Ha estado ahí siempre, desde que tenemos memoria y mucho antes. Es un misterio que hemos ido desgranando poco a poco hasta descubrir el nivel de conexión que nos une a ella, porque sin la Luna la historia no hubiera sido la misma.
Todas las sociedades han mostrado un intenso interés por esa bola brillante que eles alumbraba cada noche, que viene y va, que adelgaza y engorda cada mes. Incluso los animales perciben su influencia, la dependencia de todo el planeta hacia el satélite, aunque el día a día no nos deje tiempo para reflexionar sobre ello y dedicarle el tiempo que se merece.
La influencia de la luna ha sido tan evidente que incluso se han creado leyendas sobre ella. Se decía que influía en el ciclo menstrual de las mujeres, incluso se llegó a identificar con la idea de la resurrección por crecer y decrecer, nacer y morir constantemente. Pero sobre todo nos ha servido de guía, de calendario, de reloj, una amiga que estaba ahí para mostrarmos el paso del tiempo junto al Sol.
Por suerte, ahora contamos con años, siglos de estudios y nueva tecnología que nos ha permitido conocerla mejor, discernir la fantasía de la realidad, la cual es aún más sorprendente de los que el propio ser humano pudo imaginar en su poemas y cuentos. Vamos a ver lo que realmente significa la Luna para los habitantes del planeta Tierra.
Origen de la Luna
A día de hoy ya tenemos las suficientes pruebas y estudios para afirmar que la Luna tiene 4.500 millones de años de edad, siendo compañera de generación con el Sol y la Tierra. Sí, la Luna se formó muy poco después que la gran estrella y nuestro planeta. Su nacimiento se debe al impacto entre la Tierra y otro planeta del tamaño de Marte al que se ha bautizado como Tea.
De ese gran choque salieron disparados cientos de fragmentos envueltos en vapor y extremadamente calientes. Gas, rocas y polvo se quedaron atrapados por la gravedad de la Tierra dando vueltas en su órbita. Las rocas que recogieron los astronautas in situ entre los años 1969 y 1972 demostraron esa conexión entre los minerales lunares y los terrestres.
Pero esa conexión va muchos más allá de los materiales que podemos encontrar en uno u otro lado. La Luna no existiría si no fuera por la Tierra, pero nosotros tampoco seríamos los mismos sin el satélite que nos observa siempre desde el cielo.
¿Qué sería de la Tierra sin su satélite?
La importancia de la Luna en nuestro día a día es crucial, pero al estar acostumbrados a ese efecto, éste pasa muy desapercibido. La vida en la Tierra está condicionada por la presencia del satélite y sin él las cosas cambiarían, en muchos aspectos, a peor.
Imaginemos que un buen día desaparece la Luna, deja de estar ahí, el motivo lo dejamos a vuestra imaginación. ¿Qué consecuencias tendría en nuestro planeta? Para empezar las noches serían completamente oscuras (salvo por la luz artificial). Para los astrónomos esto sería bueno puesto que podrían estudiar mejor el universo sin la contaminación lumínica que produce la luz del Sol reflejada en la superficie lunar. Sin embargo, muchos animales se verían afectados por esa falta de luz nocturna y tendrían serios problemas en su ritmo circadiano. A muchos esa luz les ayuda a ver a los posibles cazadores o para cazar.
También perderíamos las mareas. La Luna ejerce una fuerza de atracción gravitatoria sobre la parte líquida de la superficie terrestre (mares y océanos) deformándola y produciendo oscilaciones cíclicas ligadas a la rotación de la Tierra cada doce horas aproximadamente. El Sol también influye, pero en menor medida. Sin mareas, las corrientes oceánicas se debilitarían, las aguas se estancarían, estarían más sucias las costas. En general supondría un cambio climático terrible tanto para los animales y plantas submarinos, que rigen sus hábitos por esas mareas, como para los terrestres. Veranos de hasta 100ºC e inviernos por debajo de los 80º bajo cero.
