Las corridas de toros han promovido la tradición de que los toros se enfurecen cuando ven el color rojo, ¿pero se trata de una realidad o de un mito?, ¿odian los toros el color rojo? Descubre la respuesta a estas interrogantes a continuación.
Ciegos al color rojo
Los toros en realidad no pueden percibir el color rojo. Los ojos de estos bovinos en realidad pueden procesar un espectro cromático de apenas dos colores: azul y un verde amarillento. De modo que la creencia popular de que el rojo enfurece a los toros no tiene base científica.
¿Pero entonces qué es lo que ocurre en las corridas? Parece que lo que altera a los toros y los hace cargar en contra del torero (o ‘matador’, como tradicionalmente se denomina al torero en España) no es tanto un color como el movimiento.
Dinámica de las corridas de toros
Durante una corrida, el torero se para a una cierta distancia del toro y agitan un capotón rojo o ‘muleta’ (una tela de aproximadamente 110 centímetros de alto). Esto hace que el animal se altere y embista.
Pero al contrario de lo que la tradición supone, pruebas recientes señalan que el factor que conmina al animal a atacar es el movimiento, no la tonalidad de la tela.
Prueba de color y movimiento
En el 2007, los presentadores del programa Mythbuster llevaron a cabo un experimento para determinar realmente qué era lo que hacía al toro atacar. Para esto realizaron tres pruebas.
En la primera prueba, colocaron tres banderas ondeantes, de colores rojo, azul y blanco frente a un toro, para ver si alguna llamaba la atención en particular. El toro atacó a las tres casi al mismo tiempo.
En la segunda experiencia, los cazadores de mitos colocaron tres muñecos grandes vestidos cada uno con un color específico (se usaron el rojo, azul y blanco de nuevo). En esta ocasión el toro atacó primero a los objetos con los colores azul y blanco, y de último al rojo.
En la última experiencia se colocó una persona inmóvil vestida de rojo, en el ruedo, y otras dos personas a su alrededor, vestidas de azul y blanco. Estos últimos debían moverse sin parar. Al verlos, el toro embistió solo a los que se movían.
Culturizando