El papel usado tiene una nueva vida en el laboratorio de la boliviana Cecilia Tapia, que lo combina con fibras vegetales como hojas de plátano, piña o totora, y semillas para crear folios artesanales y artísticos que incluso llegan a florecer si se los planta.
Ingeniera ambiental de profesión, Tapia explicó a Efe que siempre tuvo la inquietud de contribuir al cuidado del medioambiente, sobre todo a través del reciclaje.
«A mí me motivaba un poco inspirar a las personas a que puedan emplear el papel en las dos caras, que puedan reciclarlo, que cuidemos nuestra biodiversidad, los árboles», señaló.
Esto le llevó a crear Bohemia Papel, un proyecto con un enfoque «de conservación», con la convicción de que «cada persona puede aportar un granito de arena» a ese propósito.
Al terminar la universidad ganó un concurso para emprendedores que le permitió acceder a un «capital semilla» de mil dólares, con los que pudo gestar Bohemia Papel en 2012.
Cuando comenzó la iniciativa, la emprendedora debía combinarla con su trabajo en una organización no gubernamental, aunque hace tres años lo dejó para entregarse al cien por cien a su proyecto.
Tapia se mueve ahora en su taller en La Paz en medio de estantes llenos de papeles de distintos tipos, materiales diversos, residuos vegetales y enormes cubetas llenas de agua para remojar los folios.
El proceso de elaboración comienza con la recolección de papeles en desuso, hojas blancas o de cuadernos, además de cartulinas, con oficinas y colegios como sus principales proveedores.
«Lo que no podemos utilizar es el papel de fax, papel carbónico, papeles plastificados o de revistas que son couché y otros, ni periódico», aclaró.
La emprendedora muestra cómo los papeles pasan luego por un proceso de picado, remojado y una especie de licuado para hacer la pulpa, la base para elaborar las nuevas hojas artesanales.
Lo novedoso en estos papeles biodegradables es que la pulpa se mezcla con semillas, fibras vegetales, cáscaras, bioresiduos, hojas de plátano, totora -un junco autóctono del lago Titicaca- o flores secas «para darle texturas y colores al papel», indicó Tapia.
El papel que lleva semillas «puede volver a la tierra», pues al ponerlo en una maceta «puede dar flores» o hierbas como la manzanilla, u otras nativas como la huacataya y la quirquiña, «que son las que estamos utilizando», relató.
Una muestra está en sus propias tarjetas de presentación, que en la parte posterior llevan gráficos y la leyenda «Siémbrame. Cuídame. Ve crecer una nueva vida», para animar a que se conviertan en una planta si se las pone en tierra y se las riega.
Para hacer estos folios emplean solamente semillas que midan un milímetro, «que puedan estar contenidas dentro del papel», mientras que para los más artísticos usan otros elementos como mixturas o retazos de lápices.
La producción de Bohemia Papel es manual y conlleva un proceso «laborioso», por lo que su acabado es «único».
«Cada hoja es diferente a las demás, entonces es valorado por artistas y extranjeros que buscan productos alternativos que sean de un proceso sostenible y amigable con el medioambiente, ya que no empleamos cloro ni tampoco anilinas tóxicas», resaltó Tapia.
Bohemia Papel elabora tarjetas de presentación, agendas, marca páginas, certificados, invitaciones de bodas o cumpleaños y libros, entre otros.
A diario, Tapia produce entre 30 a 40 hojas, aunque los pedidos especiales, como los papeles con flores deshidratadas u hojas de coca, toman algo más tiempo, porque deben «trabajarlos más a detalle».
Otra característica de la producción de Bohemia Papel es que se puede «personalizar» a gusto del cliente y de formas creativas, presentando, por ejemplo, el menú de una cafetería en papeles hechos con los residuos del café del establecimiento.
El taller de Tapia está en La Paz, pero la emprendedora apunta a que «más personas puedan realizar esta actividad», por lo que también realiza capacitaciones, sobre todo en comunidades rurales para que otras mujeres «puedan generarse un trabajo».
Bohemia Papel ha recibido pedidos desde Estados Unidos o Alemania, aunque sus principales clientes son emprendimientos locales «socioambientales», que le demandan elementos como etiquetas de ropa o para identificar envases.
El mensaje que Tapia busca dar con su iniciativa es que es posible «generar una economía a partir de materiales que no están siendo aprovechados y que en vez de que vayan a un relleno sanitario», un basurero, «se les pueda dar una segunda oportunidad».
También quiere demostrar que es posible producir «de forma amigable con el medioambiente, sin contaminar el agua ni los suelos».
EFE