Hace casi 17 años, la historia televisiva de Carrie Bradshaw, sus tres amigas y su gran amor, la ciudad de Nueva York, terminó con todos felices y contentos, listos para tomar el próximo Cosmopolitan. Después de aquel final, se sabe, vinieron un par de películas dedicadas al universo Sex and the City que, aunque tuvieron una buena respuesta del público, no estuvieron a la altura del ciclo televisivo. Por entonces muchos especularon que el tiempo de los Manolos, de los aperitivos y de los romances de ocasión se había acabado. Cuando las malas críticas y las peleas internas volvieron cada vez más remota la posibilidad de un tercer filme, Sex and the City parecía asunto terminado. Pero el impulso de las plataformas de streaming que todo lo pueden, abrió una nueva puerta para el programa que dominó la cultura popular de comienzos de este siglo.
Si los amigos neoyorquinos de Friends tuvieron su reunión y los jóvenes chismosos de Gossip Girl un relanzamiento, lo más justo era que las cuatro fabulosas de Manhattan también consiguieran regresar. Aunque ahora sean tres y sus acicalados peinados ya incluyan una buena cantidad de canas. Y así los dos primeros capítulos de And Just Like That, su nueva vuelta a la Gran Manzana están disponibles desde hoy en HBO Max (los ocho episodios restantes se estrenarán en la plataforma semanalmente).
Para sus fanáticos será un reencuentro glamoroso, un nuevo comienzo que probablemente les provoque algo de nostalgia y ganas de revisar la historia desde el principio. Un viaje a un pasado en el que tener cuatro mujeres adultas como protagonistas en una ficción de HBO hablando de sexo y relaciones sentimentales sin prejuicios era casi de vanguardia. Que además esas historias se convirtieran en fenómeno global sin la ayuda de las redes sociales casi sonaba a ciencia ficción, a una fantasía que nació en las páginas de un semanario. Sí, aunque usted no lo crea, hubo un tiempo en el que los éxitos globales podían originarse en la prensa escrita.
Primer capítulo: de la prensa al libro
Antes del programa de TV y las películas, Sex and the City fue una columna publicada desde 1994 en el semanario New York Observer, una publicación que se preciaba de seguir el pulso de la ciudad y tenía una circulación modesta aunque de lectores muy fieles. La autora era Candace Bushnell, una periodista de 35 años que escribía sobre sus experiencias y las de sus amigas en la escena social de Nueva York de principios de los noventa. Un tiempo en el que, como ella misma explicó años después, salir era la única forma de conocer gente y de tener sexo y en la que los celulares eran una rareza que la mayoría suponía terminaría revelándose como una moda pasajera. En ese contexto, en 1996, con un pequeño pero influyente grupo de seguidores, las columnas de Bushnell se convirtieron en un libro que llamó la atención de Hollywood.
Segundo capítulo: del cine a la TV
Apenas se publicó el libro de Bushnell, el productor Darren Star (Beverly Hills, 90210; Melrose Place) compró los derechos para llevarlo a la pantalla. Su inversión fue modesta, 50.000 dólares, casi un saldo para los precios que manejaba, aún en aquellos días, la industria audiovisual en los Estados Unidos. Su idea era probar suerte en la costa este después de haber demostrado su toque de Midas con los programas ambientados en Los Ángeles. El problema era que los relatos del libro estaban lejos de ser aptos para todo público, lo que inmediatamente descartaba la posibilidad de que los canales de aire aceptaran producirlo y emitirlo (en aquellos años solo las grandes cadenas televisivas tenían el presupuesto para armar toda una producción que se rodara en escenarios reales en Nueva York).
Star, que había logrado llevar al límite de lo permitido el tema del sexo y las relaciones de pareja en Beverly Hills 90210 y Melrose Place, sabía que esos canales no iban a querer siquiera analizar la posibilidad de producir un programa con la palabra «sexo» en el título. Por eso, pensó que las historias de Bushnell podían contarse mejor en el cine y hasta le presentó el proyecto a Miramax, por entonces propiedad de los hermanos Weinstein. Cuando el proyecto cinematográfico se estancó, un canal de cable originario de Nueva York -aunque con alcance global-, apareció en el horizonte de Star.
A fines de los 90 para muchos, incluida la industria de la TV tradicional, HBO era apenas una señal de películas y de transmisiones deportivas bajo el sistema de Pay Per View. El sello de «no es televisión, es HBO» y su target premium todavía eran un espejismo. Sus directivos vieron en Sex and the City la posibilidad de empezar a elevar su marca. La apuesta funcionó a tal escala que hoy es posible sostener que, sin el suceso de esta comedia, no habrían existido programas como Los Soprano o The Wire, las series que hoy son sinónimo del prestigio de HBO.