En ese caótico cambio climático también se vería incrementado por la pérdida de nuestro eje de rotación estable, esos 23 grados de inclinación respecto al plano de su órbita que se mantienen fijos en la Tierra. De ello dependen las estaciones y su origen está en la influencia que supone tener a la Luna orbitando a nuestro alrededor. Sin él el movimiento de la Tierra se parecería al de una peonza balanceándose en sus últimos giros antes de pararse. El eje se movería entre lo 0 y los 90 grados provocando que los rayos del sol incidieran más fuerte o más débiles sin un orden. Ya no sería el ecuador la zona más cálida, sino que podrían ser los polos, lo cuales terminaría por derretirse mucho más rápido.
¿Y si nunca hubiera existido la Luna?
Ya hemos visto la influencia que tiene la Luna actualmente y nos podemos hacer una idea de lo que ha contribuido al desarrollo de nuestro planeta con el paso del tiempo, al fin y al cabo Tierra y Luna llevan moviéndose juntas por el Sistema Solar desde hace 4.500 millones de años. Su origen ya os lo hemos contado antes, pero lo que no hemos mencionado es qué pasó después de esa formación.
Para empezar, la Luna estaba mucho más cerca de lo que está ahora, su tamaño en el cielo era unas 10 o 20 veces más grande del tamaño que tiene ahora cuando la miramos por las noches. Esa cercanía hacía que su influencia fuera aún mayor y contribuyó a ralentizar la velocidad de rotación de la Tierra. De no haber sido así nuestros días no durarían 24 horas, sino unas 8 aproximadamente.
Las mareas únicamente se producirían por la gravedad del Sol por lo que serían muy débiles, por eso la velocidad de rotación sería mayor, al no haber habido tanta fricción de los océanos con los fondos marinos, lo que disipó una gran cantidad de energía y frenó a la Tierra. Esas intensas mareas del principio también ayudaron a acelerar la aparición de vida en el planeta.
No se puede afirmar que sin la Luna nunca habría aparecido la vida en la Tierra, pero lo que si es seguro es que habría tardado mucho más en aparecer y estos seres se habrían encontrado con un ambiente terriblemente inhóspito. Con vientos de entre 160 y 200 kilómetros por hora, cambios bruscos del clima y temperaturas extremas que no se lo hubieran puesto nada fácil para desarrollarse y llegar a los que somos ahora.
La luna no sólo influye en la parte biológica de nuestra vida, sino que tras contribuir con la creación de un hábitat acogedor para todo tipo de seres, también ha formado parte de la cultura y desarrollo de las sociedades de los seres humanos. A estado ahí para despertar nuestro interés por el universo, para inspirar a poetas y artistas y nos ha servido para dar vida a una calendario con el que poner orden en esta caótica vida que llevamos.
Nombres de las lunas llenas
Cada luna llena se ha asociado a lo largo de los siglos con un periodo del año, cambios de estación, acontecimientos importantes durante esos meses o creencias culturales. Según el mes en el que nos encontremos la Luna llena tendrá un nombre u otro que nos habla de la relación del ser humano con la naturaleza. El siguiente calendario lunar está principalmente influenciado por los territorios del norte, la cultura anglosajona y las tribus previas a la colonización de América del Norte, pero en otras partes del mundo encontraríamos otros nombres también reveladores de esas culturas.
(Enero) Luna del lobo: Según The Old Farmer’s Almanac, la primera luna llena del año recibe su nombre más conocido de las tribus americanas de la época colonial cuando las personas huían de las aldeas por la noche al ver manadas de lobos durante el invierno, quienes bajaban por el monte porque tenían hambre. Se cree que estos animales aullaban a la luna, aunque no se tienen pruebas de ello.
(Febrero) Luna de nieve: También las tribus americanas bautizaron la luna en este periodo como la Luna de nieve, por ser la fecha con más nevadas de todo el año, aunque también se la menciona como Luna del hambre por ser la temporada de mayor escasez de alimento.
(Marzo) Luna del gusano: Su nombre se refiere al ablandamiento que la tierra sufre a principios de primavera por culpa del deshielo. Esta situación propicia la aparición de lombrices y con ellas, el retorno de las aves que meses antes han tenido que emigrar para evitar las difíciles condiciones que ofrece el clima invernal.
(Abril) Luna rosa: Se le da el apodo rosa en el mes de abril, no por su color sino por culpa de los nativos americanos, en honor a la flor de primavera de ‘rosa musgo’ o flores de phlox, una de las primeras floraciones que coinciden con la súperluna de abril en los EE. UU.
