Para el año 2.050 los adultos mayores serán más de la quinta parte de la población mundial.
Las situaciones de abuso o de maltrato en todas sus diferentes formas hacia las personas de mayor edad atraviesan nuestra cultura y obedecen a una compleja trama de condicionantes sociales que hacen que se las vea como algo “natural” o “normal”. El envejecimiento poblacional -el incremento relativo de la franja de población mayor de 60 años respecto de la población general- aumenta en todo el mundo. Para 2.025 se prevé que habrá más de 1.200 millones de personas mayores de 60 (el doble de las que había tan sólo 30 años antes, en 1.995). En 2.050 los adultos mayores serán más de la quinta parte de la población, y si las sociedades no tienen en cuenta que ese incremento hace necesario pensar en una comunidad que tenga mucho más en cuenta las necesidades específicas de esta parte de la población, esta situación global de maltrato a la vejez empeorará en términos reales, ya que no sólo incluye las acciones capaces de dañar (de manera única o recurrente) a una persona mayor, sino también la falta de medidas para evitarlo.
Se estima que entre 4 y 6 por ciento de los adultos mayores sufre o ha sufrido alguna forma de maltrato relacionada con su condición de tales. Este maltrato afecta su salud física o psíquica, sus condiciones materiales de vida o su patrimonio, o directamente sus derechos humanos. Por ese motivo, el 15 de junio de cada año fue instituido desde 2.011 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como el Día Mundial de la Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato a la Vejez.
¿Existe verdadera conciencia de que este es un problema de toda la sociedad?
“En realidad, de lo que sí se tiene plena conciencia hoy es que son muy pocos los países que toman en cuenta los datos y las recomendaciones del plan de acción internacional sobre el envejecimiento del acta de Madrid que data del año 2.002, y realmente no hay muchos países del mundo en los que esté en consideración este tema. Queremos hacer llegar nuestra preocupación hacia todos los lugares, porque esto tiene que ver con las políticas públicas de los gobiernos de turno hacia los adultos mayores, pero también con las relaciones entre las diferentes generaciones en cada familia y con lo que reciben los chicos en la escuela”, subrayó la Lic. María Mercedes Olmedo, especialista en Trabajo Social.
Algunos brutales delitos cometidos contra personas ancianas de los que se tiene diariamente noticia a través de los medios de comunicación conforman sólo la cara más obscena del fenómeno. Pero hay formas de maltrato más solapadas, a veces inscriptas en la vida familiar, que hasta hace poco tiempo ni siquiera llamaban la atención como un problema social, porque se las consideraba nimiedades propias del ámbito privado: “El hecho de no escucharlos, de no pedirles nunca una opinión a los padres o a los abuelos, no visitarlos o no ocuparse de que puedan por ejemplo ir al médico son formas de maltrato tan cotidianas como los abusos vinculados a cuestiones relacionadas con bienes o trámites sucesorios”, comentó la Lic. Olmedo.
Esas son, según explica, las manifestaciones del problema a nivel familiar y doméstico. Pero aclaró que también es necesario pensar qué papel cumplen en la naturalización y la perpetuación de este maltrato las pequeñas, medianas y grandes organizaciones que forman parte de la sociedad y de un país. “La realidad –consignó– es que son grupos etarios olvidados, a veces desde la propia familia, a veces también desde la política, porque los planes para ellos suelen ser de muy corto plazo, o si son de más largo plazo no se sostienen en el tiempo, según es la triste experiencia en nuestro país”.
Las relaciones cotidianas que se dan en una familia son el modelo que las diferentes generaciones que la integran tomarán en etapas posteriores de la vida. Escuchar la voz de los mayores y poder incorporar esta sabiduría a la resolución de los problemas y el disfrute de una vida con mayor dignidad y salud individual y colectiva, debe ser parte de ese camino necesario para revertir el estado de cosas: “Es necesario hacerlos sentir protagonistas, no cercenar sus formas de expresión, tomar en cuenta la trayectoria vital de cada persona, empoderarlos a través de diferentes asociaciones para que puedan salir a pelear por sus derechos, y también alentar a los gobiernos para que hagan el seguimiento de los planes nacionales y que estos no se corten porque haya un cambio de gobierno”, señaló la Lic. Olmedo.
Con respecto a la institucionalización de los adultos mayores, situación que siempre suele resultar traumática para las familias, lo importante es comprender que se les deben brindar los cuidados y atención que no pueden ser provistos por cuidadores informales, y para lo cual debe haber todo un equipo de trabajo conformado : familia, adulto mayor y equipo terapéutico de la institución elegida. «Bajo este concepto, el tema debe trabajarse mucho en forma integral para poder ingresar a una persona en la institución de la mejor manera posible”.
Las personas centenarias necesitan de sus ámbitos de pertenencia, donde compartir experiencias con sus pares y sus familiares: “Incluso se han podido lograr interesantes intercambios con chicos de escuelas primarias jardines de infantes; estos intercambios intergeneracionales deberían estar promovidos desde la propia currícula escolar”, señaló la especialista. Mientras tanto, desde los puntos de vista sanitario y social, si los sectores de atención primaria de salud y servicios sociales no están bien dotados para detectar y resolver las necesidades de nuestros mayores, la mayor parte de este maltrato seguirá estando semioculto y profundamente enquistado, según lo que señalan desde las propias Naciones Unidas.
Fuente: Consenso Salud