Tercer capítulo: del rating moderado a la explosión
El programa debutó en HBO el 6 de junio de 1998. El rating en los Estados Unidos del primer episodio fue modesto: 3,7 millones de espectadores. Para Bushnell esas primeras cifras tenían mucho sentido: ella nunca creyó que sus columnas (y por ende la serie) tuvieran las características de un producto masivo para la pantalla sino que eran más bien un placer culposo y de nicho para los lectores del diario. Esos que conocían la vida en Nueva York de primera mano y celebraban haber dejado atrás la violencia de los 70 mientras, en los años 90, todavía aprovechaban la bonanza económica de los 80 sin tanta euforia. Lo que la autora no supo adivinar fue que la ciudad, en su faceta más artística y sofisticada y aún lejos de convertirse en la pasteurizada versión actual, era el territorio perfecto para el espectador «aspiracional», que se emocionaba cuando las cámaras se enfocaban a sus transeúntes subidos a los tacos de las mejores marcas. Y que el público de todo el mundo estaba ávido por historias femeninas que no habían sido retratadas antes de esta manera en la pantalla chica.
Cuarto capítulo: del guion a los castings
Con el programa en marcha en HBO, Star contrató al guionista Michael Patrick King para que le diera forma televisiva a las historias de Carrie Bradshaw y sus amigas. King se sumó al proyecto durante el desarrollo del piloto y lideró al equipo detrás de las cámaras durante las seis temporadas del ciclo, escribió y dirigió las dos películas de la saga y puso en marcha And Just Like That… junto a Sarah Jessica Parker, su amiga y socia desde el comienzo. Aunque, al principio, la actriz fuera solo el modelo que usaban los responsables del casting para encontrar a su Carrie definitiva.
A pesar de que ahora parezca imposible imaginar a otra actriz en ese papel, lo cierto es que en su momento Parker no tenía intenciones de trabajar en TV. En su lugar, los productores habían entrevistado a Dana Delaney (Amas de casa desesperadas), Lisa Edelstein (House) y hasta a Kristin Davis, quien luego se convertiría en Charlotte York. Sin embargo, a medida que el proyecto tomaba forma, Star y su equipo se animaron a proponerle el papel a su actriz ideal, quien después de una negociación que implicó la promesa de que la primera temporada solo tuviera 13 episodios-una rareza por esos tiempos-. aceptó el papel de su vida. Aunque todavía no lo sabía. Nadie lo sabía en realidad.
De hecho, Kim Cattrall rechazó cinco veces el ofrecimiento del papel de Samantha porque, según explicó en su momento, a los 41 años sentía que ya estaba grande para las aventuras que atravesaba su personaje. La única que aceptó de inmediato fue Cynthia Nixon, quien después de una carrera como estrella infantil estaba feliz de interpretar un papel adulto como los que encarnaba en el teatro. Davis, más allá de la decepción por haber perdido el papel principal, tuvo que asimilar que en principio su Charlotte no formaba parte del grupo de amigas y por ende ella tampoco figuraba entre el elenco estable de la serie.
Claro que uno de los integrantes más significativos de la serie nunca apareció en pantalla. Patricia Field, la diseñadora de vestuario del programa, fue la responsable de cada look de los personajes y sus creaciones impactaron en la audiencia tanto como las historias que se contaban en el programa. Si la serie no hubiera sido la misma sin sus cuatro actrices protagonistas, definitivamente habría sido muy distinta sin Field. “Cuando me dicen que cambié la forma en que se viste la gente me cuesta creerlo, porque no fue algo que busqué conscientemente. Nací y me crié en Nueva York, así que creo que toda la idea del programa parecía hecha para mí. Esta es una serie neoyorquina y yo no podría serlo más. Después de Dinastía y Dallas apareció este programa que reflejó la moda, el glamour y el estilo de vida de las mujeres de New York”, decía hace unos años en una entrevista con The New York Times.
Quinto capítulo: del programa de TV al fenómeno cultural
“Un Super Bowl para las mujeres”. Así definió King al programa en una entrevista con The Hollywood Reporter publicada la semana pasada. «Por una vez las mujeres tenían un evento que las celebraba y que les permitía festejarse a sí mismas y en conjunto. Podían sentirse fabulosas más allá de su estado civil», explicaba el productor, que todavía recuerda el instante en que se dio cuenta de que la serie formaba parte de la cultura popular.
