Este 27 de junio se conmemora el Día del Periodista en Venezuela. Hay poco que celebrar, salvo la capacidad de resistencia frente a un régimen alérgico a la democracia y la libertad de expresión. La fecha, como se sabe, es un homenaje al Correo de Orinoco, cuya primera de sus 133 ediciones circuló el sábado 27 de junio de 1818 cuando aún Venezuela era una colonia española. Simón Bolívar dio vida a ese medio porque no bastaban los pertrechos para ganar la guerra y conquistar la independencia.
Dos siglos y cinco años después, una gente que insurgió en nombre del padre de la patria arruinó el país, entregó la soberanía, espantó a sus ciudadanos y se ha propuesto, con persistente ensañamiento, acabar con el sistema de medios de comunicación privados, que fueron expresión vital de aquella democracia que, con luces y sombras, fue un refugio en esta región plagada de gobiernos militares de facto durante décadas.
No es una exageración. La única desmesura es el régimen que oprime al país. En 20 años, entre 2003 y 2022, 403 medios quedaron fuera de acción. Es el resultado de la aplicación de la política de la “hegemonía comunicacional” para imponer una sola visión de una realidad que ni siquiera se puede agarrar con pinzas, porque está hecha polvo.
Son muy escasos los diarios que se imprimen y circulan, y no como consecuencia de los avances tecnológicos sino porque no hay papel ni anunciantes, sus editores han sido obligados a pagar multas considerables y más de una vez; los han amenazado y perseguido, incluso fueron forzados a vender algunas de las históricas cabeceras periodísticas del país. Empresas que llegaron a dar empleo hasta a un millar de trabajadores y hoy mueren de mengua. Porque no les interesa usarlas, desprecian el negocio y se conforman en convertirlas en escombros.
Cerca de 300 emisoras de radio, las más próximas al consumo informativo y de entretenimiento de los sectores populares, han cerrado, al igual que 19 canales de televisión y una docena de portales digitales. Grandes zonas del país son “desiertos informativos”. El lema oficial parece ser “muerto el perro, se acabó la rabia”. Sin periódicos, no hay periodistas. Sin medios, o con muchos menos de los que había hace 30 o 40 años atrás, hay menos profesionales de la información. Muchos periodistas venezolanos recordarán este día en otros países. Otros, tras las rejas, o con régimen de presentación ante algún tribunal.
Desde su llegada al poder, lo que hoy se identifica como chavomadurismo entendió que para sus propósitos de dominación social y política era imprescindible atacar el célebre «cuarto poder», minar su solvencia financiera, sembrar dudas sobre la independencia de los profesionales de la información y de esa manera no tener que rendir cuenta ni ante los órganos institucionales –son todos tentáculos del poder– ni tampoco ante la opinión pública, porque quien se resista lo pagará en desprestigio, exilio, persecución o cárcel.
A los periodistas que no se doblegan, que siguen buscando informar pese a las barreras oficiales y trampas de apariencia legal, a los que persisten en denunciar por los medios a su disposición, felicidades en su día, con el anhelo de recuperar la democracia, la libertad y el sentido común.
Editorial de El Nacional