Desde hace 6 años la red internacional de científicos y entusiastas comprometidos con la conservación de las aves, festeja cada 6 de septiembre, el Día Mundial de las Aves Playeras. Ocasión ideal para conocer sobre estas hermosas criaturas que tienen al mar, los litorales y ensenadas como sus principales proveedores de refugio y alimento.
Las aves playeras constituyen un importante grupo de vertebrados con diversidad de formas y tamaños. Presentan rasgos comunes como ser acuáticas y ubicarse entre la fauna migrante de mayor alcance por las largas distancias que recorren para encontrar abrigo, alimento, sitios de descanso y de reproducción.
Estas aves son importantes indicadoras del estado de conservación de los ecosistemas que habitan, por lo cual preocupa la caída en las cifras de su población, inquietud que comparten ornitólogos y organismos como la Red Hemisférica de Reservas las Aves Playeras (WHSM, por sus siglas en inglés).
Estos expertos alertan sobre la importancia de conservar a estas grandes voladoras mediante esfuerzos internacionales coordinados en cada uno de los países por los que transita esta fauna en sus largas travesías, y desde hace un lustro, junto con ornitólogos de distintas latitudes, celebran cada 6 de septiembre del Día Mundial de las Aves Playeras.
La WHSM es una estrategia de conservación lanzada en 1986 con la designación del primer sitio, en Bahía de Delaware, Estados Unidos, y trabaja en 15 países por la conservación de más de 14.9 millones de hectáreas donde habitan aves playeras.
México desempeña un papel estratégico en la migración de muchas de estas aves. Para especies que hibernan en Centro y Sudamérica, sus humedales son sitios de paso y para otras son sitios de anidación, descanso y reproducción. Entre los hábitats nacionales clave del continente americano para mantener poblaciones saludables de aves playeras, sobresalen 18 sitios de nuestro país, a saber:
Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado, Bahía de Santa María, Bahía de Tóbari, Bahía de Todos Santos, Bahía Magdalena, Complejo Lagunar Ojo de Liebre-Guerrero Negro, Complejo Lagunar San Quintín, Complejo San Ignacio, Ensenada de la Paz, Ensenada de Pabellones, Lago de Cuitzeo, Laguna Madre, Lago Texcoco, Llano de la Soledad, Marismas Nacionales, Pastizales de Janos y Ascensión, Playa Ceuta, Sistema Lagunar Huizache-Caimanero.
Muchas de las especies de aves playeras emprenden su viaje en estos primeros días de septiembre desde sus áreas de anidación y reproducción en el Ártico hasta el Polo Sur, o bien, a alguna costa, y descansan o hibernan en territorio nacional donde son motivo de admiración para el turismo que visita estos privilegiados espacios ideales para contemplar y aprender a conservar la naturaleza.
Varios organismos de prensa en Brasil repudiaron la decisión de una jueza de prohibir a la cadena televisiva Globo difundir documentos del proceso por supuesta corrupción en contra del senador Flávio Bolsonaro, hijo mayor del presidente brasileño, por considerar que está bajo secreto de sumario.
La jueza de primera instancia Cristina Feijo de Rio de Janeiro emitió un medida cautelar la noche del viernes para impedir que TV Globo publicara cualquier documento vinculado a la investigación contra el senador, atendiendo un pedido de la defensa, reportaron los medios de comunicación.
“Parece que se está volviendo una praxis en el país la censura a la prensa, tal como ocurría en el tiempo de la dictadura militar” entre 1964-1985, denunció este sábado el presidente de la Asociación Brasileña de Prensa (ABP), Paulo Jerónimo.
“La decisión dificulta la cobertura periodística sobre las graves denuncias contra el senador e impide a la sociedad evaluar el desempeño de las autoridades en la investigación de los hechos”, advirtió de su lado la Asociación Brasileña de Periodismo de Investigación (Abraji) el viernes.
Flavio Bolsonaro, de 39 años, está bajo investigación por su supuesta participación, junto a su exasesor, el policía retirado Fabricio Queiroz, en un esquema de pagos ilícitos en su gabinete cuando era diputado regional en Rio de Janeiro.
“Acabo de ganar una cautelar impidiendo a #globolixo [globobasura] publicar cualquier documento en mi proceso bajo secreto de sumario. No tengo nada que esconder y expliqué todo, pero las narrativas que parte de la prensa inventa para desgastar mi imagen y la del presidente Jair Bolsonaro son criminales”, escribió el senador en sus redes sociales el viernes.
“La jueza entendió que eso es altamente lesivo para mi defensa”, agregó.
Fabricio Queiroz y su esposa, detenidos en junio pasado, habrían depositado en la cuenta de la primera dama Michelle Bolsonaro un total de 89.000 reales (unos 20 millones de pesos al cambio promedio de 2016) entre 2011 y 2016 producto del esquema de desvíos, según varios reportes de prensa.
Los cuestionamientos sobre el caso han causado agresivas reacciones del presidente, para quien la investigación busca dañar a su gobierno.
“¡Qué ganas de reventarte la boca a golpes!”, amenazó Bolsonaro a un periodista del diario O Globo el 23 de agosto que le cuestionó sobre los depósitos a su esposa.
AFP
Los venezolanos marchamos rumbo a una Venezuela desconocida. Hacia un país cuyas realidades comunes y más fundamentales no conocemos con certeza, ni tampoco podemos imaginar, porque sus antecedentes, aquel país estructuralmente pobre, pobre y en muchos sentidos atrasado que éramos hasta comienzos del XX, está, ahora mismo, muy lejos en tiempo. Ha transcurrido un siglo, desde aquel borroso y a menudo olvidado 1920, cuando la renta proveniente de la explotación del petróleo, que apenas se iniciaba, comenzó a cambiar las condiciones de vida de los venezolanos.
