Cada 15 de enero ―un día como ayer― se conmemora en Venezuela el Día del Maestro para reconocer la luchas iniciadas por los maestros venezolanos en 1932, en los años finales de la dictadura de Juan Vicente Gómez, para defender sus condiciones laborales y mejorar la educación en el país marcada entonces por un arraigado analfabetismo.
Si este lunes en cada aula del país se hiciera ―con las gruesas y dolorosas cifras del presente expuestas en el pizarrón― un repaso de esta historia casi centenaria habría más que lamentar que celebrar.
La educación fue un poderoso vehículo de movilidad social en los mejores años de la democracia venezolana, pero en la actualidad sufre de la idéntica postración que recorre el país, en su producción económica, en la generación de empleos, en atención sanitaria, en progreso social, en el disfrute cultural, en seguridad, en la vigencia y florecimiento de las libertades políticas.
El Día del Maestro mantiene su impronta de jornada de lucha, para exigir como hace 90 años condiciones laborales dignas y el acceso a una educación de calidad para todos los venezolanos. Para denunciar los salarios de agua con que se remuneran a los docentess y las aulas inundadas por los aguaceros.
El desempeño de la gestión educativa del régimen, en el que sale reprobado en cada curso, trasciende el renglón de la remuneración y desnuda una realidad que tendrá severas consecuencias en el futuro de la nación.
El Diagnóstico Educativo de Venezuela 2021, diseñado y coordinado por el Centro de Innovación Educativa (CIED) de la Extensión Social de la UCAB, revela que la población estudiantil de primaria y bachillerato pasó de 7,71 millones de inscritos en 2018 a 6,5 millones de inscritos en 2021. Una reducción de 15,6%: 1,21 millones (400.000 por año) de niños y adolescentes que salieron del sistema escolar.
La caída porcentual en el caso de los docentes es aún mayor: 25%, de 699.000 que trabajaban en escuelas y liceos en 2018 a 502.700 en 2021. En un caso y otro, más del 40% se fueron del país.
En la infraestructura de los colegios hay, además, carencias esenciales. Las más comunes: servicios de salud (93,7%), Internet (85,7%), salas de teatro o música (84,9%), laboratorios (79,6%), electricidad (69,9%), agua (56,5%), canchas (46,8%) y salones (17,6%).
La Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), que también realiza la UCAB ante la deserción del Instituto Nacional de Estadísticas, registra una caída año a año de la cobertura educativa de la población de 3 a 24 años desde 2014: de 73% a 63% y estima en 1,5 millones los niños y adolescentes que permanecieron fuera del sistema educativo en el año lectivo 2021-2022
El régimen recibió 950.000 millones de dólares por exportaciones petroleras entre 1999 y 2016 ―no se cansa de recordar el economista y profesor José Guerra― pero se lava las manos sobre lo que hizo con una cifra tan descomunal, que ningún pizarrón escolar resistiría y nadie pudiera explicar con mínima credibilidad.
Editorial de El Nacional