Cada año, el 17 de setiembre, se celebra el Día Mundial del Psicopedagogo. Los psicopedagogos son una pieza fundamental en todo contexto educativo, si bien cumplen funciones diversas, una de las más importantes radica en el trabajo con niños con Necesidades Educativas Especiales (NEE). Los niños con NEE son aquellos que cuentan con un trastorno del neurodesarrollo o alguna discapacidad que conlleve a requerir adaptaciones significativas en el currículo escolar, por ejemplo, niños con trastorno del espectro autista, trastorno general del desarrollo, ceguera, síndrome de Down, entre otros.
El objetivo del psicopedagogo es acompañar a cada niño en su proceso de adaptación al contexto escolar y ayudarlo a desarrollarse plenamente en este ambiente. Por esta razón, también es importante que el profesional sensibilice a la comunidad educativa (alumnos, padres de familia y docentes) en relación con los distintos trastornos y patologías que pueden acompañar al alumnado.
Para lograr el objetivo mencionado, los psicopedagogos realizan un proceso de evaluación e implementan una serie de estrategias personalizadas que incluyen las ayudas que cada niño necesita. Dichas estrategias, o plan de intervención, se monitorean a lo largo del tiempo para realizar ajustes que sean pertinentes.
La evaluación incluye diversas modalidades. Por ejemplo, entrevistas, observaciones directas y aplicación de pruebas psicométricas. Sobre las entrevistas, es posible afirmar que la información que pueda recolectar el profesional de los padres de familia resulta fundamental. Esta permitirá que el psicopedagogo se aproxime a la historia de vida de cada niño. Asimismo, proporcionará información importante sobre su comportamiento en casa, esto incluye conocer el repertorio de habilidades y los desafíos que presenta. Dentro de las entrevistas, también se podría incluir el contacto que tenga el psicopedagogo con otros profesionales que atienden al niño fuera del contexto escolar.
Muchos niños con NEE acuden a centros de terapia ocupacional, cognitiva, emocional o conductual. En dichos centros, se aplican una serie de estrategias que también pueden implementarse en la escuela. De hecho, el trabajo coordinado entre el psicopedagogo, los maestros, los padres y otros profesionales externos al colegio aseguran un mejor progreso del niño. La segunda modalidad de evaluación son las observaciones, básicamente se trata de visitar periódicamente los contextos donde interactúa el infante, por ejemplo, el salón de clases y la hora de recreo. Estas observaciones también serán útiles para que el psicopedagogo pueda brindar ciertas pautas a los maestros de aula. Por último, la aplicación de pruebas psicométricas dependerá de la edad del niño y las habilidades que se necesiten evaluar. En ningún caso deben utilizarse las pruebas psicométricas para etiquetar al infante, más bien deben tomarse como un apoyo que permita entender mejor cuáles son las fortalezas del infante y qué apoyos adicionales necesita para fortalecer las áreas de mejora.
Una vez que el psicopedagogo ha triangulado la información obtenida de las diversas modalidades de evaluación, podrá idear un plan de intervención que se ajuste a las necesidades de cada niño. Además, deberá encargarse de comunicar el plan de intervención a los distintos agentes involucrados en el proceso educativo. Una vez que se inicie la implementación, el profesional deberá corroborar que el plan de intervención se esté aplicando de manera adecuada. Además, será importante que recoja la opinión de los agentes involucrados sobre los avances del niño. Con todo, el plan irá cambiando a medida que el niño vaya adquiriendo nuevas habilidades.
En definitiva, el papel del psicopedagogo permite que el aprendizaje sea accesible para cada uno de los niños con los que trabaja ¡Gracias psicopedagogos por permitirnos construir una sociedad más inclusiva!
Universidad de Piura