Dos conceptos que deberían marchar de la mano, viven, sin embargo, en el terreno de la desconexión. Cada uno por su lado. La política es el escenario de la lucha del poder; la democracia, una aspiración acorralada e, incluso, desdibujada. Esas ideas, palabras más, palabras menos, son algunas de las conclusiones de la investigación desarrollada por la Fundación Centro Gumilla con el título Cultura democrática y participación política en Venezuela.
El Centro Gumilla es el espacio de investigación y acción social de los jesuitas en el país. Fue creado en 1968 con el objetivo de contribuir a «la realización de la justicia que brota de la fe». Con sedes en Caracas y Barquisimeto, el Gumilla extiende su presencia por diez estados del país.
La investigación que se comenta se realizó hacia finales de julio del año pasado en el Distrito Capital y, precisamente, en otras diez entidades nacionales. Coincidió el desarrollo de la investigación con el proceso de gestación de la primaria de las fuerzas de la oposición democrática que, sin duda, significó un subidón político en el país, tras un largo período de apatía y desinterés. Mediante grupos focales, en los que participaron 107 personas adultas, además de 8 entrevistas individualizadas, la investigación se propuso indagar sobre la comprensión de la política y la democracia, para fortalecer espacios reflexivos y formativos.
La política, y es una buena noticia, tiene valoraciones tanto positivas como negativas. En palabras de los participantes es «una manera de hacerse con el poder» y dar soluciones; debe generar oportunidades, alcanzar puntos de acuerdo para que «entre todos» se busque el bienestar común; también, según la opinión de un participante, de la política formamos parte todos, donde nadie debe ser excluido y en la que la participación no tiene cerco alguno.
Por el lado negativo, se asocia con temas tediosos, todo es lo mismo todo el tiempo; se cuestiona la idea de un líder salvador que arregle todo; cuando se menciona la palabra política, ésta se vincula de inmediato con los partidos y todo el desprestigio que han acumulado con los años.
La democracia es, para los participantes de los grupos focales, capacidad para decidir, libertad para elegir, pluralidad de pensamientos, protección de los derechos humanos, pero, también, partidizada, el poder es de unos pocos, carente de los necesarios controles administrativos y contradictoria porque permite que “gente llegue al poder y atente contra la propia democracia”. De todas formas sigue siendo valorada como la mejor forma de gobierno y el sistema que puede favorecer la convivencia.
Son opiniones de gentes aguas abajo, alejadas y desatendidas por los centros de poder, con criterios propios y firmes, a partir de sus lecturas y su contraste diario con la realidad hostil. Demandan que a la democracia se le dé contenido para evitar ideas secundarias que, enarbolándola como bandera, “enmascaran pretensiones que la distorsionan”.
Junto con democracia y política, también la reconciliación en el país ocupó la atención de los participantes en la investigación del Gumilla. Y la conclusión al respecto es que no se alcanza la convivencia de manera mágica, que deben ocurrir profundos cambios políticos, personales y en el manejo del poder porque, entre otros aspectos, hay heridas abiertas que aumentan la desconfianza entre los actores políticos.
Editorial de El Nacional