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Piedad Córdoba se retira de la política

Posted on: julio 12th, 2020 by Super Confirmado No Comments


 

La exsenadora Piedad Córdoba informó que se retiró de la política. Córdoba reveló que tomó esa decisión después de las elecciones de 2018 y de sufrir una fuerte depresión en 2019.

 

 

La excongresista, cabe recordarlo, se lanzó a la Presidencia, pero el 9 de abril de 2018 decidió retirar su candidatura por falta de apoyos. Según Córdoba, en ese momento le afectó mucho la falta de apoyo de sectores independientes a los que ella había acompañado.

 

 

De hecho, el partido Farc «les prohibió a muchos de sus miembros a que me ayudaran a recoger las firmas», indicó la excongresista en entrevista con el programa ‘Un toque de Romero’ de Teledemedellín. De acuerdo con Córdoba, pese a que ella no le había pedido ayuda a esa colectividad, le sorprendió mucho esa orden.

 

 

«Yo me quemé mucho políticamente por esa lucha tan tenaz por que se acabara la guerra. Yo jamás me retiré del Partido Liberal, no volví por el manejo que se le dio, pero yo me dediqué mucho a trabajar con los sectores alternativos. Acuérdense que yo fui vocera de la Marcha Patriótica, que era como un chicharrón, una papa caliente, pero yo confiaba en que ese caso era bonito», agregó.

 

 

«Para mí fue muy duro que, cuando yo requerí el apoyo para la candidatura, a mí todos los sectores alternativos me dieron la espalda, y para mí eso fue un golpe emocional muy fuerte (…) Alguna de la gente que me está asesorando se trasladó, sin yo darme cuenta, a la campaña de Gustavo Petro, o sea que estaban en la mía y estaban en la de él», dijo la exsenadora.

 

 

Entonces, después de que se enteró de eso, decidió retirar su candidatura. Y posteriormente entró en depresión: «Yo entré en una depresión muy fuerte, muy fuerte, porque es como si yo hubiera perdido todo el tiempo que había hecho en política, como si hubiera echado por una cañería un prestigio político tan importante como el que yo tenía, que lo hice sin puestos, que lo hice sin contratos, que lo hice a punta de debates en el congreso».

 

 

«Me marginé absolutamente de todo hasta que terminé recluida en una clínica en La Habana (…) a finales del año pasado. Perdí el conocimiento durante doce días. Estuve 20 días hospitalizada», dijo Córdoba.

 

 

Después de eso regresó a Colombia. Según ella, Rodrigo Londoño, líder del partido Farc, la llamó para disculparse, pero ella ya había tomado una decisión.

 

 

«Yo tomé la decisión de retirarme de absolutamente todo (…) Últimamente me han llamado para que participe, que mi voz hace falta, que vuelva. Yo no vuelvo. Aquí la política es muy rastrera. Yo soy una persona que hace política de manera argumentativa», agregó.

 

 

Piedad Córdoba fue senadora entre 1998 y 2010. Sin embargo, en septiembre de 2010 la Procuraduría General la destituyó al señalarla de ser colaboradora de las Farc, pese a que no había un fallo judicial en su contra. En 2016, el Consejo de Estado tumbó la sanción y ordenó a la Procuraduría pagar una indemnización a Córdoba.

 

Confirmado.com
Con informaión de La FM

La instauración de la pobreza en Venezuela

Posted on: julio 12th, 2020 by Super Confirmado No Comments



El enorme impacto que ha producido la publicación de los resultados de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida 2019-2020 –Encovi–, realizada por el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales, de la Universidad Católica Andrés Bello, tiene una muy probable explicación y es que ratifica, con los adecuados y precisos instrumentos de las ciencias sociales, lo que los venezolanos constatamos todos los días en nuestra experiencia cotidiana: que Venezuela ha perdido aquel halo o aquella imagen o aquella esperanza de país rico, para devenir en poco más de dos décadas en un país no solo empobrecido, sino cada día más y más venido a menos. Estructural y extendidamente pobre. El informe demuestra que los padecimientos no se corresponden a situaciones aisladas o coyunturales, sino que hablan de una nación entera doblegada a los múltiples padecimientos de carencias, estrecheces, dificultades y falta de perspectivas.

