A falta de una semana para la fecha prevista para las primeras elecciones presidenciales de Libia, aún se desconoce cuantos candidatos serán admitidos -del casi centenar presentados-, no ha arrancado la campaña electoral y la tensión bélica crece tanto en la provincia del sur como en la capital y la línea congelada del frente que separa el este del oeste del país.
Una situación que “hace imposible que se pueda celebrar a tiempo la consulta”, advirtió el jueves a la prensa Abu Bakr Marada, miembro de la Comisión Electoral, pero que no ha llevado todavía a anunciar un aplazamiento de la misma, como exigen diversas voces tanto en el interior como en el exterior del país.
El último en hacerlo fue esta semana el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, quien recomendó posponer un proceso que Rusia, uno de los países más influyentes en el conflicto libio, observa con suspicacia y ha ayudado a obstaculizar desde que hace un año la ONU lo convirtiera en el pilar de su nuevo plan de pacificación y reconciliación nacional.
“Las anomalías son muchas. Hay candidatos que no cumplen los requisitos pero han ganado recursos. Por ley, la campaña debía haber empezado hace una semana y no hay marco legal claro. Además ha habido asaltos a centros electorales y robo de carnés y urnas. Si se vota el día 24, la legitimidad de la consulta estará en duda”, explica a Efe un diplomático árabe involucrado en el proceso.
Jan “Kubis (enviado especial de la ONU para Libia) dimitió hace unos días porque lo vio claro, pero la ONU, Estados Unidos y países de la Unión Europea se resisten a aceptar el aplazamiento, que entienden como una derrota. El problema es que mientras tanto la tensión bélica está creciendo en todos los frentes y se teme un estallido de la violencia”, agrega el diplomático, que prefiere no ser identificado.
Reticencias internacionales
En este ambiente, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, despachó la semana pasada como asesora especial a la estadounidense Stephanie Willams, la mujer que hace un año logró encauzar el proceso al formar el Foro para el Diálogo Político para Libia (FPLP), un organismo no electo que fijó las elecciones y designó un Gobierno Nacional de Unidad (GNU) de transición para gestionarlo.
Williams se reunió este jueves con el Comité Militar 5+5, único organismo en el que los dos antiguos gobiernos rivales del este y el oeste hablan de forma directa, para tratar de asegurar los comicios y conseguir la salida de los miles de mercenarios extranjeros que combaten en el país, la mayoría de ellos sirios reclutados por Turquía y rusos adscritos al Grupo Wagner, una fuerza propiedad de un oligarca próximo al presidente de Rusia, Vladimir Putin.
Al tiempo que la reunión discurría en Sirte, lineal del frente desde la tregua negociada en 2021 por Rusia y Turquía, el jefe del Consejo Supremo de las Tribus Fezzan (Sur), Ali Misbah Abu Sbeiha, pidió al Gobierno, al Parlamento en Tobrouk y al Consejo Presidencial en Trípoli que intervengan “rápida y urgentemente para detener la guerra, que se está preparando a gran velocidad en la ciudad de Sabha”, capital de la provincia meridional.
Abu Sbeiha advirtió que milicias fuertemente armadas de ambos bandos están tomando posiciones en torno a esta localidad, clave en las rutas que descienden por el desierto del Sahara hasta las regiones del Sahel y el lago Chad, centros del contrabando de personas y la economía corsaria que domina Libia y articula toda la región.
Tensión bélica creciente
Pese a la situación, los embajadores de Estados Unidos y Alemania en Libia volvieron a insistir este jueves en que la consulta debe celebrarse porque “es esencial” para la pacificación y futuro del país norteafricano, al igual que el jefe del Consejo Presidencial transitorio Mohamad al Menfi, quien se reunió con el diplomático germano para neutralizar los rumores de que había sido secuestrado por una milicia en Trípoli.
La milicia, a la que se vincula con el mariscal Jalifa Hafter, hombre fuerte del este del país, rodeó el miércoles la sede de la Presidencia en la capital para protestar por la destitución de Abdelbasit Marwan, uno de los jefes de las milicias en Trípoli, comandante de la región militar capitalina.
La acción es la última de una serie de intimidaciones a sedes judiciales, sabotajes a centros de votación y robos de carnés y urnas que se producen en la nación norteafricana desde que el pasado 22 de noviembre se cerrara el plazo para la presentación de las candidaturas para unos comicios cuya celebración parece cada vez más improbable y controvertida.
Los conservadores del primer ministro británico, Boris Johnson, sufrieron un duro revés electoral al perder este jueves el escaño inglés de North Shropshire, que ha estado en manos de los «tories» durante casi 200 años.
Esta elección parcial, convocada tras la dimisión del diputado conservador Owen Paterson, recayó en la candidata liberaldemócrata Helen Morgan, que obtuvo el escaño con una mayoría de 5.925 votos, mientras que en segundo lugar quedó el «tory» Neil Shastri-Hurst, según el resultado de esta cita electoral divulgado este viernes.
Es un nuevo golpe para los conservadores en el Reino Unido. El partido de Boris Johnson perdió frente a los liberaldemócratas en unas elecciones parciales en el norte de Shropshire, en el centro del país, por 18.000 votos contra 12.000, con una participación del 46,2%.
Se trata de una derrota dolorosa para Boris Johnson, y muy simbólica porque North Shropshire era uno de los bastiones tradicionales de su sector político. Era conservador desde hacía 200 años.
Se ha producido una oscilación de voto hacia los liberaldemócratas del 34%, un récord también, que refleja la pérdida de popularidad de Johnson en el país y lo más importante, la pérdida de credibilidad.
Serie de escándalos
La popularidad de Johnson ha caído seis puntos hasta el 33% después de los últimos escándalos como las fiestas navideñas ilegales en Downing Street durante el confinamiento, o los sobresueldos de algunos diputados conservadores. Precisamente fue la dimisión de uno de ellos, Owen Paterson, que había sido suspendido de forma temporal, lo que provocó esta elección en medio de la legislatura.
“Boris Johnson, la fiesta se acabó”, fueron las primeras palabras de la nueva diputada por el centro de Inglaterra, Helen Morgan. Esta liberaldemócrata ganó cómodamente el antiguo escaño de Paterson, sospechoso de haber vinculado a empresas privadas con miembros del gobierno por 117.000 euros al año (más de 112 millones de pesos), además de su salario parlamentario. El primer ministro había intentado inicialmente protegerlo.
Desde entonces, ha habido una avalancha de escándalos. Otro diputado tory, Sir Geoffrey Cox, ha sido implicado, esta vez acusado de trabajar para un paraíso fiscal caribeño. El último caso para Boris Johnson son las acusaciones sobre las fiestas navideñas del gobierno durante el cierre. Se está llevando a cabo una investigación.
Amenaza interna
Los votantes castigan a los tories, escribe The Times. Esta victoria del Partido Liberal Demócrata demuestra que el primer ministro está en desventaja. ¿Podría sobrevivir a otro escándalo? No, según un diputado conservador en SkyNews este viernes por la mañana.
El mar de fondo son la mala gestión de la pandemia y el Brexit, que no está funcionando. Quedan todavía tres años para las elecciones generales, pero la verdadera amenaza para el primer ministro está dentro de su partido, en la facción radical que ya hizo caer a Theresa May y lo puso a él como líder.
Cien diputados de esta facción votaron contra Johnson y las nuevas restricciones este martes 15 de diciembre. Algunos de ellos ya han empezado a pedir una moción de censura.
EFE