora famoso contraste entre la “ética de la convicción” y la “ética de la responsabilidad”. Aunque reconocía la fuerza moral de la primera, Weber se inclinaba por la segunda. Para él, una verdadera “vocación política” exigía un compromiso apasionado con una causa, pero atemperado por la moderación, el desapego y, sobre todo, un profundo sentido de la responsabilidad. Sólo un político con tales cualidades, argumentaba, merecía “poner su mano en la rueda de la historia”.

Por el contrario, advertía Weber, los demagogos de su época encarnaban una tendencia peligrosa. “Actuando bajo una ética absoluta”, escribió, estos líderes se sentían responsables “sólo de velar por que no se apague la llama de la convicción: por ejemplo, la llama de la protesta contra las injusticias del orden social”. Si sus acciones no logran el fin deseado, “responsabilizarán al mundo, a la estupidez de los hombres o a la voluntad de Dios que los hizo así”.

Weber comparó a los revolucionarios alemanes de aquel periodo con los teólogos del siglo XVII que esperaban el inminente regreso de Cristo: ambos exhibían un “chiliasmo orgiástico” y una ferviente creencia en una “apertura escatológica de la Historia.” Demagogos, revolucionarios y profetas por igual proclamaban un futuro radiante que siempre estaba a nuestro alcance. Para acelerar su llegada, nada parecía imposible. Pero ningún fin, por sagrado que fuera, podía justificar que se ignoraran las consecuencias reales de los medios.

La crítica de Weber se extendía incluso a los pacifistas. Dado que la fuerza es el instrumento ineludible y definitorio del poder, Weber advertía contra “la ingenuidad de creer que del bien sólo procede el bien y del mal sólo el mal”. Con demasiada frecuencia, argumentaba, ocurre lo contrario, y “quien no lo vea es un niño, políticamente hablando”. De esa paradoja extrajo una lección más amplia: en ningún lugar era más evidente la “trágica deformación” de la condición humana que en la política. Por eso, consideraba la política como la “lenta perforación de duras tablas”.

Pero aunque Weber no ofrecía recetas para la salvación o la felicidad, tampoco abogaba por la pasividad, el conservadurismo o la política reaccionaria. En su lugar, propuso una forma apasionada pero realista de defender los valores más elevados de la humanidad. Esta era, para él, la esencia de la “ética de la responsabilidad”.

Los demagogos, revolucionarios y pacifistas anónimos que Weber criticó en su conferencia -los abanderados de la “ética de la convicción”- fueron Karl Liebknecht, Rosa Luxemburg y Kurt Eisner, líder de la Revolución de Múnich y entonces jefe del gobierno revolucionario de Baviera. Los asistentes recordaron que Weber los citó por su nombre, pero los omitió en la versión impresa, que se publicó meses después del colapso de la revolución.

Weber también dejó sin nombrar a otro personaje en su conferencia: el “tipo puro” de político que encarnaba la “ética de la responsabilidad”. Ese personaje no era otro que el propio Weber.

La pasión secreta de Weber

Weber tenía 54 años cuando pronunció su conferencia de Múnich. Para entonces, era un sociólogo y filósofo social muy respetado, con una obra monumental -aunque inédita en su mayor parte-. Había llegado a Múnich para reanudar su vida académica tras años de retiro forzoso debido a una larga y dolorosa depresión.

Su postura política en aquella época desafiaba cualquier clasificación. Como muchos de sus contemporáneos, Weber era un entusiasta partidario de la Primera Guerra Mundial: “Sea cual sea el resultado, esta guerra es grande y maravillosa”, escribió en agosto de 1914. En particular, su apoyo no estaba impulsado por el romanticismo pangermánico, sino por el realismo.

Según Weber, Alemania tenía un destino geopolítico ineludible: mientras Suiza podía ser la guardiana de “la libertad y la democracia” y de “valores culturales mucho más íntimos y eternos”, Alemania no tenía más remedio que afirmar su poder frente a la Rusia zarista y la hegemonía angloamericana.

Como recordaría más tarde el filósofo Ernst Bloch, Weber vestía uniforme todos los domingos. Ansiaba servir en el frente, pero su contribución adoptó otra forma: se dedicó, con la misma intensidad disciplinada que ponía en su erudición, a dirigir los hospitales militares de Heidelberg.

Sin embargo, al poco tiempo, el entusiasmo de Weber dio paso a la desilusión. Las estrategias políticas, diplomáticas y militares del Kaiser le parecieron no sólo equivocadas, sino espectacularmente estúpidas. Lo que había defendido como una guerra necesaria y defensiva contra el imperialismo ruso se había transformado en una temeraria empresa expansionista encabezada por “locos” militares y sus aliados industriales.

