A las 10:13 de la noche del domingo 3 de diciembre, Elvis Amoroso, presidente del Consejo Nacional Electoral, acompañado de otros 13 funcionarios electorales -todos sentados frente a una gran mesa adornada con el logo del ente electoral, y a sus espaldas un enorme mapa del país con el territorio Esequibo ya incorporado- procedió a leer un comunicado que fue anunciado como «un documento que le presentamos al pueblo de Venezuela». El país esperaba los escrutinios del referéndum consultivo convocado y realizado ese día sobre la reclamación territorial del Esequibo, pero Amoroso ofrecía un «documento» que, dado tal nombre, podía estar hecho desde antes de que el primer votante acudiera a un centro electoral.
En la muy larga historia electoral del país, iniciada en diciembre de 1958, jamás el CNE había actuado con semejante ausencia de formalidad y de rigor profesional. Fue tal el despropósito, que en la red X algunos usuarios abogaban por la “resurrección” de Tibisay Lucena.
Han transcurrido diez días desde la escenificación de ese insólito acto en el que Amoroso se comportó, además de como un «locutor» alargando las «o» de históóóóricoooo, como un operador político que olvida que el organismo que preside está obligado a actuar con «independencia, imparcialidad, transparencia y celeridad», según lo establece el artículo 294 de la Constitución Nacional.
10 días y sigue sin aparecer la data numérica mesa por mesa, centro de votación por centro de votación, que permita sostener sin ninguna clase de duda que el domingo 3 de diciembre se contaron «10.554.320 votos» que, tras una larga perorata fuera de lugar, anunció Amoroso, aunque al día siguiente se corrigió: los votos se transformaron en votantes y la cantidad pasó de 10.554.320 a 10.431.907.
El exrector del CNE Vicente Díaz resumía la situación en un post en la red X: “El CNE solo ha anunciado el total nacional. El total nacional es la sumatoria de todas y cada una de las mesas. La publicación oficial de los resultados mesa x mesa, se TIENE que producir. Mientras tanto el país solo puede evaluar imágenes de los centros vs el total anunciado”. Dos conclusiones: una, sin suma mesa por mesa verificable no se puede saber de dónde sale ese total nacional; dos, las imágenes de los centros de votación desdicen absolutamente al “muy patriótico” Amoroso.
10 millones de personas movilizándose a votar en un país del que se han ido cerca de 8 millones de habitantes es una conmoción. Un suceso imposible de ocultar. Sin embargo, no hay videos, ni fotos de aglomeración alguna en ningún lugar del país. Durante la jornada electoral, varios altos funcionarios gubernamentales difundieron videos mientras se dirigían al centro de votación. Pero luego ninguno en el lugar de votación o al salir de él o en una fila para votar. Nicolás Maduro dijo que se votó hasta las 11:30 de la noche -Amoroso anunció un total de votos sin que el proceso de votación hubiera concluido- y, aún así, se carece de un registro visual de esas filas de votantes. Insólito es poco.
Sin votos desagregados mesa por mesa es imposible realizar la auditoría ciudadana que es una de las fortalezas del sistema electoral venezolano. Lo que permite al elector dar seguimiento a su voto, porque puede asistir en directo al escrutinio de su mesa y luego constatar que lo que vio aparece en la data publicada por el CNE. Una vez publicados los resultados acta por acta es cuando los ciudadanos y los distintos actores políticos pueden certificar que el número de votos transmitido corresponde con los resultados impresos en el acta de escrutinio
Hay preguntas sin resolver sobre el referéndum del Esequibo: ¿dónde están los votos?, ¿es sólo casualidad que las elecciones cuestionadas son aquellas de las que se desconocen los resultados por mesa? Y, una más, ¿hubo un escrutinio?
Editorial El Nacional