Cualquier país que se encuentre afectado por una inflación elevada, también llamada hiperinflación, terminará comprobando que ese fenómeno se encuentra estrechamente correlacionado con una monetización exagerada de la economía.
Los países que experimentaron una hiperinflación antes y después de la segunda guerra mundial, así como también otros en latinoamérica en las dos últimas décadas del siglo XX y Venezuela a finales del año 2017 han sido casos que confirman esa relación.
Así, por ejemplo, Alemania en 1922 registró una tasa mensual media de inflación de 322% y un crecimiento mensual medio de dinero nunca conocido de 314%. Hungría por su parte, experimentó lo mismo al alcanzar, en 1945, una tasa mensual de inflación de 19.800% y un crecimiento mensual del dinero de 12.200%.
Por este lado, tanto Argentina como Nicaragua y Perú en 1990 fueron afectados con tasas mensuales medias de inflación de 30,3%, 43,4% y 43,2%, respectivamente, acompañados con incrementos significativos mensuales medios de dinero en cada uno de ellos, y Venezuela en el año 2018, alcanzó cifrar mensualmente una tasa media de inflación de 10.838% con un crecimiento mensual del dinero jamás antes cuantificado en este país de 5.274%.
En el caso de Venezuela destaca adicionalmente que las elevadas tasas de inflación amenazan con mantenerse por más de cuatro años consecutivos, lo que la calificaría como la hiperinflación más prolongada que se haya registrado hasta el presente en todo el planeta.
Entender cuándo y cómo ocurre la incidencia monetaria en una desestabilización de la economía, representada por una elevada inflación, es quizás el paso más importante para comenzar a construir una acertada y eficiente política económica que procure frenar con rapidez el proceso alcista de los precios.
Es necesario tener presente siempre que este fenómeno difícilmente terminará por muerte natural, solo con la aplicación de un plan de estabilización bien diseñado y que genere confianza se puede volver a la normalidad de la economía.
Como se sabe, los costos de la inflación son muchos, entre ellos: deterioro de las funciones del dinero, caída significativa de los salarios reales, tasas de interés muy elevadas y rápida depreciación del tipo de cambio, pero con seguridad el mayor costo es la paralización de la inversión y del crecimiento económico del país.
En una economía donde surge un proceso hiperinflacionario ningún proyecto de inversión es sostenible, de allí que poner en marcha un plan para sanear la economía es también un reto gerencial: primero estabilizar y luego impulsar los proyectos productivos, salvo que alguno de estos últimos sea indispensable también para agilizar el proceso estabilizador, por lo cual se le daría la debida prioridad.
Ahora bien, aceptado el origen de todo proceso de alzas incontrolables del nivel general de precios, que según las evidencias empíricas es consecuencia de marcados desequilibrios en el mercado monetario es muy importante analizar y explicar por qué ocurre tal conexión, a los efectos de ir construyendo las bases de un futuro plan estabilizador.
Cuando el sector público consolidado (gobierno más empresas públicas de primera importancia) presenta un presupuesto deficitario tiene tres formas de financiarlo: aumentar los impuestos, endeudándose con emisiones de bonos o crear dinero.
La primera consigue mucha resistencia por sus implicaciones en el ingreso disponible y en la posible distribución regresiva del ingreso que causaría la medida.
La segunda opción, si bien representa una alternativa que utilizan la mayoría de los países, en varios casos puede no ser viable por el tamaño del endeudamiento y el mayor riesgo-país expresado en tasas de interés muy elevadas.
La tercera alternativa para financiar el déficit creando dinero en montos significativos es una decisión que se observa en pocos países, y por lo general ocurre por compromisos ineludibles del gobierno que se traducen en gastos muy elevados, o también puede suceder por una inesperada caída de los ingresos fiscales ocasionada por una reducción no esperada de los precios o de la producción de bienes del sector público.
A este respecto cabe destacar que el financiamiento del déficit fiscal con creación de dinero, también interpretado como el financiamiento del déficit mediante el señoreaje, solo puede ejecutarse con la conducta cooperadora y acomodaticia del banco central y el no cumplimiento de la autonomía que le concede la ley a esta institución para preservar el valor del dinero ante las expectativas inflacionarias que surgirían de este tipo de operación financiera.
En la práctica lo que ocurre es lo siguiente: al aumentar el gasto público financiado por el señoreaje se pone en marcha un incremento de liquidez monetaria (específicamente de dinero nuevo = base monetaria) en manos del público y sin respaldo en el incremento de la producción, lo que inexorablemente incidirá en un aumento de los precios ( cumplimiento de la ley cuantitativa del dinero: M.V=P.Q, de donde P=M.V/Q con liquidez(M) creciendo y producción(Q) estancada).
Posteriormente, de seguir aumentando el financiamiento del gasto público con proporciones crecientes del señoreaje, muy pronto esta acción provocará una caída de los saldos reales monetarios (M/P) por las alzas continuas de los precios (P); por tanto para el gobierno pueda seguir financiándose monetariamente, es decir aplicando el señoreaje, se hace necesario que se multiplique cada vez más la expansión del dinero primario en forma de créditos del banco central al gobierno (+M/M) sin respaldo productivo, que es igual a mayor tasa de inflación para el público, y que multiplicada por los saldos reales monetarios es lo que se denomina impuesto inflacionario.
FORMULAS CUANDO LOS SALDOS REALES MONETARIOS COMIENZAN A CAER
+M/M.(M/P) = Señoreaje.
+M/M = Tasa de inflación (#)
#.(M/P) = Impuesto inflacionario.
Por tanto, llegado el momento cuando los saldos monetarios comienzan a caer (M/P), es decir la capacidad adquisitiva del dinero en circulación empieza a reducirse, el impuesto inflacionario se iguala al señoreaje, y desde ese momento se va a requerir que la tasa de inflación sea cada vez mayor para el gobierno pueda seguir financiando su déficit con el señoreaje.
En conclusión, en cualquier país, de mantenerse una conducta altamente negligente tanto de parte del gobierno como del banco central frente a esta destructiva relación entre el dinero y altas tasas de inflación, se corre el riesgo de que la hiperinflación perdure por mucho tiempo y ninguna expresión de moneda nueva pueda cumplir con sus principales funciones, llegándose incluso por esta vía a reivindicar en parte el trueque como medio de intercambio de bienes y servicios.
Fuente: El Universal
Por: Maria Laura Espinoza
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