El 19 de febrero los ecólogos celebran el Día Mundial de las Ballenas y de otros mamíferos marinos. Un día como este, hace veintisiete años, la Comisión Ballenera Internacional prohibió la pesca industrial de la ballena.
El 19 de febrero los ecólogos celebran el Día Mundial de las Ballenas y de otros mamíferos marinos. Un día como este, hace veintisiete años, la Comisión Ballenera Internacional prohibió la pesca industrial de la ballena.
Solo se hizo una excepción para algunos pueblos poco numerosos, que sin la carne de la ballena simplemente no pueden subsistir. Entretanto y a pesar de las protestas de la opinión pública, no todos los países renuncian a sus flotillas balleneras.
A pesar de su enorme tamaño las ballenas son indefensas ante los arpones. Con solo pescar una ballena, el propietario del buque cubre todos los gastos de la expedición. La pesca despiadada de mamíferos marinos se practica desde el siglo XVII. Y solo a mediados del siglo XX, cuando desaparecieron varias especies de ballenas, y la cantidad de otras especies se redujo en decenas de veces, las protestas de los defensores de la naturaleza sonaron a plena voz. En 1986, tras la entrada en vigor de la moratoria a la pesca comercial de ballenas, la población de algunas especies empezó a restablecerse paulatinamente –señala el copresidente del grupo ecologista internacional EcoDefensa, Vladímir Sliviak:
—La prohibición del extermino de estos mamíferos está surtiendo un efecto positivo. Al propio tiempo, hay una serie de países, entre ellos Japón, que siguen pescado ballenas en cantidades industriales. Desde luego que hay que conseguir que la prohibición sea total.
En el último cuarto de siglo Tokio está desarrollando el programa de pesca científica, que genera las protestas de los defensores de la naturaleza. Anualmente, los balleneros japoneses, supuestamente con fines de investigación, matan a más de ochocientas ballenas. Su carne va a parar invariablemente a restaurantes y supermercados del país. El año pasado se vieron obligados a renunciar a la pesca en las aguas de la Antártica, después de que ecólogos
voluntarios lanzaran contra los buques botes de humo y les dispararan con cañones de agua. En su tiempo la Unión Soviética poseía la flota ballenera más poderosa del mundo. Pero, más tarde, la flota fue liquidada por innecesaria: Rusia renunció a la captura de ballenas. Se hizo una excepción para los pequeños pueblos del norte. Ellos practican la llamada caza aborigen. Para ellos la carne de la ballena es la única forma de subsistir. La pesca se realiza en consonancia con las cuotas establecidas por la Comisión Internacional.
Ahora en Rusia rigen varios proyectos de defensa de las ballenas –dice el experto en mamíferos marinos Dmitri Glázov:
—La compañía Gazprom, por ejemplo, tiene un programa de preservación de las variedades. La Sociedad Geográfica Rusa tiene su propio programa. También lo tienen las compañías extractoras de petróleo en la plataforma continental. Esto tiene que ver, más que nada, con las variedades insertadas en el Libro Rojo de Variedades en Peligro de Extinción y con importantes variedades grandes. Por ejemplo, la ballena gris y la ballena beluga. A veces conciernen a cetáceos, por ejemplo, la afalina del mar Negro o el delfín del Azov.
Los proyectos científicos de estudio de las ballenas se distribuyen por regiones. En el litoral de Kamchatka y de Sajalín se pone el acento en las ballenas gris, de Groenlandia y jorobada. En el mar Blanco, de acuerdo con el programa de la Sociedad Geográfica Rusa, se estudia la ballena beluga –prosigue Dmitri Glázov:
—En el océano existe ahora un gran problema con el exceso de ruido, la contaminación por ruido. En nuestro Instituto de Ecología se está investigando la influencia de ese ruido el oído de las ballenas beluga y en su estado fisiológico, a los efectos de dar después algunas recomendaciones a las compañías petroleras, que perforan la plataforma continental o a las compañías energéticas, que construyen allí generadores eólicos. Y también a los militares que utilizan sonares activos.
La expedición científica de Sajalín, que estudia la migración de las ballenas grises, utiliza comunicación vía satélite. Los transmisores se sujetan en los gigantes marinos. Estos recorren anualmente 10 000 kilómetros del Océano Glacial Ártico hacia la península mexicana de Baja California, aunque algunas de ellas se dirigen a otras regiones. Por ejemplo, medio año atrás, una ballena gris sorprendió a los científicos al ser vista en el Mediterráneo. Al día de hoy en el mundo hay más de cien variedades de mamíferos marinos. Y la misión de los científicos consiste, en no solo mantener, sino en aumentar el número de ejemplares.
Mijaíl Áristov
mj/as/sn