Weber denunció la política anexionista de Alemania en Bélgica y predijo correctamente que los ataques de submarinos a barcos civiles arrastrarían a Estados Unidos a la guerra. En su opinión, ningún líder político estaba a la altura del momento: ni el káiser Guillermo II, al que despreciaba, ni la sucesión de cancilleres que capitularon ante la arrogancia de los militares. “¡No hay un solo hombre de Estado, uno solo, para manejar la situación! Y pensar que ese hombre que no existe es indispensable”, escribió en 1915 a su viejo amigo, el pastor y político liberal Friedrich Naumann.

Durante un tiempo, Weber incluso creyó que podría ser un estadista de ese tipo. En 1916, viajó a Berlín para intentar poner “la mano en la rueda de la historia”, pero sus esfuerzos quedaron en nada. Ni sus previsiones sobre las consecuencias económicas de la guerra ni sus planes de actuar como representante informal de Alemania en Polonia -concediendo a ese país ocupado cierta autonomía- recibieron la menor atención. “Es muy poco probable que haya algo para mí”, se quejaba. Incluso sus amigos más devotos, como el psiquiatra y filósofo germano-suizo Karl Jaspers, temían que sus actividades políticas le distrajeran de su trabajo académico.

Sobre todo, Weber lamentaba la inutilidad de ser un político vicario. Aunque confesaba estar “harto de irrumpir en los despachos de la gente para ‘hacer algo'”, seguía aferrado a la esperanza: “Todos saben que, si me necesitan, siempre estaré a mano”.

Weber creía que en aquella época la política tenía un único objetivo primordial: asegurar el futuro de Alemania persiguiendo la paz. Pero no apoyaba la paz a cualquier precio, y menos aún el humillante acuerdo que, en su opinión, proponían los pacifistas. La república, creía, sólo podría sobrevivir si la paz preservaba su dignidad.

En su lugar, Weber imaginó una alternativa constitucional y republicana que rechazaba tanto el militarismo pangermánico como la revolución social. Desde la Revolución Rusa de 1905, y especialmente después de que los bolcheviques tomaran el poder en 1917, Weber había escrito extensamente sobre el socialismo, descartándolo por inviable desde el punto de vista político y práctico. No veía ningún camino plausible para hacer realidad la visión utópica del Manifiesto Comunista.

Aunque la política era la pasión secreta de Weber, y siguió siéndolo durante el resto de su vida, su papel político le seguía siendo esquivo. Incapaz de aconsejar, influir, mandar o influir directamente en los acontecimientos, continuó enseñando mientras se dedicaba a su monumental libro de 1920Sociología de la religión.

Un profeta sin seguidores

Los jóvenes daban esperanzas a Weber, pero ¿podría aportarles claridad en medio de la confusión que estaban viviendo? Dos años antes de pronunciar “La política como vocación”, Weber presidió unos seminarios en el castillo de Lauenstein, en Baja Sajonia, a los que asistieron destacados escritores de diversas tendencias políticas y un círculo de estudiantes con tendencias liberales, socialistas y pacifistas. Como contó más tarde su esposa Marianne en su exhaustiva biografía, aquellas reuniones se convirtieron en un ensayo del conflicto generacional que pronto se extendería fuera de la sala de conferencias y a las calles de Múnich.

Entre los jóvenes que asistían a los seminarios de Weber se encontraba el intenso y atormentado poeta y dramaturgo Ernst Toller. Veterano de la Gran Guerra gravemente herido, Toller había pasado de los hospitales psiquiátricos a las celdas de las prisiones a causa de su militancia pacifista. Su preocupación, como escribió más tarde en sus memorias, iba “más allá de los pecados del Kaiser o de la reforma electoral”, los temas que abordaba Weber. Él y sus camaradas querían nada menos que “crear un mundo nuevo, cambiar el orden existente, cambiar el corazón de los hombres”.

Los estudiantes, recordaba Marianne Weber, respetaban el “ethos controlado” de su marido y su “sobria incorruptibilidad”, pero se erizaban ante “esa mente científica que era incapaz de ofrecer una forma sencilla de resolver los problemas y que se preguntaba sobre cada ‘ideal social’ por qué medios y a qué precio podía alcanzarse.”

Pero Weber no desesperó, instando a sus alumnos a “cascar las duras nueces” del trabajo científico y a buscar el conocimiento de sí mismos y del mundo a través de datos objetivos y no de “revelaciones”. No creía en la profecía social. Sin embargo, como observó Marianne, sentía un profundo parentesco no con los incomprendidos padres de la ciencia, sino con el profeta bíblico Jeremías, un “titán de la invectiva” que denunciaba por igual a su rey y a su pueblo. Sin apóstoles a su lado ni esperanzas de éxito, Weber siguió adelante, impulsado únicamente por la rectitud de su crítica. “Le envolvía”, recuerda Marianne, “el patetismo de la soledad interior”.