«Una noche estábamos grabando la escena de la ruptura de Carrie y Aidan (John Corbett), delante de la fuente de Columbus Circle y pasó un camión de basura. Uno de los muchachos se colgó del costado del camión y gritó: ‘¡Ey, Carrie! ¡Eeeeey! ¡Eres mi novia!’ Ahí entendí que ya habíamos superado la etapa de las mujeres pensando ‘soy Carrie», recordaba King en la nota. También Bushnell explicaba en su momento que había una Samantha y una Carrie en cada pueblo y que ellas las conocía a todas, dando a entender que los personajes de ficción habían tomado vida propia. Aunque, contaba, lo que esas Carrie de a pie verdaderamente querían saber era si Mr. Big, el gran amor de la protagonista, era una persona real. Algo que pronto, con el creciente fanatismo por la serie fue revelado: sí, el verdadero Mr Big, el personaje que interpreta Chris Noth, estaba basado en Ron Galotti, ejecutivo de la revista Vogue que salía con Bushnell cuando logró convertir sus columnas en un libro y participó de la negociación de ese contrato de publicación.
Más allá de los puntos de contacto con la realidad, el fenómeno creció tanto que cuando se emitió el último episodio de la serie, en 2004, fue visto por 10,6 millones de espectadores, solo en los Estados Unidos (los capítulos originales fueron remasterizados en HD previo al estreno de la nueva etapa). Antes de la primera despedida el ciclo había logrado popularizar marcas de lujo como los zapatos de Manolo Blahnik, los cócteles rosados, los tours por Manhattan con paradas en los lugares icónicos de la serie (la entrada del departamento de Carrie y la panadería Magnolia, punto turístico obligado desde que apareció en Sex and the City). Y claro, con la ayuda de Fields y su buen ojo transformaron a Parker en un ícono de la moda. La actriz llegó a tener su propia marca y hacerse cargo del renacimiento de Halston, una de las casas de moda más emblemáticas de los Estados Unidos y de Nueva York, por supuesto.
Sexto capítulo: del cine al regreso a la TV
Cuatro años después del final de la serie, con la seguridad de que el programa y sus personajes todavía mantenían el status alcanzado en la cultura popular y convencidos de que todavía quedaban muchas cosas para contar, Sex and the City estrenó su primer film. La película contaba nuevos capítulos en las vidas de Carrie, Miranda, Samantha y Charlotte con un especial énfasis en el casamiento de la protagonista con el siempre escurridizo Big. Ese hito narrativo era apenas una excusa para volver al corazón de la trama: la inquebrantable amistad entre las cuatro mujeres. El impresionante éxito de taquilla de la película -recaudó casi 420 millones de dólares en todo el mundo- motivó una secuela cuatro años después. Fallida y sin alma, la segunda parte no auguraba un futuro prometedor para Sex and the City, algo que resultó evidente cuando se empezó a hablar de una tercera entrega cinematográfica y Cattrall anunció públicamente que no volvería a interpretar a Samantha. Su mala relación con Parker comenzó como un reclamo por cuestiones salariales y derivó en un distanciamiento insalvable. Sin una de las mosqueteras, la posibilidad de un regreso al cine parecía cada vez más lejana, pero cuando todo estaba perdido apareció, una vez más, la TV al rescate. Así, con el impulso de King y Parker nació And Just Like That… y el resto es historia que comenzará, o más bien volverá a comenzar, a partir de hoy en HBO Max.
Epílogo
Con diez episodios por delante -mantenidos en secreto hasta el estreno-, la nueva serie tiene la ventaja del reconocimiento del público que ya sabe lo que verá y al mismo tiempo la desventaja de tener que innovar sin perder su esencia. Además de la explicación sobre la ausencia de Samantha, favorita de muchos seguidores del programa, se espera que And Just Like That corrija ciertos aspectos muy criticados del ciclo original, como la falta de diversidad racial y de género en sus tramas (se suman al elenco Sara Ramírez, Nicole Ari Parker, Karen Pittman y Sarita Choudhury). Si logra superar esos escollos, podría haber Sex and the City para rato. Así lo explicó King en una entrevista reciente: “Aunque el público piense que esta es la misma historia que ya conocen, la verdad es que se trate de algo nuevo. Esto no es lo que era, es lo que viene. Y a pesar de que estos diez episodios tienen un final, no hay ningún cierre con suspenso. Por supuesto que hay interés por hacer más”, concluyó el productor. A preparar los cócteles.
Fuente: El Universal