Todos conocemos el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, siendo esta última una bipartición, tal vez, la menos popular. Es de comprensión general que el signo de la cruz de color rojo representa a un movimiento mundial que posee convenios con diferentes Estados y organismos con un fin humanitario.
Dicho movimiento internacional ha estado presente y al servicio de la humanidad por más de un siglo, siendo su labor, de conocimiento mundial, un pilar fundamental de la sociedad. Todos sus colaboradores instaurados en diferentes países socorren y protegen a personas afectadas por diferentes conflictos y situaciones de riesgo.
Pero, además de su conocida labor, otra de las cosas con las que se asocia inseparablemente a este movimiento es su signo: la cruz. El dilema es que realmente este importante conjunto de colaboradores y estructuras organizacionales a nivel mundial, no solo se encuentran compenetrados bajo el mencionado signo, sino que son cohesionados bajo tres diferentes pictogramas que los representan a lo largo y ancho del mundo.
La Cruz Roja no posee un solo emblema, como es la creencia de muchas personas alrededor del mundo, sino que desde hace muchos años se encontraba concatenada bajo dos símbolos: la cruz y la media luna. Pero, además de los dos anteriores, es en el 2005 cuando la organización decide agregar el cristal rojo, acuñando un mismo movimiento bajo tres símbolos diferentes.
Los símbolos utilizados para identificar los servicios médicos presentes en la guerra, antes del siglo XIX, variaban dependiendo del país de origen de cada cuerpo. Gracias a esto, los emblemas utilizados y sus respectivas fuerzas, no eran conocidos ni mucho menos respetados o considerados bajo alguna protección social, política o jurídica.
Debido al incremento de fallecidos y heridos en las guerras alrededor del mundo, a mediados del siglo XIX, producto del desarrollo de las armas para la época, las personas necesitaron cada vez más un organismo unificado, algún tipo de salvaguarda que los ayudara a salir, e inclusive sobrevivir, frente a estas graves situaciones de conflicto y muerte.
¿Cuál es el origen del movimiento?
Luego de la guerra de unificación de Italia, una de las más fuertes del siglo, Henry Dunant, un ciudadano suizo, que había sido testigo de miles de sufrimientos y muertes de soldados, regresó a Ginebra, donde comenzó a escribir un libro, en el que propuso mejorar la asistencia a las víctimas de guerra. Dunant, en 1862, publica un libro llamado Recuerdo de Solferino, donde manifiesta dos propuestas que dieron origen a lo que actualmente conocemos como las Sociedades Nacionales y los Convenios de Ginebra, organismos con un papel fundamental en la protección de cuerpos de paz y de servicios médicos en los conflictos internacionales.
Producto de estos convenios e ideales, el 17 de febrero de 1863, un comité formado por cinco miembros, el cual sería el futuro Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), se reunió para estudiar las propuestas de Dunant. Más adelante, el 26 de octubre de 1863, se convocó a la primera Conferencia Internacional, que contó con la presencia de los delegados de 14 Gobiernos; en ese encuentro, decantaron en la aprobación de diferentes premisas en pro de la protección de los socorristas y colaboradores en las guerras y conflictos.
En 1864, adoptan como línea a seguir el Convenio de Ginebra, dando paso a la concepción del ‘derecho internacional humanitario’. Además, plantean el establecimiento de la cruz roja sobre fondo blanco como emblema distintivo uniforme. La escogencia de este signo apeló mucho al pragmatismo de su forma; la cruz y el color rojo eran fáciles de confeccionar, y por su sencillez, posible de reconocer por cualquiera que la pudiese observar.
¿Fue posible la inclusión de nuevos símbolos?
Entre el período comprendido entre 1876 y 1878, durante la guerra entre Rusia y Turquía, el Imperio otomano decidió utilizar el símbolo de la media luna roja encima de fondo blanco, en lugar de la tradicional cruz. Estos aclararon que respetaban el símbolo de la cruz, pero que las autoridades otomanas consideraban que la naturaleza religiosa de la cruz podría herir las sensibilidades de los musulmanes. Es por esto que la organización acepta el uso provisional del signo hasta la finalización del conflicto.
Luego del fin de la Primera Guerra Mundial, se convocó a una nueva Conferencia Diplomática en 1929 para revisar los Convenios de Ginebra; allí, Turquía, Persia y Egipto solicitaron el reconocimiento de la luna roja, el león y el sol rojo. Después de muchos debates, la Conferencia autorizó su uso como emblemas distintivos adicionales a la cruz, pero solo a los tres países que ya los utilizaban. Actualmente los tres símbolos poseen el mismo estatuto en los Convenios de Ginebra.
En 1949 la Conferencia se reúne de nuevo, luego de la Segunda Guerra Mundial, y en esta cumbre analiza tres propuestas diferentes para la utilización de los emblemas y su reconocimiento. Una de las propuestas -la holandesa-, buscaba adoptar un nuevo símbolo único. Otra de las opiniones formuladas fue la de volver a la cruz roja como único símbolo, y por último, también se pedía considerar, desde una propuesta israelí, el escudo rojo de David como un nuevo emblema añadido, pero las tres propuestas fueron rechazadas.
A finales del siglo XX, la polémica respecto a las decisiones de 1949 se mantenía; varios países seguían proponiendo el uso de nuevos emblemas nacionales o el uso de la cruz y la media luna juntas. Se llegó a cuestionar la neutralidad del movimiento ante diferentes conflictos complejos, debido a la simbología que este utilizaba. Es en 1992, cuando el presidente de la conferencia hace un llamamiento a la creación de un nuevo emblema libre de connotación política, nacional o religiosa.
Desde 1999 se crea una comisión en el movimiento para dar solución a este debate mundial en busca de encontrar una solución global y duradera, que fuese equitativa para todas las partes implicadas. Pero, en el año 2000 se reconoció el apego que existía a la simbología ya utilizada, por lo que se llega a la resolución de que la posibilidad de lograr una simbología ampliamente aceptada y sin ningún tipo de connotación nacional, política o religiosa, era la creación y adaptación de un nuevo emblema libre de cualquier conexión o asociación previa a otro tipo de recuerdo o parámetro universal.
Un nuevo emblema aceptado por todos
Es en diciembre del año 2005 cuando, durante la Conferencia Diplomática celebrada en Ginebra, se adopta el ‘Protocolo III’, creando un emblema adicional a la cruz roja y a la media luna roja. ‘El cristal rojo’, se convierte en el nuevo emblema que le dio solución a las diatribas que se venían arrastrando desde hace varios años. Se concreta la posibilidad de que los países que no deseaban usar la cruz o la media luna roja, tuviesen un símbolo con el cual identificarse, así como la autorización para usar la cruz y la media luna juntas.
Específicamente, es en el año 2007 cuando se completa el proceso de establecimiento de un emblema adicional para uso de los Gobiernos y el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.
Actualmente se reconoce que los tres emblemas simbolizan la protección que el derecho internacional brinda a los heridos, enfermos y a quienes cuidan de estos durante los conflictos armados; además, de identificar a los individuos o cuerpos que no deben ser atacados bajo ningún concepto. Asimismo, la presencia de estos símbolos en una organización indica la posibilidad existente en ese ente de ayuda ante cualquier conflicto o suceso perjudicial para la humanidad.
El Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, indica que: “Los emblemas no son símbolos religiosos. Sirven a la humanidad. Son símbolos de protección e indican que hay ayuda cerca. Además, son signos de esperanza y, por ello, merecen respeto”.
Fuente: Culturizando