El cambio del estilo de vida acartonada por las limitaciones de la pandemia, agravó las dificultades que tenía la ciudadanía por la coyuntura económica.
Un cúmulo de preocupaciones que al pasar a estados depresivos puede generar suicidios. Preocupación que alerta a los expertos por la falta de respuesta del sistema público de salud mental y la poca disponibilidad para cumplir con el tratamiento. Hospitales psiquiátricos sin el acondicionamiento, falta de políticas por la salud mental y hasta el error de considerar un cuadro crítico como un hecho manipulador.
Son indicios que se concretan en estadísticas de algunos de los decesos que han sido de conocimiento público. Lara registra 16 víctimas del suicidio en lo que va de año, considerando 5 en enero e igual número para febrero, mientras marzo arroja 4 y dos en lo que va de abril. La data nacional del informe anual del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) expresa 1.150 suicidios en 2.020, correspondiendo a 3 diarios y con el 78,2 % fue durante el periodo de confinamiento.
«El efecto es significativo en términos generales en Venezuela por la situación país y que complicó aún más ante los estragos de la pandemia, con las alarmas encendidas por la salud mental y sin permitir llegar al extremo. La mayoría de las consultas son por ansiedad y ataque de pánico», confirmó la psicóloga Mariana Hernández de ese riesgo de sentirse sin salida frente a las limitaciones económicas, complicaciones de salud, abusos y demás problemas que al llevarse al extremo, pueden conducir a la asfixia y atentar contra la propia vida.
Lamenta que la salud mental no se aborda, sabiendo que empieza por ansiedad, depresión y cuadros de pánico que pueden nublarse hasta materializarse en suicidio. «Se asocia directo y vagamente a la locura, olvidando que la conciencia es más natural. La depresión es una enfermedad que también debe tratarse y sin tener los síntomas físicos. Se requiere de más conciencia y dar una lectura natural», señala Hernández.
Según el psiquiatra Marco Tulio Mendoza, en el reciente congreso de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría se confirmó que si hay un incremento de las tasas de cuadros depresivos y angustia, al punto de llegar al pánico por la incidencia anímica, sanitaria y económica. «No se puede precisar una data exacta de suicidios, porque hay casos tan relativos que un accidente, pueda ser intencional por un suicida, lo cual no se demuestra», especifica.
Cita a la desesperanza, como el principal factor ante la falta de criterios sanitarios, con hospitales psiquiátricos que no cuentan con personal ni insumos, tal como han denunciado del centro asistencial «Pampero» y lo difícil del ingreso en el Luis Gómez López. Además de la medicación, que no es accesible por los altos costos, considerando que los oxigenantes y anticonvulsivos más comunes superan los 7 millones de bolívares y se trata de dosis diarias para mantener la estabilidad.
Los expertos refieren que hay pocas alternativas para cubrir los gastos en centros privados, que empiezan por el pago de consultas consecutivas y las debidas terapias. La pandemia, sobre todo en los meses estrictos, limitó el restringido acceso. La agenda cambió y algunas atenciones pasaron online y sin cubrir todas las expectativas, considerando que el contacto humano es insustituible. La observación es indispensable y más aún para dar más seguridad al paciente, considerando que se puede tratar de varias sesiones de completo desahogo, para drenar resentimientos, impotencias, iras, tristezas, decepciones y demás manifestaciones que le quitan valor a la existencia.
Más jóvenes
El contexto en Táchira refleja un incremento considerable en las consultas de pacientes desde 15 a 23 años de edad, quienes presentan las angustias, al punto extremo de pensamientos suicidas. Se trata de un promedio de 140 pacientes al mes y el 80% jóvenes , explica la psiquiatra Liz Flores, jefa del programa regional de Salud Mental.
Se alarma que este tipo de conducta en adolescentes obedece a la convivencia durante el confinamiento, la falta de motivación, sentir la vida estancada porque les cambió la rutina y ya no asistían a las clases presenciales. Todas las actividades a las que estaban acostumbrados quedaron paralizadas y que la pandemia les dejaba una severa incertidumbre de ese retorno a la normalidad, cada vez más lejano por el repunte del infectados por Covid 19 en el mundo. Puntos críticos que podrían llegar a la autoflagelación, causándose dolor a sí mismo al cortarse alguna zona del cuerpo o lesiones que más tarde terminan materializadas en suicidios.
«El paciente que tiene alguna patología psiquiátrica sufre la idea suicida y realiza algún gesto. Los mayores casos son depresiones severas perdiendo el sentido de la vida, sus vínculos y se siente un fuerte vacío con tristeza», señala la psiquiatra Lorena Novoa, ante la pérdida de placer, bienestar y satisfacción, como los síntomas de la depresión severa que rompe toda vinculación afectiva.
En la conducta suicida percibe el condicionamiento, esa común al escuchar: «Me contienen muchas cosas como la religión, hijos y el mismo miedo de ellos, pero sí sienten que la vida ha perdido valor y el sentido y que se ha transformado en algo muy cruel».
Advierte del error de creer que se trata de una manipulación, de quien no lo va a hacer, sino que trata de llamar la atención. «No se puede subestimar el pensamiento suicida. Tenemos que quitarnos esa idea. Siempre la persona que tiene la intención da señales, lo que pasa es que muchas veces no se captan o se subestiman», precisa Novoa.
Todo este ambiente es resaltado por el psicólogo José Aranguren, al precisar la importancia de empezar a identificar el problema y distinguir entre la tristeza a la depresión. Es esencial controlar las emociones y evitar cerrarse, porque la escapatoria sería hasta atentar contra la vida. «Somos capaces de adaptarnos y ante tantos problemas toca buscar las soluciones, resolviendo uno por uno», sugiere y evitar bombardearse de noticias negativas desde el principio del día.
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Patricia Villegas