¿De dónde procedía ese realismo trágico? Desde muy joven, Weber supo que era inmune al hechizo y la comodidad de la religión o de sus sucedáneos ideológicos. Entendió ese hechizo lo suficientemente bien como para convertirlo en el tema de algunas de sus mejores obras, pero sus intereses le impulsaron en la dirección opuesta, hacia la labor científica de desmitificar el mundo.

En el universo de Weber no había lugar para ilusiones ni simplificaciones. Su concepto de “tipos ideales” ofrecía un marco para comprender los sistemas económicos, las instituciones jurídicas, la ética religiosa y las fuentes de la dominación política. Pero si algo definía la condición humana era la inevitabilidad del conflicto. Frente a esta dura e irreductible realidad, Weber consideraba la política como la vocación más noble, ya que ninguna otra actividad tocaba tan profundamente el núcleo trágico de la vida. En su nivel más alto, la acción política podía elevar la existencia misma, modelando su calidad moral.

Pero el hombre que llegó a Múnich en noviembre de 1918 descubrió que los mismos estudiantes a los que una vez había predicado la “ética de la responsabilidad” en el castillo de Lauenstein seguían ahora a Eisner, un líder carismático animado por la “ética de la convicción”, un demagogo sacado directamente de las propias páginas de Weber.

De la esperanza a la desesperación

La Revolución de Múnich se desarrolló entre noviembre de 1918 y mayo de 1919 en tres etapas -socialdemócrata, anarquista y comunista- antes de ser aplastada por una reacción nacionalista y antisemita que acabó dando lugar al Partido Nazi.

Comenzó tras la derrota de Alemania en la Gran Guerra. La exaltación de 1914, el fervor patriótico y la embriaguez de la gloria prometida habían dado paso al racionamiento, el hambre, la enfermedad y la muerte. Casi dos millones de soldados alemanes habían muerto, con más de cuatro millones de heridos y otro millón de prisioneros. La Rusia bolchevique ya estaba fuera de la guerra en virtud del Tratado de Brest-Litovsk, y el destino de Alemania dependía ahora de Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos.

En Weimar se proclamó una república el 9 de noviembre bajo el liderazgo del Partido Socialdemócrata (SPD). Pero la democracia parlamentaria era un resultado intolerable para los revolucionarios que aspiraban a emular -y en última instancia superar- el logro de Lenin. Pronto estallaron levantamientos en varios puertos y ciudades.

En Berlín, Liebknecht y Luxemburg fundaron la Liga Espartaco con el objetivo de crear una república socialista libre. El 15 de enero, ambos fueron asesinados por soldados leales a Gustav Noske, cuyas disciplinadas y feroces fuerzas incluían a miles de voluntarios paramilitares(Freikorps), muchos de ellos curtidos veteranos de las unidades de élite de los soldados de asalto alemanes.

Para entonces, sin embargo, en Múnich ya se había impuesto otro tipo de revolución. En noviembre de 1918, la monarquía bávara se derrumbó en sólo cinco días, gracias a una movilización pacífica de decenas de miles de trabajadores y soldados. El movimiento fue dirigido, improbablemente, por Eisner, un intelectual y editor judío de 51 años.

Encarcelado a principios de 1918 por su pacifismo militante y liberado en octubre, Eisner se convirtió en el héroe del momento. Sus discursos en las plazas, auditorios, asambleas y cervecerías de Múnich electrizaron a “las masas”, un término central tanto en el vocabulario como en la visión de la revolución, aunque en realidad esas masas movilizadas no representaban más del 10% de la población. El 8 de noviembre, a la espera de las elecciones parlamentarias, el Consejo Nacional Provisional declaró a Eisner primer ministro-presidente del Estado Popular de Baviera.

Gustav Landauer, amigo y colaborador de Eisner, lo describió como un “hombre modesto, puro y honorable, que se ha ganado la vida como escritor precario” y que de repente se convirtió en “el líder espiritual de Alemania por el mero hecho de que este valiente judío es un hombre de espíritu”. Un obrero militante se hizo eco del sentimiento: “Es la espada de la revolución, ha derrocado a los veintidós reinos de Alemania, es nuestro brillante líder; lo defenderé hasta la muerte”. A pesar de su sentido del humor autocrítico, el propio Eisner adoptó un tono mesiánico:

“El mundo parece hecho pedazos, perdido en el abismo. De repente, en medio de la oscuridad y la desesperación, suenan trompetas que anuncian un nuevo mundo, una nueva humanidad, una nueva libertad”.

La repentina aparición de un gobierno revolucionario cogió a casi todo el mundo por sorpresa. Su impacto fue inmediato: Eisner defendió el sufragio femenino y la jornada laboral de ocho horas, mientras los consejos obreros dirigidos por intelectuales se unían a su bando, junto con los soldados recién llegados del frente.