 

 

Somos un país pobre, que ha perdido un pedazo sustantivo de su población efectiva, 5 millones de personas que, en un cortísimo período de tiempo, han migrado –han huido– a otras naciones. Somos un país súbitamente envejecido, que liquidó una parte de su bono demográfico (que es la ventaja que consiste en que el número de personas en edad de trabajar supere al número de personas dependientes –niños y adultos mayores–). Somos un país paupérrimo, en el que aumenta la tasa de mortalidad infantil; disminuye la esperanza de vida; crece el número de las viviendas en condiciones de precariedad; en el que sube la tasa de hacinamiento; donde la inmensa mayoría de los hogares han sido sometidos a erosivos procesos de desestructuración.

 

 

Somos un país devastado y exhausto: que solo excepcionalmente tiene acceso a servicios básicos como agua, electricidad e Internet. Somos un país mísero, en el que 96% de las familias vive en condiciones de pobreza, y en el que alrededor de 4 de 5 de estas familias viven en condiciones de pobreza extrema. Somos un país en el último peldaño de la existencia, donde la inmensa mayoría pasa hambre, vive subalimentado –no se consumen las mínimas proteínas necesarias para la vida–. Somos un país desgarrado, donde la desnutrición infantil tiene la categoría de epidemia: afecta a 30% de la población, lo que autoriza a cualquier ciudadano de bien, a presumir las peores expectativas al respecto, es decir, que todas estas realidades continuarán empeorando mientras se mantenga el régimen de Maduro en el poder.

 

 

Este proceso de empobrecimiento rápido y masivo no es el producto de una desgracia sobrevenida. Es la meta de un plan con un específico propósito: erosionar a la sociedad venezolana, hacerla dependiente del uso político de la renta petrolera, debilitar su capacidad de defender la democracia y las libertades. Ya lo sabemos: no había ni programa industrial, ni ejes de desarrollo, ni modelo económico alternativo, ni genuino deseo de erradicar la pobreza.

 

 

El régimen nunca escuchó las advertencias que, en marzo de 1999, economistas y gremios empresariales comenzaron a formular con urgencia: las políticas que se anunciaban nos conducirían a la destrucción de la economía productiva, arrasarían con el empleo, provocarían realidades de hambre y enfermedad en todo el territorio. Las denuncias que se hicieron entonces tenían un legítimo fundamento; apenas se hizo con el poder en Cuba, Fidel Castro se embarcó en la tarea de destruir la economía de la isla, cuyo saldo no tardó en materializarse: un brutal empobrecimiento, del que no han podido recuperarse nunca, y que ha convertido al comunismo cubano en un poder mendigo, especializado en someter a su población y vivir de la ayuda extranjera.

 

 

Pero lo que probablemente nadie previó, al menos hasta 2004-2005, es que la destrucción sería tan eficaz, tan amplia, tan sistemática y tan profunda. No se estimó que la corrupción y los ilícitos adquirirían la categoría de políticas de Estado, ni que con fundamento en prácticas diseñadas de violación de los derechos humanos y políticos, se produciría una apropiación de los bienes públicos, que la nación venezolana sería manejada como un botín, y que una pequeña oligarquía político-militar haría suyo hasta el último dólar de las arcas públicas, en una operación delincuencial, que ha acabado por empobrecer, de forma extrema, a la inmensa mayoría de la nación venezolana, ese 96% del que habla el reporte de la Encuesta de Condiciones de Vida 2019-2020.

 

 

Hay que reconocerlo: han superado las peores expectativas. Han sido capaces de violar las leyes, de desconocer los poderes legítimos, se han apropiado de las riquezas y más de tres centenares de bandas organizadas se han repartido pedazos enteros del territorio para usarlo, explotarlo de forma ilimitada y con plena garantía de impunidad. El poder practica la ruindad, se asocia con delincuentes y narcotraficantes, busca aliados entre terroristas y ladrones de toda ralea y, cada vez que lo cree necesario, detiene, tortura y mata.

 

 

El debate sobre el hambre en Venezuela es, ahora mismo, un callejón sin salida: todos los indicadores sugieren que continuará empeorando. Se incrustará, con sus atroces efectos, en cada familia venezolana. Venezuela está en medio de una crisis humanitaria, cuya prospectiva es todavía más sombría. Así las cosas, la sociedad venezolana y sus aliados internacionales están obligados a actuar de inmediato: unir las fuerzas, concentrar la presión y producir en corto plazo, el cambio que las familias venezolanas demandan. Es cosa de vida o muerte.

 

Editorial de El Nacional

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