Durante un poco más de seis décadas –hasta 1983– muchas cosas florecieron en Venezuela. Cierto es que fue un crecimiento desigual e irregular, muchas veces obstaculizado por errores, incompetencias y falta de horizontes, pero sería absurdo no reconocer que en aquellos años la nación venezolana se modernizó, las expectativas de futuro se potenciaron, mientras la mayoría de los indicadores fundamentales –sanitarios, sociales, educativos y económicos– en términos generales, tendían a mejorar año tras año. Existían problemas y fallas profundas, eso no puede obviarse. Pero el balance –eso lo entendemos hoy mejor que entonces–, a la postre, resultó cualitativamente favorable.
En esas seis décadas y pico se creó una institucionalidad, que fue perfeccionándose y ajustándose en el tiempo, que hizo posibles varias décadas consecutivas, en las que predominó la convivencia por encima de los conflictos. Esa institucionalidad significa que, a pesar de los vaivenes, las luchas de intereses y facciones, y de las tareas que nunca alcanzaron a cumplirse, Venezuela logró hacer posible un Estado de Derecho. Porque hay que decirlo: tuvimos un Estado de Derecho, asediado por las dificultades, pero que actuó como eje axial de la nación, lo quieran o no sus detractores.
En ese período se levantó y estructuró una industria petrolera, que tuvo la categoría de modelo planetario. Nació y se expandió una clase media, que se convirtió en el núcleo desde el que se proyectó el desarrollo educativo, cultural, profesional y científico del país. Carreteras y autopistas, represas, hospitales, centros educativos de todo nivel, hospitales, instalaciones deportivas, salas de concierto, bibliotecas, mercados y muchas otras más obras de infraestructura fueron poblando el país de oportunidades e intercambios. Venezuela recibió a cientos de miles de inmigrantes que llegaban, primordialmente de Europa y América Latina, y que se incorporaron, sin traumas destacables, a la economía y al funcionamiento de lo social.
Esta lista de cosas, a la que se podrían agregar muchas páginas de logros, aunque también de huecos que quedaron sin tapar, confluyeron en esto: en una sociedad que compartía una idea, una intuición o una aspiración de un mejor futuro. Hasta 1983, creo que es posible decir, en nuestro país compartíamos, de forma mayoritaria, la presunción de que vendrían tiempos mejores. Había una especie de buen ánimo nacional.
Con el quiebre de 1983 –me refiero a la devaluación de la moneda que se produjo el viernes 18 de febrero de 1983–, comenzó un deterioro, que alcanzó su culmen cuando Hugo Chávez ganó las elecciones presidenciales 15 años más tarde, en diciembre de 1998: ese día Venezuela puso en marcha la tragedia por la que hoy transcurrimos.
Lo ocurrido en estos 21 años se sintetiza en una frase: la Venezuela de la modernidad, que comenzó a construirse hace un siglo, fue destruida hasta alcances insospechados. Digo insospechado porque no sabemos cuánta ruina hay escondida en las instituciones públicas, no sabemos hasta qué extremos ha sido devastada la industria petrolera, ni tampoco cuánta podredumbre y desechos industriales se acumulan en las empresas básicas de Guayana.
No sabemos cuánto territorio de las regiones sur y amazónica de Venezuela ha sido expoliado, socavado y contaminado, con la participación abierta del régimen, de militares cómplices y de las narcoguerrillas del Ejército de Liberación Nacional de Colombia –ELN–, y de empresarios que se han adherido a ese inmenso crimen que es el Arco Minero. No hay informes sobre la extensión y las consecuencias que han tenido derrames de hidrocarburos y de otras industrias. No existen tampoco registros fotográficos o testimoniales del estado de cosas al interior de las empresas que fueron expropiadas, incluso aquellas que estaban en plena productividad.
Lo que vemos a simple vista; lo que narran los usuarios de los servicios del Estado; lo que arrojan las investigaciones periodísticas; lo que denuncian los ciudadanos que todavía guardan coraje y se atreven; lo que narran los presos políticos y sus familiares; lo que cuentan usuarios y sobrevivientes de hospitales, ambulatorios, centros de reclusión, cementerios, geriátricos, escuelas, cuarteles, depósitos y garajes de uso oficial; los relatos de conductores, pilotos y navegantes sobre las condiciones en que operan los vehículos y las naves propiedad del Estado que todavía están activas; lo que documentan los profesionales que resisten en centros de salud; las narraciones de docentes sobre la debacle nutricional de niños y adolescentes, cuyos aprendizajes son cada vez más precarios: todas estas realidades se aglomeran y se alimentan unas a otras, y nos advierten, aunque las élites del país apenas hablen de ello, ni tampoco los políticos, que la Venezuela de 1998 ha sido sepultada y que lo que viene, de aquí en adelante, será un país distinto, desconocido y esencialmente precario.
Pero todavía hay algo más que no puedo omitir en este marco de cosas: la pérdida de talento, especialmente de jóvenes y profesionales, que forman parte de los 5 millones de personas que han huido de Venezuela en la última década. ¿Cuántos volverían en un escenario de cambio de régimen? ¿10%, 15%, 20%? Tampoco es posible estimarlo hoy, pero es difícil suponer que regresarán a reconstruir un país exhausto, empobrecido, arrasado hasta sus entrañas. Difícil será que quieran regresar a una Venezuela irreconocible, deteriorada por sus cuatro costados, desconocida y poblada de carencias.
Editorial de El Nacional