Pero el gobierno de Eisner se encontró con una feroz resistencia. Los partidos centristas y conservadores, la burocracia, las clases medias, la prensa dominante, el clero católico y otros grupos religiosos (incluida la comunidad judía), las cofradías ultranacionalistas, muchos profesores y estudiantes universitarios, las misiones diplomáticas de los aliados de Alemania y la mayoría de los agricultores bávaros consideraban el nuevo régimen una aberración intolerable.

Casi de la noche a la mañana, la pacífica y cultivada Múnich se convirtió en un escenario en el que el siglo XX ensayaba su futuro. Destacados intelectuales, escritores y bohemios se unieron al gobierno, junto a economistas como Edgar Jaffé, Lujo Brentano y Otto Neurath, y pedagogos como F.W. Foerster, todos ellos convencidos de que la revolución marcaría el amanecer de una nueva era.

La ciudad se convirtió en un crisol. Los revolucionarios espartaquistas se mezclaron con los agentes de Lenin, mientras futuros nazis como Rudolf Hess y Ernst Röhm se curtían en política. El nuncio Eugenio Pacelli, futuro Papa Pío XII, enviaba informes al Vaticano. Escritores y pensadores como Thomas y Heinrich Mann, Rainer Maria Rilke, Victor Klemperer, Martin Buber y Lion Feuchtwanger fueron testigos directos de la agitación. Y en los márgenes, un pintor fracasado de 29 años y veterano amargado llamado Adolf Hitler deambulaba por mítines y cuarteles en busca de una válvula de escape para su rabia.

Sin embargo, la violencia tardó en estallar. Cuando Weber pronunció su conferencia sobre “La política como vocación” el 28 de enero, apenas habían transcurrido 11 semanas desde la llegada de Eisner al poder. La revolución seguía buscando un rumbo y el orden republicano pendía de un hilo.

En opinión de Weber, el gobierno de Eisner era un desastre. Antes de empezar su conferencia, Weber declaró: “Esto no merece el honorable nombre de revolución: es un carnaval sangriento”. Entre los oyentes había estudiantes que dejarían su propia huella en la historia: el filósofo Karl Löwith; Max Horkheimer, cofundador de la Escuela de Fráncfort; y Carl Schmitt, que se convertiría en uno de los principales teóricos del nazismo.

El carnaval sangriento

En Múnich, Weber se enfrentó al “Aleph del siglo”: un país convulso, una ciudad polarizada y febril, un demagogo carismático en decadencia, un parlamento debilitado, una revolución que se precipitaba hacia su apoteosis y una reacción nacionalista liderada por militares que ganaba impulso rápidamente. Estaba horrorizado.

La convergencia de la agitación histórica y la crisis personal dio a sus palabras la gravedad de una revelación profética. Su rechazo del presente reflejaba su ansiedad por el futuro, ya que estaba convencido de que el destino de Alemania y Europa se decidiría allí mismo. Destilando este momento, “La política como vocación”, aunque pretendía abordar circunstancias políticas inmediatas, trascendió su tiempo y se convirtió en un texto definitorio del liberalismo moderno.

Amonestando a sus jóvenes oyentes revolucionarios, Weber habló como un profeta erudito clamando en el desierto: “Quien busque la salvación de su alma y la de los demás no debe hacerlo por el camino de la política, cuyas tareas son muy distintas y sólo pueden cumplirse por la fuerza”. Su crítica a la “ética de la convicción” tenía su origen en los recientes estallidos de violencia política:

“¿No vemos que los ideólogos bolcheviques y los espartaquistas producen los mismos resultados que los de cualquier dictador militar precisamente porque utilizan este medio de la política? ¿En qué se diferencia el gobierno de los consejos de obreros y soldados del de cualquier gobernante del antiguo régimen si no es en la persona de quien detenta el poder y en su amateurismo? ¿En qué se diferencian los ataques de la mayoría de los representantes de la (supuesta nueva) ética a sus adversarios de los ataques de cualquier otro demagogo?”

Mientras que los bolcheviques rusos habían ganado, los espartaquistas de Berlín habían fracasado en su intento de alcanzar el poder. En Munich, sin embargo, el “aficionado” Eisner estaba al timón. Los “ataques” mencionados por Weber los había sufrido él mismo. El 4 de noviembre de 1918, dos furibundos representantes de “la nueva ética” (los literatos, como él los llamaba burlonamente) le gritaron en un mitin: el anarquista Erich Mühsam y el leninista germano-ruso Max Levien. Exclamó,

“¡Se dirá que se distinguen por su noble intención! Bueno, pero de lo que estamos hablando aquí es de los medios utilizados, y los adversarios combatidos también reclaman para sí, con total honestidad subjetiva, la nobleza de sus intenciones últimas.”