(Mayo) Luna de las flores: Este nombre es fácil de suponer, todas las flores que aparecen en el mes de mayo en plena primavera dan el nombre a esa luna llena. También se la conoce como Luna de la leche o la liebre.
(Junio) Luna de la fresa: Es el momento del año en el que las fresas están listas para ser las protagonistas en la mesa. Una fruta que todavía hoy nos da muy poco tiempo para disfrutarlas cuando mejor están.
(Julio) Luna del ciervo: Su nombre nos recuerda que por estas fechas es cuando veremos crecer las astas de estos impresionantes animales, aunque hoy en día muchos vivamos alejados de la naturaleza como para disfrutar del espectáculo.
(Agosto) Luna llena del esturión: Los habitantes de los grandes lagos de Estados Unidos bautizaron a esta luna así por la gran cantidad de peces que se podían pescar en estas fechas allí.
(Septiembre y Octubre) Luna de la cosecha: Esta es la única luna que está asociada al equinoccio en lugar de a un mes en concreto. La luna de octubre también se puede conocer como la luna del cazador, cuando se comenzaban a conservar las pieles y carnes para el duro invierno.
(Noviembre) Luna del castor: Estos animales también se ponen activos en estas fechas, al igual que los humanos para preparar sus refugios y provisiones para el duro invierno.
(Diciembre) Luna fría: Para nosotros este mes se ha convertido en las semanas de las compras, las comidas y las luces de Navidad, estrés y felicidad a partes iguales. Pero en otras culturas significaba frío, hambre y condiciones muy complicadas.
Un día en la Luna
Tal ha sido nuestra admiración por ese globo brillante que nos observa por las noches desde el cielo que los seres humanos hemos soñado durante siglos con alcanzarlo. Y tras los primeros afortunados en pisar su superficie y jugar al golf en ella, seguimos imaginando vivir algún día en nuestro satélite vecino, en pasar allí unas vacaciones.
La experiencia puede ser fascinante, pero no fácil. No sólo por la complicación del viaje, sino por las condiciones que presenta la Luna. La luna tiene solo una sexta parte de gravedad de la tierra por lo que su atmósfera es muy pobre. Los días pueden ser muy calurosos llegando a los 120 grados centígrados y por la noche nos congelaríamos a menos 200 grados bajo cero. Cómodo no sería, eso está claro.
El movimiento de la Luna alrededor de la Tierra está sincronizado, es decir, el satélite tarda el mismo tiempo en rotar alrededor de sí mismo que en girar alrededor de la Tierra, es por eso que siempre vemos la misma cara de la Luna y la otra queda oscura. Esto también implica que un día en la Luna dura lo mismo que 29,5 días terrestres. El sol tarda ese tiempo en atravesar el cielo y volver a empezar.
El mapa de la luna
Aún así, ya son más de 6 las misiones que han llevado al ser humano a su superficie y 12 los astronautas que han paseado por ella. Y seguimos sin rendirnos, por muy duras que sean las condiciones atmosféricas, los científicos siguen trabajando para superar cada uno de los obstáculos que hasta ahora nos han impedido formar una colonia allí arriba.
Puede que con el tiempo, con los años o dentro de décadas, esperemos que no haya que esperar siglos, sea posible pasear por sus cráteres, cordilleras, valles y sus mares a los cuales ya les hemos puesto nombre. Sí la cara visible de la luna ya cuenta con un completo mapa geográfico en el que podemos encontrar.
Los mares, a diferencia de los terrestres, son vastas llanuras basálticas originadas hace unos 3.000 millones de años, cuando la lava afloraba a la superficie lunar, rellenando las grandes cuencas que existieron en su momento. Esas cuencas pudieron ser el resultado de colosales impactos de asteroides, los cuales también serían el origen de las cadenas montañosas que delimitan algunos de los mares, como la Cordillera Leibniz que llega a alcanzar cotas de 6.100m de altitud.
Entre ese mapa ahora también hay que indicar los restos dejados por los humanos en sus misiones. Naves, rovers, recuerdos o basura, los astronautas no solo dejaron la huella de su zapato marcada en la superficie lunar, nuestro satélite ahora también es un museo de la carrera espacial y de los primeros hombres que la visitaron, un museo que vale millones.
Fuente: Computer Hoy
Por: Maria Laura Espinoza
Twitter: @i_am_LauEz14