Arabia Saudí asegura que recuperará en dos semanas sus niveles de producción de crudo
El súbito repunte del precio del petróleo el lunes no podría haber llegado en un momento más inoportuno para la economía global.
El sector industrial está de capa caída en todo el mundo, el conflicto comercial entre Estados Unidos y China no está resuelto y algunas grandes economías están al borde de la recesión. Un aumento prolongado del precio del petróleo sería una mala noticia para el crecimiento global.
Los economistas advierten que el ataque a las instalaciones de procesamiento de crudo de Arabia Saudí en Abqaiq podrían causar un daño considerable a la economía global si el aumento resultante del precio del petróleo dura más de unos pocos meses. Esto depende en gran medida del tiempo que esté parada la producción de petróleo saudí -y de la medida en que esa brecha pueda cubrirse incrementando la producción o recurriendo a los inventarios de otras regiones- [ayer los plazos previstos parecieron acortarse].
Algunos países están más expuestos que otros, y la creciente tensión geopolítica resultante del ataque aumentará la incertidumbre que ya afecta a la inversión de las empresas en todo el mundo. Cuando el repunte del precio del petróleo está causado por un contratiempo en el suministo, actúa como un impuesto para los consumidores de petróleo, afectando al PIB de las naciones importadoras netas.
Holger Schmieding, economista de Berenberg, señaló que un incremento del precio del barril de 10 euros suele elevar en 0,3 puntos porcentuales el índice de precios al consumo de la eurozona en el plazo de dos meses, con un efecto similar sobre los ingresos disponibles de los consumidores. «Para los países que ya están al borde de la recesión, esto podría marcar la diferencia entre el estancamiento o una suave contracción», explicó, señalando a Alemania e Italia.
Sin embargo, la eurozona está más preparada para soportar precios más altos que en el pasado. Tanto el consumo como la producción han reducido su dependencia del petróleo, al basarse cada vez más en el crecimiento de los servicios, y los mercados laborales están en mejores condiciones. El Banco Central Europeo advirtió el año pasado -cuando los precios estaban en el entorno de los 75 dólares el barril- que un precio estable en ese nivel tendría poco efecto sobre los ingresos reales o el consumo.
Los mayores perdedores serían las grandes economías emergentes importadoras de petróleo como Turquía y Argentina.
En el caso de EEUU, su situación solía estar clara: cualquier aumento del precio de la gasolina afectaba de inmediato al PIB debido a su efecto sobre los consumidores. Por ese motivo, EEUU cuenta con una reserva de petróleo desde los años 70 para suavizar los repuntes de precios en los mercados globales de crudo.
Pero desde el boom del shale, el precio del petróleo ha determinado el crecimiento de EEUU a través de un canal distinto: el dinero que las compañías invierten en nuevas plantas y equipamiento.
Cuando el precio del petróleo colapsó en 2015, también lo hizo la inversión de las empresas estadounidenses, debido sobre todo a la fuerte caída del número de plataformas petrolíferas que operaban en Texas y Dakota del Norte.
Un análisis de 2018 de la Reserva Federal de Kansas City mostró que hay una parte de la economía estadounidense vinculada al petróleo en tal grado que los altos precios del crudo animan incluso a compañías fuera de la industria energética a comprar nuevas plantas y equipo.
Los precios de la gasolina siguen suponiendo una importante preocupación para cualquier presidente de EEUU, ante el peso de los consumidores en muchos estados dudosos. Pero la subida del precio del petróleo ya no es necesariamente mala para la economía estadounidense.
Sin embargo, sería una mala noticia para el crecimiento global. El daño sufrido por las economías importadoras de crudo por un repunte suele compensar el impulso a los países productores. Y aunque la economía estadounidense está menos expuesta a las oscilaciones del precio del crudo que en el pasado, una crisis en China -un importador neto y gran perjudicado por una subida- tiene ahora un fuerte impacto sobre sus socios comerciales, y por tanto sobre el crecimiento global.
Jennifer McKeown de la consultora Capital Economics también advirtió que si los precios aumentaban debido a una escalada de las tensiones en Oriente Próximo, «los beneficios para algunos productores tendrían que medirse frente a los severos costes del conflicto para otros».
Pero nada de esto afectará a la política de los bancos centrales. Si los altos precios del petróleo se mantienen, la inflación aumentará. Pero los reguladores monetarios de las economías desarrolladas lo verían como algo temporal, y es poco probable que cambiasen su postura por ello.
En los casos de la Reserva Federal y el BCE -que luchan por hacer subir la inflación hasta su objetivo- un aumento de los precios de la energía podría ser bien recibido en parte, si llevase a los hogares y a las empresas a prever una inflación más alta y a prepararse a ello. Para los bancos centrales de algunas economías emergentes -en especial Turquía, donde los inversores dudan de la resolución de los reguladores a controlar la inflación- el reto sería mayor.
Expansión
D.STRAUSS / B. GREELEY | FINANCIAL TIMES
Imagen: EFE