Aunque planeaba escribir una “Sociología de la revolución” -un proyecto que nunca llegó a completar-, Weber utilizó su conferencia para trazar lo que veía como una espiral descendente que se producía ante sus ojos. Una vez que líderes como Eisner desatan las pasiones populares, pierden rápidamente el control. Por nobles que sean sus ideales, sus acciones descansan en el aparato que crean, y ese aparato no está compuesto por almas puras, sino por “los guardias rojos, los pícaros y los agitadores”, que inevitablemente exigen sus recompensas:

“En las condiciones de la lucha de clases moderna, el líder tiene que ofrecer como recompensa interna la satisfacción del odio y el deseo de venganza… la necesidad de difamar al adversario y acusarlo de herejía”.

Para los apparatchiki, las recompensas externas significaban “poder, botín y prebendas”. Weber advirtió a los marxistas de su audiencia: “No nos engañemos … la interpretación materialista de la historia no es un carro que se toma y se deja a capricho, y no se detiene ante los autores de la revolución.”

Consciente de que sus jóvenes oyentes darían prioridad a la convicción sobre la responsabilidad, Weber cerró su conferencia con una línea del Fausto de Goethe: “El diablo es viejo; envejece para entenderlo”. Sus repetidas referencias a las “fuerzas demoníacas” que impregnan la política fueron proféticas, ya que preveía “una Era de Reacción” que se asentaría en Europa en menos de una década. Si eso ocurría, las aspiraciones morales de sus oyentes -que Weber admitía compartir- se volverían inalcanzables. Alemania no se enfrentaba al “amanecer del verano”, predijo, sino a una “noche polar de gélida dureza y oscuridad”.

Su público se estremeció, al igual que lo había hecho Toller en Lauenstein. “Weber rasgó todos los velos del pensamiento ilusorio y, sin embargo, nadie pudo dejar de sentir que en el corazón de esa mente clara latía una profunda seriedad humana”, dijo Löwith. Pero muchos no estaban dispuestos a abandonar sus ilusiones. Horkheimer recordaba: “Todo era tan preciso, tan científicamente austero, tan libre de valores, que volvimos a casa completamente desolados”.

La ilusión perduró, pero fue Weber quien se mostró clarividente, ya que el “carnaval” se había vuelto sangriento. Apenas tres semanas después de la conferencia de Weber, Eisner se dirigió al Parlamento para presentar su dimisión y fue asesinado por un joven aristócrata, Anton Graf von Arco auf Valley, que pretendía demostrar su “verdadera” identidad alemana a la Sociedad Thule, nacionalista de extrema derecha, que le había rechazado porque su madre era judía. Aunque Weber no se instaló definitivamente en Múnich hasta junio de 1919, fue testigo del acto inaugural de esta tragedia.

Tras el asesinato de Eisner, un débil gobierno socialdemócrata que incluía a Neurath y Jaffé, amigos íntimos de Weber, intentó impulsar reformas audaces y originales. Pero pronto fue barrido por los consejos obreros, que el 6 de abril anunciaron la Primera República Soviética de Baviera, un insensato experimento anarquista que pretendía rehacer el mundo en siete días. A diferencia de Dios, duró menos de una semana antes de ser suplantada por la abiertamente autoritaria Segunda República Soviética Bávara, que fue aplastada el 1 de mayo por las tropas bávaras y prusianas. Fue en esas filas donde apareció por primera vez la esvástica, un oscuro presagio de lo que estaba por venir.

El gran filo-semita

Los principales protagonistas de este drama no sobrevivieron a sus secuelas. Landauer, el líder intelectual del anarquismo romántico, fue salvajemente golpeado con culatas de fusil y garrotes, y luego asesinado el 2 de mayo.

Weber también murió joven. Tras breves e infructuosas incursiones en política, regresó a Múnich en junio, justo cuando la universidad y la ciudad estaban siendo invadidas por autoridades xenófobas, nacionalistas, militaristas y antisemitas. Erigiéndose en ejemplo vivo de la ética protestante que entonces estudiaba, Weber se lanzó de nuevo a escribir y dar conferencias, expresando opiniones liberales impopulares que le valieron el injusto calificativo de “padrino de la República Soviética”.

Esta lucha pública se desarrolló en paralelo a una angustia privada casi insoportable incluso para un hombre del temperamento estoico de Weber: el suicidio de su hermana viuda, que dejó cuatro hijos, y su torturada relación amorosa con la esposa de Jaffé, Else, una antigua discípula con la que editó el legendario Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik (“Archivos de Ciencias Sociales y Política Social”).

Weber estaba especialmente indignado por el “loco antisemitismo” que envenenaba incluso a sus colegas. Demostrando su independencia moral, defendió a sus antiguos adversarios judíos hasta tal punto que Leo Löwenthal, con Horkheimer futuro fundador de la Escuela de Fráncfort, le llamó “el gran filosemita”.

