El régimen tiene un problema que parece sacarlo de sus casillas. No es tanto ponerle la mano a los 3.250 millones de dólares (una bagatela para su voracidad) producto de lo firmado en las negociaciones en México hace un par de meses, sino explicar de una manera convincente para sus escasos seguidores ―sometidos también a los rigores extremos de la «pelazón bolivariana»― que con esos recursos van a hacer lo que no hicieron con 1 billón de dólares (un millón de millones de dólares por si hay dudas).
Con esos 3.250 millones de dólares van a arreglar las escuelas: a las que les falla la luz y les falta el agua, o ambas a la vez, o se inundan con un palo de agua; en las que son insuficientes los salones a pesar de la alta deserción escolar, en las que Internet es un lujo en más del 60% de ellas, en las que un tercio no recibe el Programa de Alimentación Escolar (PAE).
Con esos recursos van a arreglar los hospitales, donde tampoco funcionan los servicios de agua y luz en la mayoría de ellos, en los que ha cerrado un porcentaje importante de las Unidades de Cuidado Intensivo y las que siguen operando lo hacen de manera intermitente por fallas de suministro. Hospitales sin laboratorios y sin medicamentos, vaya paradoja.
Y también van a arreglar el servicio eléctrico que reparte oscuridad ―por horas, por días― a urbanizaciones, barrios, pueblos, caseríos a lo largo y ancho del país, como consecuencia del deterioro progresivo de la infraestructura del sistema. No hay capacidad de generación, tampoco de transmisión y distribución. Es, según expertos, un colapso que requiere una reparación integral.
El “explicador” del régimen, Jorge Rodríguez, ―el doctor Rodríguez, lo presenta Maduro― se desgañitó esta semana en la Asamblea Nacional oficialista que preside ―y fue aplaudido a rabiar― porque esos reales no terminan de entrar en los bolsillos de la rebolución. “Estoy harto”, dijo y acusó al imperio yanqui y a la derecha criolla (siempre hay otros culpables) y amenazó con lanzar al garete las negociaciones en México.
Los venezolanos saben, porque lo padecen en carne propia, la extraordinaria velocidad con la que el régimen ha hecho desaparecer millones y millardos mientras el país se hunde sin remedio. Si “Venezuela se arregló”, ¿cuál es la desesperación del señor Rodríguez?
El país quiere y desea creer que esos recursos bloqueados en el sistema financiero internacional se liberarán de manera fiable, que se depositarán en un fondo bajo vigilancia de las Naciones Unidas y de organizaciones civiles de la sociedad venezolana para que efectivamente se destinen a atender las necesidades elementales y acuciantes de la gente, que no se resolverán con ese monto pero se podrán aliviar. El país desconfía del uso un solo dólar en manos de quienes han gobernado por casi un cuarto de siglo
Esos recursos ―que se salvaron de la dilapidación― serán útiles y beneficiosos siempre que no corran la misma suerte del billón de dólares que produjeron las exportaciones petroleras. El señor (doctor) Rodríguez está harto de saberlo.
Editorial de El Nacional