La fracturación hidráulica (también conocida por el término en inglés fracking) es una técnica para posibilitar o aumentar la extracción de gas y petróleo del subsuelo. Sus oponentes, en cambio, señalan el impacto medioambiental de esta técnica, que en su opinión incluye la contaminación de acuíferos, elevado consumo de agua, contaminación de la atmósfera, contaminación sonora, migración de los gases, etc.
Sin embargo, parece que esta técnica es menos peligrosa que la original propuesta: usar explosiones atómicas.
Proyecto Rulison
El Proyecto Rulison, en 1974, tenía como propósito averiguar si una bomba de fusión podría liberar gas natural, y cuyos resultados eran ciertamente prometedores, tal y como explican Kelly y Zach Weinersmith en su libro Un ascensor al espacio:
Cuando se tiene una bomba dos veces más potente que la que se lanzó sobre Nagasaki, se puede acceder a mucho gas natural. Los niveles posteriores de radiación en la zona fueron sorprendenemente bajos, apenas un 1 por ciento superiores a los registrados con anterioridad. Se tratataba de un resultado con un potencial inmenso, que además reavivaba las esperanzas de poder fabricar bombas relativamente «limpias» con fines pacíficos.
Los obstáculos técnicos sumados a las protestas de los incipientes movimientos medioambientales dieron al traste con los proyectos para obtener gas natural un poco más radiactivo que la media de explosiones de fusión.
Además, en lo que quizá sea una de las mayores ironías de la historia, la invención de la fracturación hidráulica (fracking) a mediados de siglo minó la idea de emplear energía atómica para liberar gas natural. (…) Para más inri, el creciento gasto destinado a la guerra de Vietnam hizo que menguase el presupuesto disponible para realizar pruebas nucleares (lúdicas o comerciales). Vamos, que si nos hemos salvado de un mundo más radiactivo es gracias a… el fracking y la guerra de Vietnam.
Fuente: Xataka Ciencia
Por: Maria Laura Espinoza
Twitter: @i_am_LauEz14