Nació en las afueras de Roma hace 28 años y se llama Camilla Fabri. A la edad de 19, consciente quizá de su cara bonita, decía tener como hobby el modelaje, aunque también manifestaba en You Tube que lo hacía vocacionalmente porque le habría gustado ser presentadora. 5 años después de tan cándidas afirmaciones y, según información difundida por BBC Noticias, su nombre apareció con profusión en los medios de comunicación, no por sus performances en las pasarelas, sino por lavado de dinero.
Haciéndose la yo no fui, en 2019 declaró modestos ingresos como vendedora eventual; pero entre sus gastos se contabilizó una erogación mensual de 5.800 euros por concepto de alquiler, y entre sus posesiones, un vehículo Range Rover Evoque, tasado en 50.000 euros por el diario Corriere della Sera; sin embargo, lo más inaudito e inexplicable resultó ser un apartamento en el número 9 de la exclusiva via Condotti, una de las calles más exclusivas de la capital italiana.
Cómo una vendedora con sueldo mensual de 1.840 euros podía permitirse semejantes lujos fue una cuestión que inquietó a periodistas y opinadores de diversos medios italianos. Y la inquietud devino en desconcierto al aparecer en Venezuela aseverando que su marido había sido víctima de un secuestro. Se refería a un colombiano cincuentón vinculado al régimen padrinomadurista en razón de opacas transacciones comerciales. Cuando en Cabo Verde le pusieron los ganchos al plenipotenciario Alex y fue extraditado a Estados Unidos, comenzó para Camilla una fase de repentina notoriedad en la arena política, magnificada al ser incorporada, en calidad de «defensora de los derechos humanos», a la delegación chavista que reanuda a regañadientes, nariceada por Biden, Macron y Petro, conversaciones con parte de la oposición en México.
De la suplencia a su pareja —no de otra cosa se trata— da cuenta en raquítico párrafo un comunicado rubricado por Jorge Rodríguez. No la honraron con rango diplomático como al consorte, quizá porque el oficialismo barruntó que ningún país serio otorgaría un placet a embajadores de mentirijillas, y el contrachavismo, buscando desesperadamente una salida electoral para poner término a casi un cuarto de siglo de oposición errática e ineficaz, mediante una nueva hoja de ruta, cuyo mantra se redujo a «elecciones libres», no concedió importancia al exabrupto rojo. La gran pregunta es: ¿abrirá la boca la Sra. Saab al menos en algún momento durante las conversaciones o se limitará a sonreír para las fotografías? Con ella nunca se sabe.