Fiel a esa descripción, Weber defendió con éxito a Neurath ante los tribunales e hizo lo mismo con Toller, argumentando que “en un acto de rabia, Dios le hizo político”. Incluso reconoció públicamente la buena fe de Eisner y habló en defensa de varios otros líderes encarcelados, explicando a los jueces el significado de la “ética de la convicción”. Por eso omitió el nombre de Eisner en la versión publicada de “La política como vocación”.

A pesar de todo su idealismo, la Revolución de Múnich confirmó la observación de Weber de que “lo bueno no sigue a lo bueno, sino a menudo lo contrario”. Los demagogos, socialistas, pacifistas, anarquistas y comunistas que la dirigían habían cometido el mayor pecado político de todos: ignorar la realidad.

Resultó que la política no consistía en elaborar planes elevados que pasaran por alto los obstáculos prácticos. Las clases trabajadoras no eran mayoritarias en Baviera ni en Alemania. Las fábricas, ahora controladas por jefes burocráticos y militares, no abrazaron el socialismo, sino que permanecieron dentro de las estructuras capitalistas. Y no todos los seguidores de Eisner y Landauer eran idealistas como ellos; muchos cambiaron rápidamente de bando, buscando sus “recompensas internas y externas” entre las triunfantes fuerzas de extrema derecha.

Quizá lo más importante es que los revolucionarios se equivocaron sobre su verdadero adversario. No era el SPD, al que tachaban de tímido y reformista, sino el militarismo pangermánico que Weber previó y al que no supieron enfrentarse.

Convencidos de que Occidente había entrado en una fase terminal de decadencia, los fundadores de la Escuela de Fráncfort huyeron a Estados Unidos, donde construyeron libremente una tradición intelectual en desacuerdo con el orden económico de su país de acogida. Los revolucionarios, por su parte, se aferraron a la creencia de que el orden constitucional y parlamentario que defendía Weber había quedado enterrado para siempre. Pero al denunciar y prohibir al “archirreaccionario” Weber, despejaron el camino al verdadero reaccionario: Schmitt.

Aunque Weber tenía razón al condenar a esos revolucionarios románticos, pasó por alto algunos matices importantes. Eisner, por ejemplo, se parecía mucho más al socialista ruso moderado Alexander Kerensky que a León Trotsky. Landauer, el anarquista, era un místico utópico que detestaba la voluntad de poder de los marxistas. Políticamente, ¿era realmente tan irresponsable la postura pacifista de Eisner? Si hubiera perdurado, podría haber suavizado los términos punitivos del Tratado de Versalles. ¿Y los experimentos comunales de Landauer eran totalmente irrealizables, al menos a una escala modesta? No necesariamente.

En su conferencia de 1917 “La ciencia como vocación”, Weber había asumido que el “encanto” nunca podría restaurarse en el desencantado mundo posterior a la Ilustración. Sin embargo, Eisner y Landauer, sostenidos por la esperanza utópica, se aferraron a ella. Ambos encarnaron la “ética de la convicción” hasta el final y pagaron el precio más alto.

A diferencia de Weber, estos líderes radicales no comprendieron la profundidad del secular odio judío de Alemania, que acabaría condenando su proyecto político. Desde el principio de la revolución, advirtió Else Jaffé: “El separatismo está levantando la cabeza y se va a adornar de antisemitismo”.

La consecuencia más desastrosa de la revolución bávara fue que preparó el terreno para el ascenso de Hitler, a partir de su llegada a Múnich en noviembre de 1918. Mientras que algunos biógrafos remontan su antisemitismo a sus años en Viena, otros, como Ian Kershaw, ven sus orígenes en Múnich, donde electrizó a las mismas multitudes que Eisner había agitado meses antes. Con el demagogo fascista emulando al socialista, la teoría de Weber sobre el carisma se había visto sombríamente reivindicada.

Weber murió de neumonía en junio de 1920. Su furia contra el Tratado de Versalles y la tensión de unas luchas políticas incesantes y solitarias agravaron sin duda su agotamiento, aunque nunca perdió su determinación. Tras haber defendido el frágil orden constitucional y parlamentario de Alemania contra el frenesí de la pasión revolucionaria y el atractivo de la dictadura nacionalista, no vivió para ver los diabólicos extremos a los que llegaron estas fuerzas cuando finalmente llegó la “noche polar” que él previó.

El espectro de Múnich

Al igual que el asesinato de Eisner presagió el del ministro de Asuntos Exteriores Walther Rathenau en 1922, los disturbios de 1919 presagiaron el colapso de la República de Weimar, socavada a su vez por facciones izquierdistas cuyo desprecio por la política parlamentaria les cegó ante los peligros del militarismo y el ultranacionalismo.

Este patrón se repitió en España, donde los odios ideológicos y el desdén de la izquierda por la democracia liberal fracturaron la república y dieron poder a la derecha nacionalista, culminando en la dictadura de cuatro décadas de Francisco Franco. En América Latina se produjeron dinámicas similares, sobre todo en Chile en la década de 1970.

