Archive for marzo 12th, 2020

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 Ben Affleck es un alcohólico divorciado en ‘The way back’

Posted on: marzo 12th, 2020 by Laura Espinoza



En esta foto del 3/3/1919, el actor Ben Affleck asiste al estreno mundial de “Triple Frontera” en el Lincoln Center, Nueva York. Foto de Evan Agostini/Invision/AP.

 


 
 
 THE WAY BACK

 

 

En su nueva película, ‘The way back’, el actor Ben Affleck interpreta a un alcohólico con problemas familiares que eventualmente recupera su bienestar.

 

 

En su vida privada, Affleck, de 47 años, ha recorrido un camino similar: la lucha contra el alcohol; varios procesos de rehabilitación, y el colapso de su matrimonio con la actriz Jennifer Garner.

 

 

La actuación de Affleck en ‘The way back’, recién estrenada en Estados Unidos, ha sido objeto de comentarios positivos en Rolling Stone y el sitio web sobre cultura popular Vulture.

 

 

En 2013, su cinta ‘Argo’ recibió Oscar a mejor película, de la que también fue protagonista, junto a Alan Arkin, John Goodman y Bryan Cranston.

 

 

En ‘The way back’, dirigido por Gavin O’Connor, Affleck interpreta a un ex jugador de baloncesto que tiene la oportunidad de redimirse cuando se le pide que entrene al equipo de su escuela secundaria.

 

 

Voz de América

La mascarilla es el disfraz de Hobbes

Posted on: marzo 12th, 2020 by Laura Espinoza


 
 
El símbolo mundial del coronavirus es la mascarilla, y la nueva división de clases en el planeta existe entre los que la tienen y usan y los que no la tienen. Se trata de un símbolo muy importante e interesante, a pesar de sus desagradables connotaciones, o tal vez precisamente debido a ellas, como veremos.

 

 

Perturbado por la violencia y el caos de las guerras civiles inglesas del siglo XVII, Thomas Hobbes acuñó la famosa frase según la cual “el hombre es el lobo del hombre”. Se vivía entonces en Inglaterra una situación de anarquía y miedo, pero al menos existían bandos definidos en pugna, jefes con identidad y presencia concreta, e ideales y principios políticos en juego.

 

 

 
La amenaza del coronavirus es diferente. Su naturaleza es a la vez total y abstracta. Golpea y mata, pero en términos globales y al menos por ahora, las víctimas mortales son muy limitadas. No obstante, el pánico es absoluto y generalizado, en el sentido de que nadie que esté mínimamente informado puede, si usa la razón, sentirse eximido de plano del peligro.

 

 

El mundo del coronavirus es el mundo de Hobbes. Cada persona es un riesgo potencial y quizás una amenaza inminente. Todo depende. La mascarilla es supuestamente un instrumento de protección para el individuo que la usa, pero para los demás, la lleven o no sobre sus rostros, la mascarilla del vecino incluye y transmite un acto de agresión. La mascarilla del otro indica que nos teme, que le molestamos, aunque desde luego no sea esa en la mayoría de los casos la intención explícita. Lo es, sin embargo, de manera implícita.

 

 

La mascarilla es un símbolo que envía un mensaje: los que no la llevan son lobos en potencia, pues amenazan, pero los que la portan también, solo que pretenden ser pacíficos, y no dudamos que lo sean. Ahora bien, Hobbes diría posiblemente que se trata de un disfraz.

 

 

En nuestro siglo XXI, acosados como estamos por la real o presunta amenaza de un cercano apocalipsis ecológico, el coronavirus es el detonante de nuestros mayores miedos, multiplicados e intensificados cada minuto por el impacto novedoso, masivo y aterrorizador de los medios de comunicación instantáneos, que llevan las noticias, rumores, murmullos, patrañas y verdades por toda la tierra como un huracán indetenible. Verdad y mentira se confunden en el volcán hirviente de las informaciones.

 

 

Un comentarista escribió que el coronavirus representa, para nuestras recalentadas imaginaciones, el posible fin del contrato social, un contrato que nos reconfortaba pero que está siendo sometido a severas presiones. Ese contrato nos hacía pensar que científicos y políticos en última instancia nos defenderían, pero se están mostrando impotentes. Es una amenaza de muerte que nos resulta absurda, por inconcebible, por indiferenciada, por arbitraria.

 

 

¿Y qué tal si en cuestión de semanas o pocos meses se disipan los nubarrones, como ha ocurrido con relativamente recientes pandemias? ¿Qué lecciones extraeremos de este abrumador pánico?

 

Editorial de El Nacional

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