La primera acepción de héroe según la RAE es la de «persona que realiza una acción muy abnegada en beneficio de una causa noble».

¿Encaja Edson Arantes do Nascimento en esa definición? La pregunta correcta, en verdad, es si encaja Pelé en ese concepto. De la vida de Edson, el nombre con el que fue bautizado, apenas se sabe porque todos los focos se centraron en esas cuatro letras por las que se conoció, admiró e idolatró al futbolista brasileño que falleció el pasado jueves a la edad de 82 años y cuyo sepelio está previsto para hoy.

En el documental Pelé, producido por Netflix, una frase parece responder la interrogante planteada: «Los brasileños empezaron a quererse a través de él». ¿Es lo suficiente noble esa causa?

Edson Arantes do Nascimento era apenas un niño de 10 años cuando Brasil sufrió una de sus tragedias más sonoras: la derrota en la final del Mundial de 1950 frente a Uruguay. El célebre «Maracanazo», que presenciaron 200.000 personas en directo, todas ellas, o casi todas, persuadidas de que aquel juego era un simple trámite al final del cual los esperaba la Copa del Mundo.

El niño que no sabía cómo consolar el llanto de su padre -Dondinho, era su apodo de futbolista- fue capaz de decirle, sin embargo: «No esté triste, yo voy a traer esa copa para usted». Pelé contribuyó, y de qué manera, a darle tres copas mundiales de fútbol (1958, 1962 y 1970) a su país, en una trayectoria única en la historia del fútbol.

Hasta la primera de esas copas, cuando tenía tan solo 17 años, Brasil era víctima de lo que el periodista, escritor y dramaturgo Nelson Rodrigues identificó como el complejo del «perro callejero», la costumbre de los propios brasileños en menospreciarse, de admirar lo que venía de afuera porque no valían para nada como esos perros realengos.

Pelé fue, dice otra voz del documental, la imagen más prometedora de un chico negro pobre, hasta convertirse en un icono del más universal de los deportes. Su nombre fue sinónimo de Brasil, al que ayudó con su excelencia -y una sonrisa esplendorosa- a poner en el mapa mundial y, por eso, fue considerado un patrimonio nacional.

Se discute y se seguirá discutiendo, sin embargo, si O Rei, como también se le llamó, fue el más grande futbolista que ha existido, distinción a la que han aspirado, o aspiran, nombres como los de Alfredo Di Stéfano, Diego Maradona o Lionel Messi.

Él, que nunca pensó en ser famoso, que dijo en más de una ocasión que no se sintió mejor que nadie, fue durante su largo reinado equiparable en trascendencia a esa figura extrovertida y polémica que fue Muhammad Ali, que dejó honda huella dentro y fuera de los rings de boxeo.

«Veníamos de la nada», expresó acerca del origen de su familia, en cuyo hogar, a pesar de la pobreza y las privaciones, cimentó los valores y la confianza en sí mismo que lo convirtieron en lo más parecido a un noble héroe de nuestros tiempos.

Editorial de El Nacional