Las advertencias de Weber sobre los revolucionarios carismáticos y su rígida “ética de la convicción” se vieron confirmadas por el trágico curso de la Revolución Cubana. Generaciones de estudiantes latinoamericanos siguieron el camino de Fidel Castro y el Che Guevara, y el resultado de esta visión milenarista del mundo sigue siendo demasiado evidente en Cuba y Nicaragua hoy en día.

Y el ciclo todavía tiene que seguir su curso. Hace apenas unos años, parecía inimaginable que nuestras democracias volvieran a enfrentarse a las fuerzas que fracturaron la Alemania de entreguerras. Sin embargo, aquí estamos, ahogados en lo que pasa por populismo. A pesar de sus diferencias, figuras como el presidente estadounidense Donald Trump, el primer ministro húngaro Viktor Orbán, el primer ministro indio Narendra Modi y el ex presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador se asemejan al modelo de Schmitt de un dictador que entiende que toda la política se reduce a la distinción amigo-enemigo.

Algunos países como Francia, el Reino Unido, Italia y Alemania no han olvidado del todo las lecciones de la Segunda Guerra Mundial, resistiendo por los pelos la atracción del autoritarismo. Pero Estados Unidos -en vísperas de su 250 aniversario- corre ahora el peligro real de sucumbir a él.

Sin duda, los líderes populistas no son los únicos que ven la política a través de la lente polarizadora y aplanadora de Schmitt. Muchos estudiantes universitarios de Estados Unidos y Europa, animados por una versión más vaga y menos articulada de la “ética de la convicción”, también la han abrazado. Pero a diferencia de los revolucionarios de 1919, que desecharon con impaciencia las advertencias de Weber en pos de la justicia social y económica, los jóvenes de hoy suelen confundir altruismo con narcisismo.

Los jóvenes de 1919 se unieron a la revolución y, como Eisner y Landauer, muchos de ellos murieron por ella. ¿Qué están dispuestos a arriesgar los insurrectos universitarios? Sus predecesores se apartaron de la política activa no para eludir responsabilidades, sino para construir un marco para el cambio social. En cambio, los movimientos estudiantiles actuales parecen carecer de una visión utópica coherente.

Dicho esto, hay una causa que preocupa sobre todo a los jóvenes idealistas de hoy: Palestina. Pero con demasiada frecuencia, el apoyo a los derechos palestinos se mezcla con el apoyo a Hamás y el antisemitismo. Del mismo modo que el antisemitismo no justifica la matanza de Gaza, la matanza de Gaza tampoco justifica hacer la vista gorda ante el antisemitismo o las atrocidades cometidas por Hamás.

He aquí otro sombrío eco de 1919. Al igual que los idealistas de Múnich, que creían que su revolución marcaría el comienzo de una era de armonía universal y disolvería antiguos odios, las generaciones judías de la posguerra esperaban ingenuamente que los horrores del Holocausto superaran siglos de prejuicios. Esa esperanza se vio finalmente frustrada por la respuesta hostil y violenta a la creación de Israel.

Desde su fundación, Israel ha firmado tratados de paz con varios países árabes y ahora busca un gran acuerdo con Arabia Saudí. Pero el conflicto palestino-israelí sigue atrapado en animosidades comunales y en la dicotomía amigo-enemigo de Schmitt.

Todo esto deja claro que “La política como vocación” nunca perderá su relevancia. Pero ha pasado mucho tiempo, y la democracia liberal vuelve a encontrarse asediada. Me pregunto: ¿Dónde están los héroes weberianos de hoy? ¿Es realmente el Presidente ucraniano Volodymyr Zelensky el único a la altura de las circunstancias?

Paseando por las calles de Múnich, encuentro motivos para la esperanza en la forma en que la ciudad reconoce tanto sus sueños como sus pesadillas, con monumentos a Eisner y Landauer, así como el Centro de Documentación para la Historia del Nacionalsocialismo, que se alza cerca de la antigua sede del Partido Nazi. Tras el atentado terrorista del 7 de octubre de 2023, vi cómo la gente se reunía en la plaza principal de Múnich para escuchar a un grupo de cantantes judíos que actuaban en yiddish. El momento fue fugaz pero poderoso, un recordatorio de que la lucha contra la gélida oscuridad del fanatismo está lejos de estar perdida.

Enrique Krauze is a historian, essayist, publisher, and the editor of the cultural magazine Letras Libres. His books include Mexico: Biography of Power (2008) and Redeemers: Ideas and Power in Latin America (2011).
Projet Symdicate

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

#Caricatura del sábado 06/09/2025

Posted on: septiembre 6th, 2025 by Super Confirmado

#6 septiembre Día Mundial de Aves Playeras

Posted on: septiembre 6th, 2025 by Laura Espinoza

 

 

Desde hace 6 años la red internacional de científicos y entusiastas comprometidos con la conservación de las aves, festeja cada 6 de septiembre, el Día Mundial de las Aves Playeras. Ocasión ideal para conocer sobre estas hermosas criaturas que tienen al mar, los litorales y ensenadas como sus principales proveedores de refugio y alimento.

