Líderes del G7 posan para una foto grupal con vista a la playa en el Hotel Carbis Bay en Carbis Bay, St. Ives, Cornwall, Inglaterra, el viernes 11 de junio de 2021.
El primer ministro británico Boris Johnson anunció el domingo que el Grupo de los Siete se ha comprometido a donar más de 1.000 millones de vacunas contra el coronavirus a los países pobres.
Al final de la cumbre del G7, Johnson afirmó que las dosis serán despachadas tanto directamente como mediante el programa COVAX de la Organización Mundial de la Salud.
El compromiso es mucho menos que las 11.000 millones de dosis que según la OMS son necesarias para vacunar al 70% de la población mundial y así derrotar al virus.
El G7 se había puesto como meta cerrar su primera cumbre en dos años con varias promesas ambiciosas, como vacunar al mundo contra el coronavirus, hacer que las grandes corporaciones paguen su parte justa de impuestos y abordar el cambio climático con una combinación de dinero y tecnología.
Los países del G7 desean mostrar que la cooperación internacional ha vuelto tras los reveses causados por la pandemia y el carácter impredecible del expresidente de Estados Unidos Donald Trump. Y quieren transmitir la imagen de que el club de democracias adineradas -Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Gran Bretaña y Estados Unidos- es un aliado para los países pobres mejor que rivales autoritarios como China.
Con el anuncio se vislumbran los compromisos del grupo en cuanto a vacunas contra el coronavirus, economía y medio ambiente.
Johnson, que hace de anfitrión, quería que la cumbre sirviera para presentar al país como un actor influyente para resolver los problemas del mundo.
El Brexit arrojó una sombra sobre ese objetivo durante la cumbre en la costa suroeste de Inglaterra. Los líderes de la Unión Europea y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, expresaron sus reservas sobre los problemas con las nuevas normas de comercio entre Gran Bretaña y la Unión Europea que han agravado las tensiones en Irlanda del Norte.
Pero en general, el ambiente ha sido positivo. Los líderes sonrieron para la cámara en la playa de la Bahía Carbis, un poblado y destino turístico que se convirtió en una fortaleza congestionada de tráfico para la reunión. La última cumbre del G7 se había celebrado en Francia en 2019, mientras que la cita del año pasado en Estados Unidos se canceló por la pandemia.
Los aliados de Estados Unidos estaban visiblemente aliviados por el regreso del compromiso internacional de Washington tras las políticas aislacionistas y nacionalistas que adoptó el gobierno de Trump.
“Estados Unidos está de vuelta y las democracias de todo el mundo se alzan juntas”, dijo Biden a su llegada a Gran Bretaña, en el primer viaje al extranjero en sus cinco meses de mandato. Tras la cumbre, el mandatario tenía previsto tomar el té con la reina de Inglaterra el domingo, asistir a una cumbre en Bruselas el lunes y reunirse el miércoles en Ginebra con el presidente de Rusia, Vladimir Putin.
En sus reuniones, los miembros del G7 hicieron ambiciosas declaraciones sobre la educación de las niñas, evitar pandemias futuras y utilizar el sistema financiero para financiar un crecimiento sostenible. Por encima de todo, prometieron compartir dosis de vacunas con países más desfavorecidos que las necesitan con urgencia. Johnson dijo que el grupo comprometería al menos 1.000 millones de dosis, la mitad proporcionadas por Estados Unidos y 100 millones por Gran Bretaña.
Activistas de salud pública dijeron que hacía falta mucho más que las dosis, como el dinero y la ayuda logística para distribuir las vacunas.
El director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, celebró el anuncio sobre las vacunas, pero dijo que no era suficiente. Para poner fin a la pandemia, dijo, hacen falta 11.000 millones de dosis para vacunar al menos el 70% de la población mundial para mediados de 2022.
Se suponía que la cumbre también debía centrarse en el cambio climático y preparar el terreno para la conferencia climática de Naciones Unidas, que se celebra en Escocia en noviembre.
Por otro lado se espera que se presente un plan de financiamiento de infraestructuras “desde ferrocarriles en África a granjas eólicas en Asia” para ayudar a acelerar el cambio global a la energía renovable. El plan es una respuesta a la iniciativa “cinturón y ruta de la Seda” de China, que ha aumentado la influencia de Beijing en todo el mundo.
Activistas climáticos y analistas han dicho que cubrir un fondo anual de 100.000 millones de dólares para ayudar a los países pobres a gestionar los efectos del calentamiento global debería ser una prioridad para el G7.
El naturalista David Attenborough, que tenía previsto dirigirse a los mandatarios por videoconferencia, advirtió que la humanidad está “al bordo de desestabilizar a todo el planeta”.
“Si es así, entonces las decisiones que tomemos esta década -en especial las decisiones tomadas por las naciones más económicamente avanzadas- son las más importantes en la historia de la humanidad”, dijo Attenborough.
Max Lawson, responsable de política contra la desigualdad para Oxfam International, celebró los planes de aumentar la inversión para ayudar a países pobres a reducir sus emisiones de efecto invernadero. Sin embargo, señaló, “eso no ayuda a las personas pobres afectadas ahora mismo por el cambio climático”.
“De modo que, sí, es probablemente algo bueno, pero ¿es suficiente? Desde luego que no”, afirmó.
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