 

Las aves playeras constituyen un importante grupo de vertebrados con diversidad de formas y tamaños. Presentan rasgos comunes como ser acuáticas y ubicarse entre la fauna migrante de mayor alcance por las largas distancias que recorren para encontrar abrigo, alimento, sitios de descanso y de reproducción.

 

Estas aves son importantes indicadoras del estado de conservación de los ecosistemas que habitan, por lo cual preocupa la caída en las cifras de su población, inquietud que comparten ornitólogos y organismos como la Red Hemisférica de Reservas las Aves Playeras (WHSM, por sus siglas en inglés).

 

Estos expertos alertan sobre la importancia de conservar a estas grandes voladoras mediante esfuerzos internacionales coordinados en cada uno de los países por los que transita esta fauna en sus largas travesías, y desde hace un lustro, junto con ornitólogos de distintas latitudes, celebran cada 6 de septiembre del Día Mundial de las Aves Playeras.

 

La WHSM es una estrategia de conservación lanzada en 1986 con la designación del primer sitio, en Bahía de Delaware, Estados Unidos, y trabaja en 15 países por la conservación de más de 14.9 millones de hectáreas donde habitan aves playeras.

 

México desempeña un papel estratégico en la migración de muchas de estas aves. Para especies que hibernan en Centro y Sudamérica, sus humedales son sitios de paso y para otras son sitios de anidación, descanso y reproducción. Entre los hábitats nacionales clave del continente americano para mantener poblaciones saludables de aves playeras, sobresalen 18 sitios de nuestro país, a saber:

 

Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado, Bahía de Santa María, Bahía de Tóbari, Bahía de Todos Santos, Bahía Magdalena, Complejo Lagunar Ojo de Liebre-Guerrero Negro, Complejo Lagunar San Quintín, Complejo San Ignacio, Ensenada de la Paz, Ensenada de Pabellones, Lago de Cuitzeo, Laguna Madre, Lago Texcoco, Llano de la Soledad, Marismas Nacionales, Pastizales de Janos y Ascensión, Playa Ceuta, Sistema Lagunar Huizache-Caimanero.

 

Muchas de las especies de aves playeras emprenden su viaje en estos primeros días de septiembre desde sus áreas de anidación y reproducción en el Ártico hasta el Polo Sur, o bien, a alguna costa, y descansan o hibernan en territorio nacional donde son motivo de admiración para el turismo que visita estos privilegiados espacios ideales para contemplar y aprender a conservar la naturaleza.

 

 

#Receta Camarones Strogonoff

Posted on: septiembre 6th, 2025 by Laura Espinoza


 

Ingredientes :

 

 

1 ½ kilo de camarones

 

3 tazas de agua

 

½ cebolla, para el caldo de camarones

 

1 zanahoria mediana, partida en trozos

 

1 rama de perejil, para el caldo

 

¼ de cucharadita de tomillo

 

 

1 hoja de laurel

 

½ kilo de champiñones frescos, cortados en tajadas y saltados en mantequilla

 

8 cucharadas de mantequilla

 

3 cucharadas de cebolla, finamente picada y blanqueada

 

4 cucharadas de harina

 

1 ½ de taza de caldo de camarones hecho con las cabezas licuadas

 

½ taza de jerez seco

 

2 cucharadas de perejil, finamente picado

 

1 ¼ taza de crema de leche

 

½ cucharadita de salsa inglesa

 

Sal

 

Pimienta

 

Preparación:

 

Limpiar los camarones retirándoles el coral. Reservar las colas con su caparazón.

 

 

Preparar un concentrado con las cabezas y las caparazones con 3 tazas de agua, sal, cebolla, zanahoria, perejil. Hervir tapado y reducir hasta que queden 2 a 2 ½ tazas. Licuar sin las verduras y pasar por colador.

 

 

Dorar rápidamente las colas en 2 cucharadas de mantequilla, sazonarlas ligeramente y agregar una cucharada de jerez seco. Cocinar hasta que se pongan de color rojo. Pelar las colas.

 

 

Poner la mantequilla restante en una olla mediana y dorar la cebolla. Añadir harina fuera del fuego, y luego el líquido de los camarones licuados y colados, moviendo constantemente. Agregar el jerez y llevar a hervir 10 minutos, moviendo hasta que espese. Agregar un poco del coral y perejil al gusto.

 

 

Incorporar las colas y dejar hervir 3 minutos. Por último agregar los champiñones previamente salteados en mantequilla.

 

 

Antes de servir agregar la crema de leche y la salsa inglesa.
Acompañar con arroz blanco.

 

 

 

 

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